viernes, 17 de septiembre de 2021

HABLAR DE LO QUE SE AMA


 












Sustancia pegada a los pies
la de las huellas.
Raro enjambre de pétalos y estiércol
maleza.
Esplendor de votos calcinados
en tardes infantiles
cuando ya lo sabíamos todo.
 
 
Cavando en el paisaje
se encuentra fácilmente
una estirpe.
Se clava una memoria
una idea
un modo de desaparición:  
una leyenda.
 
 
 
Baila bailarina para mi festival
para eso fueron hechos tus pies
ven y baila ahora
decía el cura para recaudar fondos
y yo corría por la plaza
de las naranjas amargas a buscar
zapatillas de punta y un vestido
de tul y bailaba en la feria.
Tarde y mareada, aún pequeña,
supe que el pueblo entero me buscaba.
 
 
 
La hermana tenía quince o dieciséis
soñaba
era hermosa y actriz
hacía de hada.
Asterisco, el grupo de artistas, salía de gira.
Recuerdo Arenales, un pueblo,
un tablado,
yo bailé mi Danubio Azul.
Un viejo colectivo llevaba en la noche
a la troupe.
 
 
 
En la infancia  como ahora
las tormentas: frágil
bajo el vuelo de tu falda.
Las madres no son muros
que el viento no pueda derribar.
Desde entonces siempre he temido,
el corazón en un puño.
Cuerpo y alma demorados
en su melancolía.
Río de resacas y viejo oro.
Cuentas de turquesa en mis collares
y de un verde más templado en tus ojos.
 
 
 
Tarde llegó la juventud,
la infancia hacía tiempo
había sido arrasada.
 
 
 
Eran los zapatos de mi padre
en sus manos.
Un sacerdote,
un templo blanco, espacioso,
un sueño.
Mi padre había muerto.
Desnudos sus pies,
vacíos sus zapatos
en manos de un sacerdote.
Luz en el templo
y en mi corazón,
pan de ángeles y celestes esferas.
No para mí.
Que nadie quiera hablarme de la muerte.
 
 
 
Algo, como quien cura
o hace que cura.
Aridas tierras ahogadas
siempre una vez más arrasando
con lo que queda y
aun así
a la espera un orden
para despedazar silenciando.
Enseguida recuerdo a la vieja bailarina:
"arcos, cintas y cordeles sólo con tu cuerpo".
 
 
 
Ella ahora piensa en su madre
piensa en ella niña
 
al final ahora
piensa en ella
que era que fue
chiquita entre sus manos
 
¿Cuándo empieza el final?
¿Fue en la piel
o primero la mirada?
 
Es ella hacia el final
que recuerda
y fue niña
 
ella hacia el final se vuelve
pierde compostura
 
¿Cómo ocurrió
si era hermosa?
 
luego madre y luego
ahora sin elegancia
el miedo.
 
 (de: Hablar de lo que se ama, 1990)
 
Mónica Tracey
 

 

 

Mónica Tracey nació en Junín, provincia de Buenos Aires, en 1953. Estudió Periodismo y Letras. Fue una de las fundadoras del grupo de poesía El Sonido y la Furia, formado en el taller de poesía del poeta Mario Morales, y de la revista y la editorial Ultimo Reino, cuyo consejo de redacción integró desde su inicio en 1979. Una beca del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos de Caracas, Venezuela, le permitió participar de sus Grupos de Creación Literaria (Poesía) 1979-1980. En Caracas también concurrió al taller de poesía de Antonia Palacios. Sus poemas fueron incluidos en varias antologías de poesía, las últimas de las cuales son: Poetas Argentinas (1940-1960), selección y prólogo de Irene Gruss, Ediciones del Dock, Buenos Aires, Argentina, 2006; Voix d´Argentine, selección y traducción al francés de Chantal Enright, edición bilingüe francés-español de Cahiers Bleus, París, Francia, 2006; 200 años de poesía Argentina. Selección y prólogo de Jorge Monteleone, Editorial  Alfaguara, Buenos Aires, Argentina, 2010. Libros publicados: “A Pesar de los dioses”, 1981. “Celebración Errante”, 1987, “Hablar de lo que se ama”, 1990 (este libro ganó una beca de la Fundación Antorchas) y “Hablo en Lenguas”, 1999, “Sobre la espalda del cielo”, 2008 (ganó el tercer premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2006), todos en editorial Ultimo Reino.

(Biografía tomada de Buenos Aires Poetry)


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