lunes, 29 de septiembre de 2025

REVOLUCIÓN, DIVINO TESORO


               
 No es de mayo este aire impuro.
                     Pier Paolo Pasolini, 
             “Las cenizas de Gramsci”

Roma

Aquel impulso de cambiar la vida
“por mí, por todos”
era ya nostalgia en los sesenta
para Pasolini cuando
escribíamos sin mayúsculas
porque eran para todos las palabras.
Pero Pasolini no lloró sobre la tumba 
    de Gramsci,
ni pensó una elegía
bajo fríos árboles
y gatos en el brezo
los lejanos golpes 
de un martillo en la fragua
y las sombras 
de las arcadas romanas
tanto en San Pedro 
como en el interior robusto 
del comunismo Italiano.
Creía en la vida desnuda aún 
mocosa, vital y harapienta 
de los viejos cuentos,
maravilla y miseria, 
de Canterbury de Boccaccio y de Arabia. 
No cambiaban la vida pero la mantenían
    en un raro y fascinante equilibrio,
alzada entre cúpulas.
En vilo.

Ahora tenemos nostalgia no de la revolución
sino de cuando creíamos en ella:
una pura mecánica celeste,
marxista convicción 
y seguridad en “leyes” 
implacables de la historia,
de la voluntad, al tiempo que de la ciega
determinación de los hados hegelianos.

Llorar por lo que se creyó
no por lo que nunca se realizó
es una condena que obliga
a girar en una noria
de días y multitud y avenidas
en la tarde, en el anochecer de pájaros
apurados y bocinazos.



Arsis y tesis
         
Ah, haber llevado en el asiento 
trasero de la motoneta aquella delgada belleza 
pirenaica de delgados muslos 
fino pelo negro 
y delineados pómulos
como de aceituna pálida; una flecha
alada; un oscuro cometa,
mórbidos pechos y ausencia 
cortesana la cara, sabina raptada 
a quien mi primo despreció 
porque le sentía “olor a cuerpo”.

Ah perdidos ensueños de perfumes falsos
primos y cremas de afeitar
tornillos y bielas
aguas de colonia:

en cambio
amor por el olor corporal
el vello píceo

Vientos arrasaron aquellas ruinas
suburbanas
y sus diosas rápidas.



Vida en las ciudades

Grandes insectos de todos los colores
volaban desde el cielo, el viento
los arrojaba sediento
sobre los postigos, con los olores
de la madrugada.
Vacíos casi todos, como un océano 
de palabras sin vida, sin fuerza
que no fuera la del viento sediento
del campo, los cristales a punto de reventar,
el veterano de los fortines dijo: cada 
especie debería tener derecho a morir
con sus secretos.
Habiendo incluso vivido juntos durante décadas 
una mujer y un hombre no deberían esperar
que en el último segundo el íntimo cónyuge
del que se conocen lunares, inflamaciones, 
olores, miedo, 
diga su secreto,
porque no está en la humana naturaleza
ni en la naturaleza sin más 
propagar, promulgar, confesar
aquello que no tiene términos.
Las cenizas sean arrojadas al mar,
con ellos. Un instante fulgurarán 
sumados a las luces del puerto,
      antes de volverse materia, 
y no volverán a verlos



La plaza de los jubilados

La visión del hospital
entristece a los viejos:

querrían que la plaza estuviera en otra parte
—la visión de las paredes blanqueadas
los derrota.

Los viejos entristecen en los sanatorios, los evacuatorios,
las visitas periódicas, las esperas en las antesalas,
las extracciones de sangre, las radiografías, 
el buen consejo del médico más joven que ellos:
los aflojan, los debilitan, los sumen en la 
soledad de las farmacias.

La salud mata a los viejos
acelera su caída en la noche de la paz
final,
del humo sobre los techos
y de aquellas tardes lejanas
que desviaban sus miradas
desde las paredes blanqueadas
con cal hacia las nubes 
rosadas.



Apología de la cotidianeidad

Arboles resistiendo el invierno
cada vez más estúpido, más trivial
con los mismos cafés y las mismas pizzerías
y un aire apenas más gris que en verano.
Ya no hay juego de estaciones para los poetas
y los ciclistas matutinos,
las mismas hojas quebradizas, los mismos papeles
aparecerán bajo el auto abandonado frente a la plaza
y las campanas tendrán el mismo sonido que mal evoca
la campiña en el atardecer de cualquier ciudad; 
serán
los mismos contenedores de basura
o quizá ésos sean los únicos que cambien;
la misma competencia de guarangadas y prepotencias
entre políticos de derecha, y de izquierda 
porque eso quiere “la gente”,
sangre
sangre imaginaria
sangre patriarcal
policial
una forma de venganza
contra aquello que los hizo peores, 
menores, subalternos
sonando a lata, no a sonata:
sus hijos disfrazados de ladrones
o traficantes
en 4x4
las capuchas de sus canguros levantadas
y altas zapatillas de marca.

(Del libro homónimo,
Barnacle, 2025,
Envío de Alberto Cisnero)
Jorge Aulicino


Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949-2025) Comenzó su trabajo periodístico en semanarios de izquierda. Se desempeñó luego en agencias, revistas y diarios, incluido “Clarín”, donde dirigió la “Revista Cultural Ñ”. Se incorporó en los años setenta al precursor taller literario de Mario Jorge de Lellis. A medida que publicaba sus libros de poesía, tradujo a Cesare Pavese, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Luciano Erba, Franco Fortini, Antonella Anedda y Biancamaria Frabotta, entre otros numerosos autores italianos. En los años de la recuperación de la democracia, integró el Consejo de Dirección de “Diario de Poesía”. En 2012 reunió sus libros de poemas en "Estación Finlandia". Ocho años después publicaría de nuevo su obra poética reunida, corregida y aumentada. En 2015 apareció su primera versión de la "Divina Comedia". Ese año recibió el Premio Nacional de Poesía. En 2025 publicó “Nada personal. Todo personal. Obra crítica”. Su colección de poemas "Revolución, divino tesoro" es su último libro.


Pueden LEER más poemas, ensayos, entrevistas y textos varios en entradas anteriores del autor. 

Fotografía: Perfil del face del autor.

sábado, 27 de septiembre de 2025

HÁNDICAP (Variedades portátiles)

 


Y que mis cenizas vayan al agua, dulce o salada.
Nada, nada más me importa; y menos tu billetera.

La carne se dora en el fuego; y el vino en la boca.
Primero risa. Chismes, encono, y chisporroteos.

La palabra disco encierra un círculo: cero, la forma
misma en la que el parásito se nutre de sus liendres.




Acá estoy, en un bar, solo, y pensando en el futuro.
Porque en el pasado no entra ya nada más. Ni esto.

Hablando con amigos sobre la fiebre del consumo;
el mundo que es otro, y no nuestro; lo indeclinable.




Es extraño, o no: hace años que no me veo con un
bolso, esperando un tren, o micro; ¿el mar, la sierra?

Conservo caracoles y piedras de aquellas excursiones.
Pigmentos de bolsillo: cartas, juramentos, mentiras.



Piazzolla y Mulligan: cumbre que trae a mi padre muerto.
Las luces de mi casa: bajas y amarillas como luciérnagas.

En el bar: el amor tiene que ser más firme que el dolor.
Un mismo animal de carga con dos esbeltas cabezas.

Ese que era yo, casi un predicador, entre las miserias del
perdón y el escándalo de la prepotencia; pero un cobarde.




Ahora bien: la última vez no estabas, no eras; a pesar de las
piernas abiertas, el mordisco, y el beso. No estabas. Ni eras.

Nos salvó un disparo en la esquina; …y las luces del vecino




Ahora es de noche y la lámpara se apaga sobre el libro,
como una mariposa nocturna y desfalleciente, moribunda.

El libro es un residuo del día, un halo de luz palpitante.

Mi mano alcanza tu orilla húmeda; tus límites del sueño.
Mañana despertaremos sin cordón; tenues en el desvelo.




Viven a los saltos las clases oprimidas; igual que las pulgas.
Ricos y pobres, sanos y enfermos; todos, todos moriremos.

Este flagelo permitirá al fin la igualdad entre los hombres.




En el humo de un plato de lentejas trabajan mis recuerdos;
es un momento de felicidad; la mano en el hule de la mesa.

El sol entra por una ventana y hace brillar el vino en la copa.
De todos los que fui, queda sólo éste; el que disipa el humo.




Ahora bien: singular, el ojo es un objeto; y los ojos la mirada.
Ahora bien: le pregunto al cráneo si ser o no ser; o si se hace.


(Del libro homónimo,
Ed.La carta de Oliver,
2025, Envío de
Juan Carlos Moisés)

Santiago Espel (Buenos Aires, 1960)



Pueden LEER la biografía y más poemas en entradas anteriores.



jueves, 25 de septiembre de 2025

MOLESKINE

 


Archivo A
Sábado, 10 de octubre de 2015

5

¿Dónde, cuándo comienza el sendero que lleva a la abubilla 
     en la nieve?

Si no has sabido separar una gota de frío de una flor de abubilla.

Si el secreto estaba en el intercambio de los sentidos.

Si fuimos más livianos que un algoritmo 
y a la vez más estúpidos.

Era un Portal y no sabías 
pero ahí te reclinaste alelada
y el cansancio fue de resultas 
de haber orado sin orar,
de haber atravesado como una onda 
el tiempo en un incierto espacio:
la niña en la camilla, dormida.

Y vos con el morral sensible 
apagando y prendiendo 
luces para que ciertas manos 
cortaran lo que debían cortar
y con dulzura luego se apartaran 
en un sistema de todos modos vivo
sin saber, pero hilando, constelando



Archivo B
Jueves, 18 de julio de 2013

5

Cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción. 
“Malena”
Homero Manzi; Lucio Demare, 1941.

No preguntaré
como Alejandra
Pizarnik: “Si digo agua, 
¿beberé? 
Si digo pan, ¿comeré?”. 

El abrazo confuso donde
amor es causa de amor
pertenece ¡tan solo! 
a una cierta sintaxis. 

Cuerpos a la medida
de una erótica 
en íntima alteridad.

“Nunca sabrás cuánto
fuiste amado por mí”, 
dedica un varón a una mujer 
su lapsus. 
Fue un pobre hombre, 
Jacques Marie Émile Lacan,
en una carta
a la mujer amada.

Lo que enciende
no es la voz que pronuncia, 
es el oído.




Archivo C
Miércoles 12 de septiembre de 2012

2


Nunca me fugué.
Cambiaba los muebles de lugar, las plantas de lugar, los niños 
     de lugar.
Cerraba y abría la llave del gas.
Me echaba en un rinconcito a tramar una huida.
Como quien aspira una sustancia poderosa antes de arrojarse 
     al vacío.
Soñaba ligera de culpa en tercera persona. 
Miniaturas, bibelots, cajitas musicales. 
Esos juguetes de clausura brotaban de un lugar 
que escarbaba con cuchara de fierro. 
Debo reconocer que nunca me fui, nunca. 
Una fuerte vinculación con el deber me lo impedía. 
Así hacíamos las mujeres de entonces. 
Conservábamos las crías
vivas
y en pelo. 


6

¿Por qué caer así en tus fotos?
Parecés lanzado, a propósito
echado a rodar: esa grulla de plumas largas de satén
parece húmeda y retrocedida 
contra el magenta de la piedra.

La rueda de los chicos tomando fernet-cola,
la cámara los ha puesto de lado como ovejas,
nada más que tus ojos palpitan 
en la visión de la carne juvenil, biselada. 

Y las piezas del cristalero,
falsas lúdicas, 
se golpean, criaturas vivas, entre sí.

Les doy mi mano,
ruedo 
con ellas,
pruebo una intemperie de aromas sepia, rastros, apareamientos, 
fugas, cuerpos ahogados en porcelana azul, cierro los ojos.

(Del libro homónimo,
Barnacle, 2025, Envío 
de Alberto Cisnero)

Alicia Silva Rey




Alicia Silva Rey (Quilmes, provincia de Buenos Aires,1950).Publicó: “La solitudine” (CILC, Buenos Aires, 2009), “(circa)” (AñosLuz, Buenos Aires, 2014), “Partes del campo” (Ediciones de la Eterna, San Miguel de Tucumán-Buenos Aires, 2015), “La mujercita del espejo” (Ediciones de la Eterna, San Miguel de Tucumán-Buenos Aires, 2015); “Orillos” (Barnacle, Buenos Aires, 2015), “El poder de unos límites” (Barnacle, Buenos Aires, 2019) y “En las vísperas del fin del verano” (Colección Poetas Argentinas, Biblioteca de las Grandes Naciones, País Vasco, España, 2016. E-Book: https://acortar.link/OgMl2U).Sus poemas han sido traducidos parcialmente al coreano, al italiano y al portugués. Reseñas bibliográficas suyas sobre poesía argentina contemporánea circulan por distintos medios gráficos y digitales. Coguionista de cine.

Pueden LEER más poemas en entradas anteriores.





martes, 23 de septiembre de 2025

EL ÚLTIMO HOMBRE y otros poemas terrenales

CINEFILIA

Yo era Mickey Rourke y vos eras Kim Basinger.
Durante 9 semanas y media fuimos felices.
Después, nos quedamos sin argumento y el guion fracasó.
(Lo de siempre: la vida, el amor, esas cosas...)
Esta mañana, mientras tomaba el desayuno,
volví a recordar nuestra película.
Eras tan linda entonces como una estrella de cine.



DURACIÓN

Según estimaciones científicas,
la esperanza de vida humana
ronda, en la actualidad, las siete décadas.
Algunos ejemplares de la especie
consiguen, bien o mal, superar dicho límite.
El más longevo hasta ahora,
si se excluyen los personajes bíblicos,
fue un ejemplar de sexo femenino,
cuyo nombre era Jeanne Calment.
Esta mujer, que nació en la ciudad de Arlés,
vivió exactamente 122 años.
Clara demostración de que la muerte es sabia:
¿quién podría soportar más tiempo el peso de la luz?



EL ÚLTIMO HOMBRE

Cuando la Tierra se deshaga
del último hombre,
le habrá ganado
la batalla a Dios.



LIBRO DE POESÍA

Leo el primer poema
y no hallo una muchacha
dispuesta a seducirme.
Leo el segundo poema
y no hallo un taxi que me lleve
hasta el Paseo del Bosque.
Leo el tercer poema
y no hallo una pistola
para apuntarle al autor a la cabeza.
De manera que cierro el libro
y me pongo a mirar por la ventana:
afuera, la poesía de la calle
escribe su espléndida página diurna.



LOS HOMBRES DE MI GENERACIÓN

Los hombres de mi generación están muriendo.
Los que eran jóvenes cuando los jóvenes franceses
hicieron de mayo un mes contestatario,
los que leían a Neruda y García Márquez,
los que escuchaban a Elvis y los Beatles,
los que eligieron ser libres a pesar de todo,
mis amigos del barrio, mis camaradas de estudio,
mis compañeros de ruta en la poesía están muriendo ahora.
Leo la noticia de su muerte en los diarios,
me la transmiten por teléfono o la escucho, a menudo,
mientras hago las compras en los comercios habituales.
Los hombres de mi generación están muriendo ahora,
a esta hora, cuando el reloj marca las seis de la mañana
y yo me levanto impunemente a inaugurar el día,
sin otro mérito en mi haber que un cuerpo saludable,
hábil para sortear las balas, los accidentes domésticos,
las temerarias condiciones de la época.
Los hombres de mi generación están muriendo
al cabo de años complejos y difíciles,
después de haber intentado la vida a cara descubierta,
de haber enfrentado a la muerte cara a cara,
de haber creído en Dios o de no haber creído,
pero movidos igualmente por una fe absoluta.
Los hombres de mi generación, los que nacieron
ni demasiado pronto ni demasiado tarde,
los que parieron sueños imposibles,
los que empuñaron la esperanza en días desesperanzados,
los que partieron el pan y bebieron el vino
están muriendo ahora, uno tras otro.
Están muriendo de la piel hacia dentro,
como mueren, en las ramas más altas,
la frutas maduras al final del verano
 (¡Y qué rápido pasó el verano! ¡Ayer, nomás,
parecía que no iba a llegar nunca!),
mientras el sol y la tierra empiezan a enfriarse
y el árbol, fiel testigo del tiempo, va quedándose sin hojas.
Los hombres de mi generación están cediendo el paso
a las generaciones que empujan desde atrás,
a aquéllos que llegan, briosos de vida, hasta el presente,
con los sueños intactos y la palabra nueva,
dispuestos, como los hombres de mi generación,
a transformar el mundo –lo que queda del mundo,
lo que, involuntariamente, por torpeza,
por error o pasión desmedida les dejamos–,
la dura realidad, el paisaje común de cada día.
Sí, los hombres de mi generación están muriendo,
como muere la tarde al tramontar el sol,
como mueren las olas exhaustas sobre la playa,
como muere la llama al consumir el leño que la anima,
naturalmente, inexorablemente,
llevándose consigo su niñez, la promisoria juventud,
el futuro que, entonces, tenían por delante,
los años fatales que se precipitaron.
Los hombres de mi generación están muriendo ahora,
con la última palabra en la punta de la lengua,
la palabra que, acaso, les faltó decir,
la que hubiera cerrado bellamente el poema no escrito;
están muriendo al término de todo, cerca de mí
–como estuvieron siempre, del mismo modo
que yo estuve cerca de ellos–, en lugar de mí,
legándome sus latidos y su aire.
Uno tras otro, están muriendo ahora, están muriendo ahora...

(del libro homónimo,
Proyecto Hybris Edic.
2025,
Gentileza del autor)
César Cantoni


César Cantoni nació en La Plata en 1951. Publicó once libros de poesía: Confluencias (1978), Los días habitados (1982),Linaje humano (1984), La experiencia concreta (1990), Continuidad de la noche (1993), Cuaderno de fin de siglo (1996), Triunfo de lo real (2001), La salud de los condenados (2004), Diario de paso (2008), El fin ya tuvo lugar (2012) y Un arte invisible (2016). En 2023, Proyecto Hybris Ediciones dio a conocer Música continua, una antología personal que reúne poemas éditos e inéditos.Su obra publicada incluye, además, el libro de aforismos Pensar no cuesta nada (2020) y dos cuadernillos: Intemperie y otros poemas (2006) y Latencia: poesía y dictadura (crónica literaria, 2013). Figura en más de treinta antologías poéticas, entre ellas: Antología de la Nueva Poesía Argentina (1980), Poesía entre Dos Épocas. Argentina 1976-1983 / Inglaterra 1930-1939 (1985), Años de Ceniza y Escombros. Nueva Poesía de los Años 80 (1988),Poetas Argentinos Contemporáneos, Tomo VI (1997), Entre la Utopía y el Compromiso. 16 Poetas Argentinos (1997), Una antología de poesía argentina (2015), Poesía Argentina Contemporánea, volumen XXII. Fundación Argentina para la Poesía (2016), Islas al Sur.  Antología de poetas argentinos (2019). Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano, portugués, catalán, griego, ruso y albanés. Colabora con diarios, revistas y páginas virtuales de Argentina y del exterior. Administra el blog de poesía platense Los poetas no van al cielo. Reside en su ciudad natal.


Pueden LEER más poemas en entradas anteriores.






 

domingo, 21 de septiembre de 2025

UNA LUZ CELESTE

 


El hombre es un animal nostálgico.
Marcello Veneziani


La sombra

Se proyecta en el muro. Una mano deforme. Olor a viejo hay. Y a ladrillo mojado. ¡Cuántos días habrán pasado sin que nadie pase un trapo! Es raro. Con la pasión de estas mujeres por refregarlo todo. Paso suavemente las yemas de mis dedos. Resbalan en esa pátina verde. Siento el frío. El más humano desasimiento.



Al alba

Se pisa la tierra. Se respira el aire. Un viento húmedo espabila la mente. Un corazón cargado de recuerdos. Las palabras nunca alcanzan. En momentos como éste, se tiene necesidad de todo. Y no se necesita nada



Deshacer

Clavo la pala de punta en la tierra seca. Sin permiso. Por eso miro para todos lados. Descubro la tierra más oscura. Una lombriz se mueve nerviosa. Otra, cortada al medio, quedó pegada al filo. Dejo caer la pala. Con un ruido sordo. Tomo un terrón seco. Que ya es polvo entre los dedos. El mundo parece mentira.



Mi vida vivida

A veces pienso en mi vida vivida. Y en mi vida abandonada. Tan distante. De mí mismo. Me veo crecer y morir entre fantasmas. Pero es el mismo mundo. Que sube. Cuando sopla la brisa. La vida inverosímil.



Un centelleo de hermosuras

Todo vibra en la huerta abandonada. Una caña, un murmullo, un zumbido. La claridad lechosa de la tarde. Nos confunde. De milagro, la memoria sigue viva.



La física y la química del cielo

Es la misma que la de la tierra. Los astros parecen inmóviles y sin embargo… La costra de la tierra también va cambiando todo el tiempo. De noche giramos como una bola. Y nos arrastran las estrellas.



De una lengua a otra

Huyo de una palabra como de la peste. No la digo. Mientras, el abuelo corta leña con el hacha. Canta una canción en italiano. Se la enseñó su padre. Le pregunto por el sentido. No entiende qué dice. Yo tampoco. Pero igual se me parte el corazón.



El espacio de una centella

Podemos escaparnos del mundo por un instante. La cabeza se vacía. No sabe ahora qué está bien y qué está mal. Tiene una ocurrencia. Contempla una planta. Muerde, en silencio, un mendrugo espiritual

(Del libro homónimo, 
Barnacle, 2025)


Diego Colomba (San Nicolás, Provincia de Buenos Aires, 1972). Vive en Rosario desde 1990. 



Pueden LEER la biografía y más poemas en entradas anteriores.


viernes, 19 de septiembre de 2025

OTOMANA

 


CÁLAMO

El maestro calígrafo
mira los rollos,
escoge el de piel de cordero,
lo huele.
Allí su pluma,
noventa y nueve veces,
borrará un nombre.

Su arte sabe perderse
en la belleza de las formas.

El maestro calígrafo
confía sus trazos
a una caña,
a la insistencia de un nombre,
al lábil vacío
de su mortalidad.



ALMUECÍN

Su voz conmueve,
cinco veces al día,
lo que la lengua no traduce,
lo que ninguna lengua comprende.

Desde el minarete,
la frágil
arquitectura
de un hombre
sostiene
la escansión
del tiempo.



PACTO

Habré de recomponer el mundo.
Tomar, una vez más,
los atajos que cruzan
y sostienen
los jardines de mi ciudad.
Llamar a la otra,
a la alfarera.
Dar paso a la escriba.

Entro al silencio.

Oigo el ajetreo, las puertas,
los cuerpos a ras de suelo.

La tela, escucho,
el hilo por el ojo de la aguja.

Las trazas de un otro
en mí
destejen
en el antiguo telar
callado



OTOMANA

Tocada por el filo de la vida
interrumpo el curso del azar.

Soy hija de esta fábula.
Patria le dicen.
¿Destino?

Aprendo a corregir sabores,
a buscar pozos de agua,
a inventar refugios de ave
migratoria.

Desde mi ventana,
la oración,
el regateo ,
el curso de los días,
en direcciones opuestas,
prueban mi mundo.              

Desordeno genealogías,
miro de lejos los muros del palacio,
el resplandor del imperio,
su voluptuosidad.

De la calle llegan voces,
olor a pan recién cocido,
pasos que conjuran mi derrota.

Vuelvo hacia el espejo.
Sigo siendo la memoriosa,
la que olvida.



CEREMONIAS

¿Alguien sabe lo que esconde
esa hebra
tomada en la ladera más lejana
del país de la seda?

¿El sopor de las tazas
precipita,
en Oriente,
ceremonias
que se vengan
del sabor
del tiempo?

Tampoco eso será revelado.

Cuando una gota toque la lengua
y la garganta abra paso a lo desconocido,
otro ritual escandirá las borras,


otra taza compartirá el desconcierto,
otra lengua probará los vestigios:
la restauración de lo inacabado,
las palabras
en suspensión
permanente.

(del libro homónimo,Edit, 
Un Budha,  2025,
Gentileza de la autora)
Alejandra M. Boero Serra


Alejandra M. Boero Serra nació en 1968, en Rafaela, provincia argentina de Santa Fe. Profesora de Lengua, Literatura y Comunicación Social; poeta; gestora cultural; editora de «Gilgamesh: poesía y poéticas»; colaboradora en revistas «Cine y Literatura» (Santiago de Chile, Chile), «eXtramuros» (Montevideo, Uruguay), «La Primera Vértebra» (Lima, Perú); en «Ciclo de Poesía» organizados poe E.R.A (Escritores Rafaelanos Agrupados, 2017/2018), en el «Festival de Literatura de Rafaela» (2018/2019) y en encuentros del Centro de Artistas de Rafaela (2024).


Biografía por Luis Benitez.