viernes, 30 de abril de 2021

LUGARES COMUNES


 












Los consejos de mis amigas son un lugar común.
Los costados de los besos son un lugar común.
Los reproches de mis hijos,
pedradas de gomera en el corazón de pájaro de mi torpe maternidad.
Sus ojos desvelados al pie de mi cama
pidiéndome el cuerpo
sus manos de tanta hijadumbre
son otro lugar común.
En un lugar común estarán sus nombres que no son comunes.
Pero entonces el amor es un lugar común.
El hambre
el sexo
el deseo
son lugares comunes.
Pero el amor es un oráculo.
Pero el amor es un mapa.
Es una rayuela.
La lengua es un lugar común.
Los dientes hincados en la palabra
que siempre es otra, nunca la misma.
No aprendimos a leer sino lugares comunes
aún en la incomunión y en la muerte.
La muerte.
La muerte es otro largo lugar común
abrasada y desbrasada hasta el hartazgo
si no le queda ni un poco de tibieza nueva
ni un triste deslumbramiento.
Que morimos y que amamos y decimos renacer es un lugar común.
Hablar es un lugar común.
La poesía es un lugar común.
Pero el amor es una llaga.
Pero es una saeta.
Una guirnalda golpeada por el tiempo en cualquier parte de la casa.
 
Me pasa lo que le pasa al cuerpo:
le pierdo el pulso al poema.
 

 
CACERÍAS
 
Eso que oigo sonar
que precede el movimiento del cuerpo de la boca de la lengua
eso
puede ser el poema
debe ser el poema
un lenguaje inhabitado
interminable y breve
brevísimo
como un búho que se para a ver
breve
brevísimo y sin embargo eterno
y sin embargo abarcando la noche y sus costuras silenciosas
ojos amarillos que son flechas sin arco
disparadas hacia cualquier distancia.
Eso debe ser el poema
en infalible cacería.
 


 
 
Una mujer entra en lo espeso de la noche desnuda
y con los ojos tapados.
No va cegada,
va sedienta.
Una mujer entra en la piel de otro
como quien busca hacer pie
como quien tantea voces
propias
y ajenas.
Una mujer desnuda y sin ver
entra en el cuerpo de un hombre que calla.
No teme al vértigo de la piel cruda
a la torpeza sabia
de quien saca de la boca
la carnadura del amor.
Una mujer se vuelve líquida
bajo la lengua del otro
apura los secretos
murmura
pide
aprieta el cabello contra el viento.
No quiere temer.
Una mujer quiere trepar las horas
se llama a la aventura
se agarra de las manos de un hombre que ahora canta
para caer lo suficientemente cerca.
 

Carla Olivera
 

Carla Olivera nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, Argentina, en 1985. Es poeta y profesora de Lengua y Literatura. Ha publicado los libros de poesía “Partición de voces” (2006) e “Intemperie” (2014), y ha participado en diversas antologías literarias. Sus obras han recibido distinciones a nivel local, nacional e internacional. Fue coordinadora de talleres literarios para jóvenes y adultos, y participa de diferentes actividades culturales de la ciudad.
 


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