A cada uno duele el abismo salvado.
Por encima de Dios nubes
desesperadas
y la ruina que huye de la
perfección.
A cada uno duele su
desciframiento.
Como un arco tendido
cada cuerpo defiende su
indiferencia.
Los muertos viven su descanso,
¿no fue para la vida que
murieron?
Pero ahora vivimos. Esto es
exacto;
exactamente vive aquel que está
leyendo
y sabe que le duele el abismo
salvado.
Son los desposorios de la bella
lectura con el hombre.
Algo impuro se desprende de todo
esto.
Tú no crees más en la navegación
de la mano
por una pecera donde se ha
ahogado un pájaro.
¡Oh siniestra cabeza, cabeza
poesía!
¿podrías aún comunicarte con la
mano y el pájaro?
Nuestra naturalidad en este acto
es espantosa.
Ha sido nuestro pecado soñar con
los ojos abiertos:
soñábamos que el aire tenía la
forma de una lira.
¿Es posible aún esta cantidad de
demencia?
Pero, ¡oh risa!, ¿puede caer
este fruto?
¿puede siempre el deseo morder
la pulpa?
A cada uno duele su dureza como
a Dios la luz.
La afinada manera de Dios
que todos esperábamos desafinada
y la congoja de la inmóvil
esfera siempre justa.
Ninguno podría levantar esta
victoria sin alas;
y por fin sabemos la divina
medida:
somos más astutos (pie la
esfinge,
-esa pestilente estatua de la
piedad humana.
¿Y conocía alguien el olor de la
selva aturdida?
Pero no preguntéis ya más,
pues que cae aquel cuerpo como
un ojo vaciado.
(La Habana, 1941)
(Del Libro “Poesía”, Editorial
Verbum, Madrid, 2018)
Gema Areta Marigó (ED.)Virgilio Piñera (Cárdenas, Cubas, 1912- La Habana, 1979)
(La Habana, 1941)
(Del Libro “Poesía”,
No hay comentarios:
Publicar un comentario