La organización de los elementos sonoros
hace al compositor. Para distribuir correctamente los gritos
del otro se debe conocer cada bolilla cada punto
débil, como uno mismo ese otro se retuerce en su instrumento
en el amor al aire o al arco guerrero que se agita
con más ferocidad que virtuosismo. Cuando te toca
tocar, el sentido se pierde en la piel del enemigo:
acompañar o estar al frente de la masa
sonora no es lo mismo, la quinta
fila de violines que el solista. El ataque
de cada nota debe ser letal.
Apagón:
corte,
deseado
por la luz.
Quisiste cambiar todo
de lugar y
razón en mano
creíste asesinar la oscuridad
de nuestra
casa sin
embargo todavía
sostenés la
vela
pensás con lógica que
no querés pensar más
de esta
manera pero no se ve
un pomo y
estamos
en constante carnaval no se lleva
la razón en
la mano porque
te la
cortan
eso lo aprendiste Agitador con
migo al
migar cada
neurona en
comas
etílicos
para amigar
la idea con
el impulso nervioso
del ritmo
sobre los cueros tocando
una maraca
que me muevan en
baile me
volteen como
a un palo de agua que
suceda lo
desconocido:
y dar a la luz un poco de
superficie
en la que dormir
como un murciélago.
Verónica Viola Fisher
Verónica Viola Fisher. Nació en Buenos Aires en 1974. Ha publicado Hacer sapito (Buenos Aires, Editorial Nusud, 1995), A boca de jarro (Buenos Aires, Edición A Secas, 2003), Arveja negra (Vox, 2005) y Notas para un agitador (2008). Fue incluida en la antología de poesía argentina Monstruos, de Arturo Carrera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario