martes, 29 de diciembre de 2009

En la perfecta humedad que acompaña al clima

por un momento el brillo de los ojos
abandona la máxima coronación de la estación
para construir un clásico sistema de castigo
aplicando antiguas leyes de mecánica independientes
de toda política y moral. El cuerpo olvidado
y ausente de energía comienza la fantasía de demarcación:
aquí los rojos,
ahí los azules, allá los verdes y cuando el juicio
de la nueva máquina se detiene,
el sistema anterior deja que la memoria se condense
en peces que se elevan a la superficie como burbujas
de colores idénticos a todo objeto que será destruido.
Junto a las vestimentas y el pulcro tocado
nada podría impulsar a la descortesía, así la ignorancia
de la empresa escamosa brinda la alegría de recorrer
un mercado flotante sin la necesidad de ver el camino
de agua que pasa por las piedras, el agua de un mar vivo
con todos los crustáceos movedizos que parecían olvidados
en el escudo temporal de lo cotidiano. Y en el otro extremo
de la empresa, la fábrica alegórica triplica
el zafarrancho que dispone el corazón de la rana de vidrio
al escrutinio del observador para celebrar y condenar
la fantasía del soldado. Así, el pudor que mantiene a distancia
el misticismo crea de inmediato el árbol que en el agua
dejara caer sus frutos para crear inmensas circunferencias
que después arrasarían hoteles y cuartos con clavicordios
donde juegos de té llegarían a transformarse en antiguos
y suntuosos helechos. No hay mástil en el error,
sólo una cúpula que flota aislada del núcleo del aire
y quien la mira sólo podría ir descubriéndola de a poco,
para llegar a la conclusión de que desde ningún ángulo
se la podrá llegar a ver por completo. Y aunque
se hubiese construido un laberinto en el jardín,
y ese día cualquier palabra pronunciada hubiese sonado
como quien golpea el capot de un Falcon con una llave francesa,
en ese momento el demonio más abyecto y lábil,
estaría en condiciones de explorar cómodamente su triunfo.
Es un perro: fue encontrado, ahora vive en una casa,
ladra y duerme sobre una manta escocesa.


(De: Una explicación para todo,
Ed. Gog y Magog, 2009)

Darío Rojo (Argentina, La Pampa, Eduardo Castex, 1964)






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