domingo, 9 de septiembre de 2012

VOLCAR LA LUNA




Cierro los ojos,  veo a una  mujer.  Lejana  y  familiar.  Viene del frío de la montaña  hacia  la casa.  Frota  las manos en el  pasado  de  mi gesto  y  mira el mundo  desde  un centro irrepetible.   Amasa con el  propio  movimiento  heredado,  deja  en el pan la marca breve  de  su pulso.  Es  absoluta en ese  tramo de  vida.  Ocasiona un devenir que  apenas  ve.     



Un gesto atávico,   girar  la cuchara  en  el líquido  denso.  La olla sobre el fuego,  estar en el vapor.   Los  muslos  pesando en la madera.  Una humedad  viva,  eso  soy,  como lo fueron otros.   Cuerpo  que se expande  en  la luz  inestable del  hogar.



Pusiste  la  olla  al  fuego  durante  horas,   mientras  veías  a lo lejos  el  camino.  Cocinaste  para que  vuelvan,   que  los  traiga  de  regreso  una  apetencia.  No  como  el  hijo  que  tomó  aquel  carro  sobre  la  misma nieve   cuando   mirabas   como ahora  las cabras,  la quietud del cielo cubierto,  el aura  gris de los que se quedan.



Por ver lo absurdo.   Este sopor  invade  el  día,    pierde  sentido  el  movimiento.   Miro  el  espacio  que se abre  detrás de  la  ventana.  Lo sigo lejos,  hasta  una piedra  donde  golpea  espuma fría.  Se  desintegra,  se  dispersa en  lo líquido.   Yo  sigo  frente a mí.   Con los  pies en el agua  sé  que  soy  materia  que se  apaga.





para  Alejandro

Será  que  esa  pequeña cabina es refugio  y  el mar  transcurre  sin  convocarte.   Tu  cuerpo  se  enaltece  cuando transpira al sol,  opuesto  al peso de las sogas.   Se  proyecta en las  velas,   olvidás  que envejece.   
¿O  soñás  un  barco porque ese  movimiento  es  la memoria del cuerpo  que  aún  no  piensa?    Te alivia abandonar  la  tierra  porque  recuerda  la  sombra  de  tu  tamaño,   la  oscuridad  tajante  bajo todo lo vivo. 




Apoyo  la  planta de los  pies  como si  descalza  pudiera  inaugurar  la  arena.   La materia  se  realiza  completa  en  cada único  acto.  Este  soplo  que  llega  desde  el  mar  es  todo  el  viento.





(Fragmentos)

Ana Lafferranderie (Montevideo, Uruguay, 1969)





IMAGEN: Piedras del fondo de la Cascadita Dri, en Concordia, Entre Ríos.






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