Y la boca me dijo *
Will yearley celebrate my second birthday J.D.
No llores. Nadie oye. - Del cielo de la isla
no queda casi nada. - La mañana está cerca.
No llores, no te quiebres, - si cada uno es siervo
de lo que quiso ser. - La noche ya termina.
No te arrepientas, digo, - vas a cruzar el río
como se cruza un sueño. - Celebrarás tan pronto...
¿Qué importa que hayan dicho - lo que dicen que dicen?
Lo tuyo fue algo más - que las pobres palabras.
Brillen, brillen sin término - las hachas de la fiesta,
gocen tu vejación - hasta el duro apogeo:
cada fuego de luz - es una luz imbécil,
la terca tiranía - de una mente deforme.
¿Que triscaba la oveja - pasto hasta la raíz?
¿Que mudan de opinión - de parado a sentado?
y bien, qué más te da, - tu ilusión era el alba.
Pronto celebrarás - un nuevo nacimiento.
La música está hecha, - queda escrita en el agua,
en el color del tiempo, - sin pulso de codicia.
Hubo que ver y verse - colgado de los árboles
para cruzar las sombras, - las efímeras sombras.
La noche es esta boca - turbia que te mastica,
aunque haya luna ahora - como para unas bodas.
Vas a cruzar el río - y también la esperanza
en nave de dos filos.- En nave de dos filos,
de golpe, con el viento - vas a cruzar tu rostro:
el deseo de ser - que pide lo imposible.
Llegaste a lo más tenso, - al centro de la herida.
No desesperes, - sólo un reino nos hiere.
Moro móriae, dónde - está tu honor ahora,
vos que sentiste siempre - su gracia sobre el hombro.
Algo abisal te llama. - Hace crujir el seso,
hasta encontrar el chiste - hundido en la mollera.
Si tan cerca, en la furia - del alba (oí, oí,
el aire atruena afuera)
absurda majestad - sonriendo entre caries,
vas a tirarte
y rodar de cabeza.
para Enrique Butti
* A Tomás Moro le cortaron la cabeza por haber mantenido su palabra. Tal vez su santidad esté en su humor y en su silencio; alguien que combinó política y escritura, con una mente deslumbradoramente abierta.IMAGEN: El pensador inglés Tomás Moro.
Atardecer en Puente Márquez
Gaona era de tierra entonces...
A la izquierda, se alzaba el paradero
donde se reunía la humanidad
conspicua del lugar: quinteros y linyeras.
Cuánta gloria en cada atardecer.
El olor a eucalipto lo invadía todo
con persuasión invariable, lo mismo
que el rojo derrumbándose al oeste.
Parar ahí se parecía a comprender.
La Tierra era un planeta ingrávido
donde no aflojaba el honor de estar vivo.
Si hasta los perros ladraban ganosos
cuando pasaba la chata de Ortuño.
Ahora hay una ruta, nada más.
Para July y Marcelo Ortale
(De: Canción del Samurai,
Ediciones del Dock,2004)
Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948-2011)Ediciones del Dock,2004)
Interesante tu blog te mando un abrazo desde el mio
ResponderEliminar<Gracias muchas, Mucha. Inevitable hacer esta broma con tu nombre. Bueno, gracias, prometo visitarte pronto, con más tiempo.
ResponderEliminarUn gusto.