AYER fui a lo de Agustina y hablamos sobre el trabajo. Ella me comentaba que trabajaba nueve horas, llegaba a su casa y lo único que hacía era dormir diez horas. Esa era su rutina de todos los días. Después de una semana así, se preguntaba si realmente tenía sentido vivir o trabajar. Le parecía una locura. Yo siento lo mismo. En el fondo sé que pertenezco a la clase trabajadora y que por eso me pasa lo que me pasa, pero no me conformo.
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MIENTRAS IBA EN EL COLECTIVO me pregunté: ¿y si mejor no escribo nunca más? ¿Para qué escribir? ¿Para quiénes? Pensé en eso durante algunos minutos, inmediatamente se me ocurrieron posibles relatos. Uno es sobre una chica que adopta una estrella de mar como mascota. La madre le advierte del peligro, pero a ella no le importa porque le encantan las estrellas de mar. Primero, cuando la estrella de mar es bebé, la mete en un vaso de agua. La estrella comienza a crecer, entonces compra una pecera. Sucesivamente, la chica compra recipientes más y más grandes. Un día sueña que la cama está mojada y siente una textura rugosa y áspera tocando su piel. Se levanta y ve que la estrella de mar durmió con ella en la cama, y murió, porque no tenía agua. Es una estupidez pero lo inventé en el momento. Es imposible no escribir nunca más.
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HOY es un día muy importante porque me dieron el mejor consejo de mi vida: "Flavia, si hay algo que no tenés que tener en esta vida es miedo, porque es el peor enemigo del mundo". ¿Miedo a qué¿ No sé, a escribir mal, por ejemplo. Y después de esto, ya no tuve miedo a nada ni a nadie. Fui feliz por un rato largo, hice mate y todo. Leí los poemas que más me gustan de un libro de Viel Temperley y después leí un poema de Ashbery sobre perros de la playa. Justo hoy pensé en los perros que se tiran a tomar sol y parece que estuvieran muertos. De repente me acordé de todo lo que tenía que hacer para mañana, y que no podía estar solamente leyendo poemas, pero no me importó. Las responsabilidades me tienen cansada, la verdad, no me importan. Mañana voy a improvisar en todos lados, a pesar de que me levante temprano y tenga que trabajar.
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ME ABURRE KEITH JARRETT. Parece música de hotel, no la entiendo. No sé por qué mi papá pone Keith Jarrett a las doce de la noche. No quiero. Quizá pone esa música porque fue de la FEDE cuando era joven. En la FEDE educaban a los chicos de una forma determinada y no podías escapar de eso. Era una formación que englobaba muchas cosas extrañas: marxismo y rock, Kafka y marxismo; o Neruda y Marxismo, o Kafka y música del altiplano con la Unión Soviética. Son cosas que juntas parecen raras. Sin embargo, mucha gente está formada así. Hay mucha gente como mi papá en todas partes. Yo no estoy comprometida. Milito para mí misma, quizás milite para la poesía de alguna manera. Me gusta leer pequeñas ideas -no grandes tratados-; siempre disfruté la escritura en fragmentos. Me gustan los fragmentos cuando encapsulan ideas chiquitas.
Flavia Garione
Flavia Garione nació en Capital Federal en 1990. Publicó algunos de sus poemas en El muchacho de los helados (2011, Buenos Aires) y en Metrópolis (2010, Guadalajara). Algunas de sus publicaciones son Museo Local (2012, Sacate el Saquito), y Mi mente es como un dj malo (2014, Neutrinos). Administra el blog tengogatitosbebes.blogspot.com. Participa en la organización de Festival de poesía, de acá, Mar del Plata y codirige el sello editorial Luz Mala. Recientemente creó el sello Honesta que se dedicará a publicar a poetas jóvenes.
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