lunes, 6 de mayo de 2013

La enagua cuelga de un clavo en la pared





















Es la grieta de una pared la que miro hace días. Lentos 
insectos blancos duermen en un ángulo más oscuro y más 
húmedo. La pared parece hecha para que apoye en ella mi 
frente y duerma (paño frío de cal sobre los labios)
       "pobres mujercitas, pobres chicas abandonadas" 
es el único viento que silba en nuestros corazones 
silba entre las persianas flojas de nuestras cabecítas desatinadas
       -una mano venía por el aire para golpear mí oído 
silencio   desprende veneno una cápsula rota
       el pequeño strass que adornaba mi oreja estalló 
       polen que brilla en las maderas del suelo 
ahora la visión de unas manos con uñas cuadradas nos da taquicardia
mujercitas     siempre tensas continuando la línea de unos 
tacos negros
siempre perfumadas de aburrimiento y pasión 
de nucas desnudas
de nucas embalsamadas por el aire que devuelven las enaguas 
mujercitas del sur     con una mirada que insiste hacia las 
estrellas frías
de dedos mojados en ungüentos     en fósforo
mujercitas      perdidas en su musitar palabras improbables 
pesadilla/perfume
      y después la cámara
      sigue la caída de un pétalo desde los balcones de 
      piedra.
      ¡qué tonto es todo lo que hicimos!
      ¡qué fastidioso el espiar de nuestras madres sobre nuestro 
corazón! así miran las modistas la casa incendiada, la casa 
muerta de ceniza incrustada en el pasaje estrecho de una 
ciudad moribunda
qué mal hicimos todo   la torpeza de nuestros dedos en 
el cuaderno enfermo, en la batista de cursis bordados ¿qué 
falta no absorbieron nuestras manos decaídas y pálidas? abrimos 
la llave del gas, los frascos, las puertas de las terrazas y
desalentadas vamos a ducharnos sin honor    ¿cuándo
seremos heroicas cuándo ahorcarnos en un cable cuándo 
provocaremos un temblor? 
mujercitas             mujercitas
ni putitas ni niñas ni madonas
el humo arrancado a las agujas de pino, ése el calor de nuestras 
miradas sobre los lentos objetos, las piernas de los hombres y 
los animales mutilados. El hambre de bondad nos hace estremecer 
en lo oscuro; el hambre de palabras plácidas palabras 
calmantes cómo una capucha para nuestras nucas volcadas 
como flores, que ya no pueden sostenerse en un jarro.



(Fragmento de "La enagua cuelga
de un clavo en la pared")

Leonor García Hernando







Leonor García Hernando. Poeta argentina, nació en Tucumán en 1955 y residía en Buenos Aires hasta el momento de su muerte (de cáncer, en 2001). Formó parte del taller literario "Mario Jorge de Lellis" y de la dirección de la revista Mascaró. Publicó Mudanzas (1974), Negras ropas de mujer (1987), La enagua cuelga de un clavo en la pared (1993) y Tangos del  asesinato-Tangos del asesinato (1999) y El cansancio de los materiales (2001).




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