Fragmentos
Es que ser porteño, hijo de españoles, tiene lo suyo… un ánimo elegíaco que busca sentido contra el repique de las castañuelas. El tango de un lugar en ruda mutación. En esas condiciones, cada palabra que surge, vive solamente si se modula desde la herida central, y hace ilusión compartida: un país abstracto, en silueta de mujer que siempre se está yendo con otro, y nos deja amasijados sin misericordia. Allí, entre los pliegues de esa melodía, oír es empinar el trago de una larga desdicha – encubierta bajo un aspecto resistente, claro.
A cada rato
Alaridos de viento
Diciendo qué
Pero no existe el país. En todo caso lo tangible son estas ciudades enormes que, como los principados de antes, agitan aquella misma pulsión por ser, la bandera roída del deseo. Rosario, Mendoza, Salta, Bahía Blanca, Córdoba, incluso La Plata o cualquier otra, pujan por encontrar un destino ajeno a Buenos Aires, esta múltiple cabeza tecnológica, suma de la soledad, y del orgullo que nos desgarra a todos. Tal vez, una carencia de orden mestizo, reinventada en cada vuelta de esquina, cada historia, contra el viento blanco de la precariedad.
Aquí también
Mordisquea su sueño
La pobre rata
No hay nada como los parques, los jardines y las quintas. Ahí se concibe la imaginación contemplativa, que es más veloz que un auto con caja de quinta. Subir a los árboles puede llevarte a otra dimensión, encontrar tal vez una libertad desconocida. O al menos un consuelo, cuando obispos, generales y directores de colegio te encadenan a una silla para tomar la sopa de agua podrida.
Marzo se va. Abril no llega, y ya asoma la estación de las lluvias. Este instante extrema la plenitud de la vida. Es más, vale toda la vida. Lo de Silvina Ocampo: “Detesto los catálogos, las fechas, los nombres… cada vida es un solo momento…” ¿Pero usted es la mar de contradicciones? inquiere un Bioy pelado, comiéndose las uñas. En efecto, en efecto, le responde aquella dama genial.
Hay que dirimir la naturaleza de lo poético, se dijo. Quizás de la naturaleza nomás. Lástima que ahora mismo el viento sople con fuerza y el velero haya resuelto escorarse en la mitad del río. File el foque, file el foque, repite esa voz de hace tantos años. El horror, el horror, señala. No, le digo, fascinación.
Sombras y lejos
Es un fondo deforme
Esta agonía
Ayer que es hoy, y mañana que también es hoy, llueven sapos con naturalidad. En su lomo llevan grabado el secreto de la tierra, y abren la boca, sonrientes. Pero hoy, justamente hoy ─ maldigo ─ este pronóstico extendido fracasa. Nada más caen pianos de cola, timbales y varios contrabajos con su correspondiente valija. Cruzar la avenida se ha puesto de temer. Es que se oye cierta sonatita en el aire. Temperancia, me digo, paciencia, barajar.
Cro-cro cra-cra
La alegría del mundo
Te pertenece
Ahora te veo. Estás ahí en el cuarto atareada en tus cosas de amor. Te rodean ángeles y algunos demonios. Conque rías nomás, la historia cambia para siempre. Todavía dura un café conversado a la vuelta de la Plaza Las Heras. Estás bellísima con tu cartera vieja y esa pasión que te cocina los ojos. Después y casi de inmediato sos los hijos, cada día, cada hora, la vida entera. Levantás la mano y nos despedimos un instante. A continuación llego y es una música fina tu habla. De perderse, como señalaba un amigo. El ciclo de las estaciones. El frío y el calor. La montaña y el río. La sostenida ternura.
Entre tus piernas
La rabia de vivir
Vale la pena
Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948-2011)
impecable Adúriz, gracias, Marcelo, R. Palacios
ResponderEliminarGracias a vos, Roxana, por pasar. Agregué tu blog dentro de las páginas que visito. Interesantes todas las actividades que desarrollan.
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