sábado, 22 de mayo de 2010

LA DESPEDIDA DE BRIGHTON



Este es el sitio en que imaginamos vivir,

donde la tierra se detiene lenta,
entre calles en que está implícito el mar
en los muros blancos y las atentas ventanas altas
abiertas por si hay señales de alta mar.
El aire brilla como el puerto a mediodía
bajo un calor que haría tahúres de los policías
y en donde fuimos nativos del verano,
como si hubiéramos sabido que llegaría.
Ahora todo el mundo parece estar partiendo:
la sala del bar se vaciará esta noche
y tendrá los candados puestos por la mañana,
cápsula de carteles y mesas pegajosas,
su música absorbida ya en el humo.
La chica que en la tienda compra fruta
tiene la mente puesta en un itinerario,
su piel morena valiosa por el viaje.
Los viejos se han preparado durante toda una vida,
y ahora, sentados en sus pórticos
y esperando que les digan o los recojan
gastan las horas leyendo panfletos
cuyos Gilbert and Sullivans y galgódromos
y ofertas de quince libras son indicios
de una cultura que nunca han tenido
tiempo ni ganas de aprender.
De pronto es tarde. El día bosteza
y continúa. Un cobertizo de sombra
en un hundido patio trasero es del color
de la tinta china en el momento
en que el transbordador
salta fuera de la bahía,
cuando el mar no necesita ser local
y te muestra el color que guarda para sí,
y que tú miras con terror y amor.



Sean O' Brien (Inglaterra, Londres, 1952)

(Traducción: Carlos López Beltrán
y Pedro Serrano)
THE BRIGHTON GOODBYE

This is the place we imagine we live,
Where the land slowly stops,
Among streets where the sea is implied
In white walls and expectant top windows
Left open for signals offshore.
The air is as bright as the harbour at noon
In the heat that can turn even cops into punters
And which we inhabit like natives of summer,
As if we had known it must come.
Now everyone seems to be leaving:
The bar-room will empty tonight
And be shuttered tomorrow,
A capsule of posters and still-sticky tables,
Its music absorbed into smoke.
The girl in the shop buying fruit
Has her mind on a schedule,
Her brown skin important with travel.
The old have prepared for a lifetime,
And now as they sit on their doorsteps
And wait to be told or collected
They cancel the hours with freesheets
Whose Gilbert and Sullivans, dogtracks
And fifteen quid bargains are clues
To a culture they've never known
Time or the passion to learn.
It is suddenly late. The afternoon yawns
And continues. Alean-to of shade
In a sunken backyard is the colour
Of Indian ink at the moment
The ferry swings out of the bay,
When the sea has no need to be local
And shows you the colour it keeps for itself,
Which you look at with terror and love.


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