jueves, 4 de agosto de 2022

EL LIBRO DE LOS CABALLITOS


 










EL TROTE CORTO

 

TAMBIÉN LOS HOMBRES ESTÁN PASTANDO


La historia se mina de caballos:
son los hombres, van hacia el campo
con las manos enterradas en las crines
negras de sus yeguas. Los niños
desde el cerco seguro
de los alambrados los ven ir
se preguntan qué les dan
los caballos que ellos no pueden darles.
Crecen de golpe los niños sin saber
que los hombres galopan rápido por el apuro
de morirse antes que todos los demás,
que sólo el campo y su distancia
logran separarlos de la carga doméstica
rescatarlos por un instante
de la familia con su peso manso,
de la tragedia de su civilidad.  
 
 


EL TROTE CORTO
 
La noche cae rápida:
el tiempo de las flores es otro
el invierno tiene una luz leve.
¿Hay en la oscuridad
de los días cortos algún brillo?
El frío empuña su cuchillo
el acero filoso de sus ritos
alrededor de la mesa donde reunida a veces
la familia es capaz de una luz buena.
Hay también oscuridades que titilan
los días cortos no son pura noche:
el resplandor débil
donde la bondad aparece los alumbra.
Sus vidas coinciden con el bosque
donde descansan en la noche
los caballos de la jornada y su carrera.
Duermen hasta que con el canto
de los gallos la familia recobra
el trote corto de sus días.
Y vuelven los caballos:
su carga, su montura, su nombre.
Cualquier designación, ¡su especie!
para ser de vuelta zainos, payos o moteados.


 

LA TROPILLA
 
Al borde de la noche, el olor de la leña sube
denso y peligroso por las paredes de la casa.
La familia se hace endeble y la prudencia
en el corcoveo de antes de dormir, en esa
pequeña lucha por no perder la conciencia,
Ie toma la mano, al final
todos avanzan hacia las nubes altas.
La luna se mueve lenta pero el ruido
de los cascos cuando golpea está
perfectamente vivo.
Siempre hay uno más veloz, el primer
caballo que en la tropilla marca un paso
imposible de seguir.
Los caballos avanzan por el paisaje
rápidos si los sueltan sus jinetes
porque saben el camino de vuelta.
Los niños al crecer
hacen el mismo movimiento:
van hacia la espesura
de la vida como si volvieran.
El bosque trepa por la ropa de cama o cambia
el galope ingenuo de un sueño por otro.
Para llegar a la mañana, los niños
montan a pelo los caballos más mansos.
El cuerpo pegado al animal forma
una única figura que intenta
alcanzar de nuevo la tierra. Es un sueño.
El menor dice: ‘vamos hasta las piedras.’
Pero el miedo lo arrima
al lomo oscuro, a la misma
noche de la que partió.
La conversación entre hermanos se disuelve
como un agua liviana o se demora
en la forma de una imagen, o dos:
los caballos, el olor de las crines,
la velocidad de la tropilla.
Para ellos la confianza consiste
en dejar que los caballos los lleven
aquí o allá, como una brújula o como un río.
 
(De: “El libro de los caballitos”,
Caleta Olivia, 2020)
 
 
Valeria Meiller
(Azul, Provincia de Buenos Aires, 1985). Vive en Nueva York.
 
 
Pueden LEER toda la biografía en  una entrada anterior de la autora.
 
 


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