Es la grieta de una pared la que miro hace días. Lentos
insectos blancos duermen en un ángulo más oscuro y más
húmedo. La pared parece hecha para que apoye en ella mi
frente y duerma (paño frío de cal sobre los labios)
"pobres mujercitas, pobres chicas abandonadas"
es el único viento que silba en nuestros corazones
silba entre las persianas flojas de nuestras cabecítas desatinadas
-una mano venía por el aire para golpear mí oído
silencio desprende veneno una cápsula rota
el pequeño strass que adornaba mi oreja estalló
polen que brilla en las maderas del suelo
ahora la visión de unas manos con uñas cuadradas nos da taquicardia
mujercitas siempre tensas continuando la línea de unos
tacos negros
siempre perfumadas de aburrimiento y pasión
de nucas desnudas
de nucas embalsamadas por el aire que devuelven las enaguas
mujercitas del sur con una mirada que insiste hacia las
estrellas frías
de dedos mojados en ungüentos en fósforo
mujercitas perdidas en su musitar palabras improbables
pesadilla/perfume
y después la cámara
sigue la caída de un pétalo desde los balcones de
piedra.
¡qué tonto es todo lo que hicimos!
¡qué fastidioso el espiar de nuestras madres sobre nuestro
corazón! así miran las modistas la casa incendiada, la casa
muerta de ceniza incrustada en el pasaje estrecho de una
ciudad moribunda
qué mal hicimos todo la torpeza de nuestros dedos en
el cuaderno enfermo, en la batista de cursis bordados ¿qué
falta no absorbieron nuestras manos decaídas y pálidas? abrimos
la llave del gas, los frascos, las puertas de las terrazas y
desalentadas vamos a ducharnos sin honor ¿cuándo
seremos heroicas cuándo ahorcarnos en un cable cuándo
provocaremos un temblor?
mujercitas mujercitas
ni putitas ni niñas ni madonas
el humo arrancado a las agujas de pino, ése el calor de nuestras
miradas sobre los lentos objetos, las piernas de los hombres y
los animales mutilados. El hambre de bondad nos hace estremecer
en lo oscuro; el hambre de palabras plácidas palabras
calmantes cómo una capucha para nuestras nucas volcadas
como flores, que ya no pueden sostenerse en un jarro.
(Fragmento de "La enagua cuelga
de un clavo en la pared")
Leonor García Hernando. Poeta argentina, nació en Tucumán en 1955 y residía en Buenos Aires hasta el momento de su muerte (de cáncer, en 2001). Formó parte del taller literario "Mario Jorge de Lellis" y de la dirección de la revista Mascaró. Publicó Mudanzas (1974), Negras ropas de mujer (1987), La enagua cuelga de un clavo en la pared (1993) y Tangos del asesinato-Tangos del asesinato (1999) y El cansancio de los materiales (2001).
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