martes, 14 de mayo de 2013

ADIÓS Y HASTA PRONTO



7- 

Aquí nos despedimos y replegados 
para evitar la luz, para demandar 
silencio al redondo horizonte 
de agua, a la línea verde y tensa 
del horizonte, absortos en su danza, 
aquí nos despedimos. Bienaventurado 
quien te nombre. 



8- 

Son los tumultos del corazón 
y detrás de todo aquello, 
una isla, un redondo horizonte 
de agua. El encanto de despertar 
reside en la sorpresa; nos 
volveremos a ver. Los animales 
que sufren se parecen. 



9- 

Ésta es la pequeña botella 
del naufragio y está destinada 
a vos y solamente a vos 
su propia condición de añicos 
que pensaba haber olvidado 
en un sitio que no te concernía. 
Hasta pronto, tal vez, Annabel h. 



11- 

Oh, sí, la luz desapareció 
con maniática pacificidad. 
Y todas, tuyas y mías, las estrellas 
a ras del agua, tan cercanas como 
para que significasen algo; 
tampoco estabas allí. Y aquí 
no vive nadie y todo ha sido 
un sueño. 



16- 

La mutua vacilación 
al respirar y estrellas 
y grillos que, festejantes, 
se vuelven muy lentamente 
hacia nos como a un 
seguro asilo y llaman 
a alguien entre los vivos; 
quizá nadie, quizá yo 
mismo. 



17- 

Algo muy pequeño y sencillo 
sobre la superficie ennegrecida 
del agua, haciéndose más y más 
leve, como si eso significara 
algo, un fingidísimo cambio 
en la cualidad de la luz. Un instante
para que alguien lo reproduzca.  
¿Te acucia el hallazgo, Anica? 



19- 

Hacia el grupo de estrellas enmarcadas, 
hacia la destrucción que volverás  
a ver juntas y en otro orden,  
en la complicidad fugaz de esta luz, 
y del pasado que les inflige en torno 
a un centro de luz, la luz de estrellas  
muertas. Y exenta de su cuerpo,  
una palabra. Una y otra vez. Y más  
que sonidos pronunciamos recuerdos. 



20- 

El plazo brevísimo de un sueño, 
muy lejos para siempre del rumor 
del agua, del número de latidos  
por minuto de tu corazón, algo puro  
e inalcanzable como una estrella.  
Si diste en divisarlo o no, qué importa,  
estemos en paz. No hay sueños impunes.  



24- 

Digo en mi corazón: Nada  
de brusquedades, nada de merced. 
Sólo predije aquello que haría. 
Y con los dos ojos en funcionamiento.  
Inmóviles. Integran también un sueño  
verdadero. Pan y tierra. Una lírica impía. 
Una débil frontera de tinta. El silencio.  
La más larga de nuestras extremidades. 





Alberto Cisneros (Argentina, Buenos Aires, La Matanza, 1975)






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