martes, 24 de abril de 2018

ERA UN CUADRADO LA CASA,


























blancas las paredes y el pilar
alto de la entrada, se veía todo el cielo.
el cosmos, decían.
cuando en la capital
se ven con suerte
algunas luces, la materia
desordenada y en polvo
se transforma, sin ir más lejos,
en frente, un primer piso
iluminado en la madrugada esconde
pequeños tesoros, un trofeo de karate, una heladera
y restos de algo, habría que ir al campo, salir
a la terraza, escapar
en la sábana oscura que se alza
sobre los otros, él trajo
una revista desplegable, estiró el índice,
apenas con la punta así,
cuando eras chica preguntaste
qué es el cosmos, te muestro, acá
estamos nosotros.


pienso cómo entra
no mi casa que es chica, la torre,
el parque, la pileta, tu habitación. todos
en este punto luminoso que un dedo tapa
y la distancia, el trayecto que recorre el dedo
de un planeta al otro.
hace calor y prendemos
estrellitas y bengalas en la calle.
cuando tu mamá era chica
no existía la tele en colores ni tampoco
el pilarcito. y ahora que todo estalla
bombas, planetas, naves qué pasaría
si mi casa empieza a arder y
la otra y la otra y la otra y así
se enciende este punto.


una polilla volaba, bajo la mesa
yo con ese miedo siempre
a lo que viniera del aire, la agarraste
con los dedos,
no hace nada, ¿ves?
no muerde, no respira, para mí
tiene pelos
o un polvillo gris
que cae al matarla, lo que queda
es lo que la hace volar, igual
no quiero ver
la órbita de los dedos
al tomarla, cortar su vuelo en seco,
como si juntaras con la espada
varias cosas que arrojaste
primero al aire, así
estábamos seguros
mientras los ladrones fueran
seres alados que en silencio
se iban llevando las cosas.


podés elegir una
y que sea tuya, para vos sola.
hay miles de millones, más, hay una
para cada uno. el dedo
otra vez en el póster desplegable
alejándose de casa.
miedo ante tanto espacio,
tenés que elegir, subir al pilar y con la mano
señalar un punto, el más brillante, ¿ves?
hay olor a eclipse
en el aire.

calor y las nubes
que se juntan de a poco, después
sobre las luces de la calle, gotas
caen lentas hasta
hacerse más y más livianas, cerrarse
como una cortina afilada
que todo lo cubre, se sabía,
no iba a seguir así. agosto y un sol
que raja la tierra.
las únicas estrellas que veo
son antenas, algún pararrayos y un avión
que ya se pierde hacia un lado de la ventana.
la lluvia empezó
mientras escribía y ahora
la cortina se repliega
llego a este verso y miro
el foco de mercurio, la calle, una moldura.
pero ni un rastro
de esas gotas que antes
amenazaban inundar los barrios,
regar las plantas y decretar
la apertura simultánea
de las azaleas.

abajo de la línea de la tormenta
la vista se abre y en la pared
una enredadera en otoño
como una llamarada
el centro rojo y las puntas
que se aclaran hasta envolver
con lenguas amarillas el borde
de las ventanas más altas,
fijate, sólo desde acá
lo podemos ver.


(De: La casa de la abeja)


 Laura Lobov





Laura Lobov nació en Buenos Aires, Argentina, en 1978. Publicó los poemarios: Balnearioy, 2003; Las cosas a descansar, 2004; El Zeide, 2006; La casa de la abeja 2007; Pájaros que se posan sobre una antena, 2009 y El management envilece al mundo, 2010. Además, sus poemas fueron publicados en Última Poesía Argentina, Buenos Aires, (2008), Poetas argentinas (1961-1980), Buenos Aires, 2008, El decir y el vértigo. Panorama reciente de la poesía hispanoamericana (1965-1979), México, 2005, 18 Poetas-Antología de poesía latinoamericana, Perú, 2006 y Taquigrafía para principiantes, Buenos Aires, 2002.




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