miércoles, 28 de octubre de 2020

TANGO



1- Copiar en dos el fuego.
 
En los últimos años he dedicado parte del tiempo a enumerar derrotas.
Los árboles de la ciudad han crecido 
sin mi atención. 
Ha pasado la vida como un malabarista ensangrentado y no he podido hablarte hablando de otro modo. 
Tal vez sea cansancio, la falta de interés. La carta que escribí sin avisarte. Un anzuelo olvidado en la otra orilla.
La casa que habitabas, poblarte soledad desvanecida. 
Cercado por pastillas y horizontes que fueron.
Tal vez sea lo último, el retratarte viento en mil cornisas, sin saberte decir arena y playa. 
Me doy en vos un río pero ya no me alcanza. Por el quererte nube me vuelvo hasta el ayer.
No he sabido decirte te quiero y me hacés falta.
 
 

2- Tango. (A la más querida de todas Marta Zamarripa)
 
Cuando todo se haya alejado caminaré sin sueño largos días. 
Días que supe en vos, ahora me saben. Ocultaré un color en la distancia y en el breve itinerario de las hojas pronunciaré tu nombre 
para que no te vayas. Para que no te alejes pobre de corazón. 
Pena y olvido.
 

3.-  La tarde y otras cosas.


Lentamente la ciudad muestra sus luces. 
Por este recorrido hubo un tren. Hubo tu resplandor aunque estés lejos.  
La siesta era una plaza de provincia. 
El ver caer el sol en las campanas.
Eras lo que hacía falta. 
Un vestido y un sueño sin importar lo mucho o lo poco que dejaban los días.

 
 

4- Por solamente un nombre.
 
Dejo por un instante estos papeles y tu nombre acaricia el mediodía. He vuelto sin saberlo a recordar tus ojos. Hay todavía un adiós, es la llovizna.
Alguien calla un otoño como quien calla un barco en un puerto que emigra.
Desde la última carta transcurrieron diez meses. Diez meses de este azul que confunde la luna. Nos queda por decir: nos vemos luego y que el viento armonice su rigidez de cardo en la gramilla, cuando sepa decir solamente tu nombre.
 

5-Era azul el adiós 
 
Era azul el adiós cuando decías 
en el viento.
Era el mismo pupitre
que los años 
borraron.
Eras aquella niña
que descubría 
los ojos
con solo una sonrisa 
y yo que no sabía 
cómo hablarte,
cómo llegar a vos
corazón 
que aún te callas
vivir es en silencio.


 

6.  Con un pincel de barro.


Abuelo tenía un monte pintado en amarillo.
Los caballos ardían en la siesta del viento. Su luz arreaba 
estrellas por lo bajo. Aguardaba 
la noche. Ocultarse entre pinos. 
La costumbre de dar justo en el centro. 
El monte y la quietud, 
forman su Dios de barro.

(Inéditos, gentileza del autor, 

para la Biblioteca)


 

Martín Carlomagno (Concepción del Uruguay Pcia de Entre Ríos, Argentina, 1978)


 
LEER la biografía del autor en entrada anterior del autor (Nota del administrador).




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