viernes, 10 de octubre de 2008

DEL AGUA JABONOSA Y DE LAS POMPAS DEL JABÓN





Saturada de jabón, el agua hace espuma al menor gesto. Quiere unirse con el aire, trepa al asalto del cielo. Cogida del brazo del aire, trepa a las rodillas del cielo... se arroja a los brazos del aire... se arroja al cuello del cielo... Manifiesta incluso una especie de pretensión aerostática. Manifiesta una especie de exaltación e incluso de pretensión aerostática. Y llega a conocer a veces, en esta materia, algún milagroso, estrepitoso y efímero éxito.
Parece, en cualquier caso, de un humor mucho más comunicativo. ¡Que se comunique entonces! Íntimamente ligada al jabón, se comunicarán a un tiempo.
... Pero como esto sólo ocurre ocasionalmente, siempre lo hace en desorden. Y mucho más que de una voluntad sistemática se trata de una disposición. De una facilidad o facultad de alocución.
... Y casi hemos llegado a ese punto. Saturados del tema, vemos como cualquier palabra se desarrolla en alusiones diversas. Susceptibles de una sucesión infinita de pompas, las soltamos como nos llegan, aisladas o por grupos, sin tocarlas demasiado : pues sabemos que explotarían, no digo que sólo a la menor provocación, sino incluso al menor contacto, al menor soplo o mirada crítica —como también, por otra parte, a la menor exageración o exasperación de su vanidad interior...
En esta aventura puede suceder que perdamos el trozo de jabón y que tengamos que buscarlo a tientas, muy disminuido, medio fundido, reblandecido, ojeroso, irreconocible, como quien ha "vivido demasiado".
¿Y lo lamentaremos? No, por cierto.
Las burbujas más logradas, las únicas logradas, son, sin duda, las menos trabajadas. Pues ¿se puede trabajar una burbuja? No, seguramente, sino (cuidarla) en el soplo mismo que la hace nacer.
Sólo hay que inflarla con un soplo bastante uniforme, lo pretencioso que haga falta, con un movimiento del alma a la vez mesurado y persistente, pero sin pasarse —hasta que se despega casi instantáneamente del cálamo.
Lo que hace falta es presencia de espíritu en el momento de la expiración... (del soplido).
Las burbujas demasiado trabajadas explotan y vuelven a caer en forma de gotas de agua. Y vano sería pretender rehacerlas. Sólo queda una solución : volverlas a mezclar en la masa líquida y allí perderlas sin pena alguna.
... Todo esto es mucho más, pienso, que metáforas continuas..
Todo esto es mucho más, pienso, que metáforas continuas. Esas burbujas son seres bajo todos los (sus) aspectos. Increíblemente ejemplares. Se elevan de la tierra y os transportan con ellas. Estas son cualidades nuevas, inesperadas, desconocidas hasta hoy e ignoradas, que se añaden a las ya conocidas para constituir la perfección y la particularidad de un ser-bajo-todos-los-aspectos. Así escapan al símbolo. Y la relación cambia. Ya no se trata de una relación de utilidad o de servicio de hombre a objeto. En lugar de servir para algo se trata de una creación y ya no de una explicación. Hay algo más en la conclusión que en las premisas: cuando se ha añadido alguna premisa que, misteriosamente, viene a rizar la esfera, a encorvarlo todo, y le permite desatarse y tomar vuelo.

Y el sentimiento de felicidad que al verlo agita al hombre no engaña : es feliz porque algo ha ganado.


He aquí, pues, algunas de esas burbujas, la mayoría además inocentes y no premeditadas.

Pues quien —sino por un juego bastante infantil y en desuso— mientras hace su aseo intelectual querría tomar un cálamo y redondear burbujas literarias.
No, sólo se trata del jabón y de lavarse las manos, a modo que mi antepasado Poncio Pilato —del que me enorgullezco, pues después de haber dicho : "¿Qué es la verdad?"— se lavó las manos de la muerte del Justo (o del exaltado) y así fue el único personaje del cuento que entra en la historia con las manos puras, después de haber cumplido con su deber sin grandes aspavientos, vagidos y fatuidad.
Pero en fin, si llevo más lejos el análisis se trataría menos de propulsar yo mismo las burbujas que de preparar el líquido (o la solución, como muy bien se dice), que de tentaros con una mezcla saturada, en la que podríais, siguiendo mi ejemplo, ejercitaros (y satisfaceros) indefinidamente vosotros también...




Francis Ponge (Francia, Montpellier- 1899- Bar-sur-Loup,  1988)

(Traducción T.Garín)


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