Y eran notables
en la mañana aquella
todo entre las flores y los pastos
todo
como de brillos inauditos
y quisieras, salmista, acaso ser
como de aire casi, no?
para no extraviar así
ni el más pequeño de los encantos
que saltan de precisos frente a tus ojos
tus ojos
que en un baile de la luz
se llegan
hasta casi más allá del linde que los cubre,
salmista,
abre tu sueño a tanta música.
Durante toda la mañana
Durante toda la mañana discurrieron en la luz,
“pequeñas gracias”
que en correspondencia acaso con las sombras
se hacían como de un milagro
sobre los sueños de los paseantes
entre las calles de la ciudad.
La música
que la noche inclina
descansa
llevada en aires por las “pequeñas gracias”
y en asomos de
delicadísimos instantes
inaugura sus tonos y encantos
y el salmista
que mirando al cielo pregunta
o discurre sus visiones al aire
mientras más abre su silencio
a que lo invada
en esa hora
una, algo así, precisión, se diría,
algo cierto tal vez hoy.
Llegan al redil
las “pequeñas gracias”
tocan liras de aire los ojos
cuando se destellan en la luz
y algo de lo que siempre ha sido
se revela en este tiempo hoy
y entre los intersticios
de la manera en que descansa y se recorta la luz
a lo largo del día
Es en una oración de campanillas
Es en una oración de campanillas
o apenas luciérnagas en la noche
que se abre, diríamos así, se abre,
al silencio
el corazón del salmista
mientras hila
y de qué finísimas maneras hila
unas alusiones, unos indicios,
que se derraman silentes
sobre el sueño de todos aquí,
aquí,
donde la piedra es piedra
y el agua canto.
Se inclina al silencio el salmista
y si acaso fuera, a la hoja,
al blanco de la hoja
y se brindaran así como en un vértice
destellos del cielo o apenas recuerdos
que son nubes
lirios que abren sobre un sinfín de amaneceres.
Cruzan el cielo
las aves de mi sueño
y se figuran de espanto
ante la miseria y el horror
mas hilan,
y lo ves,
hilan desde allá
unas casi
delicadezas a decir aquí
y es un apremio
que al salmista recoge
en una zozobra
en una ilación transparente de músicas sobre su nombre
dando así
quién sabe qué figuras
o un corro de luces
mas
dando así
unos apuros
unas urgencias
de delicada acentuación
de ilusiones precisas
y amores que son
las dichas
que resplandecen
al correr lento de la tarde
y en el descanso también, sí,
del cielo
sobre los ojos del salmista
y tú
que aquí
abres su nombre
con tanto amor
que das, en brotes tan tiernos,
unos cariños ciertos
a decir…a decir.
(Del libro homónimo,
Barnacle, 2025.
Envío de Alberto Cisnero)
Sergio Leandro
Sergio Leandro, nacido en la ciudad de Cienfuegos, Cuba, 1981. Poeta.Vive en Argentina. Publicó los poemarios, “Hálito”, Barnacle (2022), “Un paseo entre las tumbas”, en formato digital.