lunes, 2 de mayo de 2022

ANTÍFONAS


 








AL PADRE EN EL HADES
 
Vengo a desdecir mis maldiciones
y pedirte
que te bajes de mis hombros.
Vengo para alejarme de ti.
Padre, tu bendición.
 
 
ENEAS  I
 
Perdí patria
y toda posesión
cuando te perdí.
 
Tendré que poblar
el mundo
de fantasmas
y con ellos
por tu ofensa
y en tu honor
fundar el imperio
de seguir viviendo.
 
 
 
EL PERVERTIDOR DE ANCIANOS


El primer anciano
a quien me animé
a entregar mi pasión
era un hombrecito
pegado día y noche
a una gran máquina de coser
en un taller de tapicería.
Lo descubrí
detrás de una vidriera sucia
una siesta del peor calor santafesino
sudando sobre cuerinas
-pero a sus pies descalzados
bailaban como serpientes
sedas y gobelinos
brillando en esa cueva
que también fue nuestra casa.
 
Mi inexperiencia
demoró un año de artificios
en abrirle la cabeza y el corazón,
arrebatárselo a la muerte,
ingresarlo al nuevo mundo
que lo había desalojado
y oírle al fin con entusiasmo
una queja: “Ahora ya tengo
por qué vivir en ansias".
 
Soy joven,
reprochan mi comportamiento
alegando que podría conseguir
cualquier belleza de mi edad.
 
Lo que llaman mi perversión
en verdad más se acerca
a esa infamia que llaman filantropía.
Véanme enfermero
en el campo de batalla
inclinado a olvidarlos de sus huesos
en el hueco que escarbaron
para echarse a perder,
véanme inclinado a parirlos como fuera,
festines danzantes mediante, serenatas,
velorios de noches enteras
en vela a la hora del lobo,
sexo, droga o arte conceptual mediante.
 
Arropados, arrullados,
en cunas deberían estar,
eso siento
mientras sigo por la calle
sus traicionados destinos
de héroes, soberanas, donjuanes o novicias.
Los sigo, los filmo,
estudio sus tropiezos,
me aseguro del éxito al embestir: “Escuche,
gané algo en la lotería
y no tengo con quién festejar,
soy nuevo en la ciudad, ¿no me acompaña?
lo invito, una copa, un café, lo que quiera”.
“Perdone, nos vimos en el cine,
¿se acuerda, Perdidos en la nieve?”.
Sí me permite, le recomiendo
esos niños envueltos en repollo”.
 
Me acusan de que los abandono
después de volcarlos al precipicio
de la ruina, la locura o el suicidio.
 
Es que suelen pedir siempre más.
No se resignan al esplendor.
Se supondría que uno envejece
dos o tres vidas para aprender,
aprovechar las oportunidades.
 
Pero no se resignan y reclaman,
¿y hasta cuándo
otra vez asistirlos,
y otra vez enseñarles a caminar
para que insistan
en llegar gateando y en trepar
a la silla ante la gran máquina
de algún taller de tapicería?
 
(Del libro: Antífonas -Amor se fue-
Apuntes sobre Proust; Editorial
Palabrava, 2019)
 
Enrique Butti


Enrique Butti nació en Santa Fe, Argentina, en 1949. Al­gunas de sus novelas: Aiaiay, Sudamericana 1986; Indi, Losada, 1998; El novio, El Cuenco de Plata, 2007; No me digan que no, Carnavalito, El Fantasma del Teatro Munici­pal, Sin cabeza y encapuchados, y Cada casa, un mundo, novelas de aventuras editadas por Colihue, y El centro de la gravedad, primera edición Palabrava y posteriores Co­lihue.
Cuentos: Solfeo, Ed. Eco, México, 1990; La daga latente, Colihue 2006; Santos y desacrosantos, Fundación Ross, 2012, y El diablo mete la cola, Homo Sapiens, 2006.
Obras de teatro: Espina de diamante, Colmegna, 1987, y La fruta de la perdición, Ed. de la Cortada, 1993.
Ha recibido premios nacionales e internacionales, y algunos de sus textos fueron traducidos al italiano y al inglés. Escribió ensayos y libros infantiles y tradujo obras del inglés e italiano. Algunos de sus poemas apa­recieron en antologías y plaquetas. Éste es su primer libro de poesía.
 


IMAGEN: Enrique Butti  -Foto- JC Ramírez



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