Pétalos sobre
el ladrillo frío
Por un
instante
Apagan la
niebla de la mañana.
Ajenos al sufrimiento
la sana anestesia
nos aleja de la ola que crece.
Subimos la solapa con elegancia
es un asunto privado
sí, la muerte se viste de
silencio.
Ahora que he envejecido
la oscuridad de los hombres
ya no me resulta indescifrable,
Sin embargo esta certeza,
No representa ningún alivio.
Se
apaga el murmullo
y también el susurro.
Finalmente
tras un largo momento,
se
apaga el silencio,
las
mil formas del silencio:
la
mano extendida
la
sonrisa
la
espera.
El
silencio se mueve con gran intensidad
como
el humo
y
también se paraliza
igual
que el hielo:
pero
finalmente se desvanece
incapaz
de apartarse del vacío.
Desvalida ausencia
Extrañar nos vuelve desvalidos
regresamos a cierta simplicidad
considerada infantil.
Sin embargo la ausencia de lo
que deseamos
tiene su secreto,
extendemos los brazos buscando
en las sombras
con la certeza de que no hay
nadie
para devolvemos el abrazo.
Insistimos, con salvaje
precariedad,
como en un rito vacío.
Esa condición nos acerca a un
temple nuevo,
labrada en cada detalle por la
ausencia de lo deseado.
Hemos dado un paso inevitable,
tal como que si hubiéramos
logrado nombrar la muerte
y haber salido indemnes.
(Tomado del libro Naipe
francés,
Gentileza del autor)
Enrique Meler (Buenos Aires, Argentina, 1951)
Soy Enrique: muchas gracias, Marcelo. Saludos
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