viernes, 22 de abril de 2022

CHICAS EN TIEMPOS SUSPENDIDOS


 








POETISAS

1.

Poetisa es una palabra dulce
que dejamos de lado porque nos avergonzaba
y sin embargo y sin embargo
ahora vuelve en un pañuelo
que nuestras antepasadas se ataron
a la garganta de sus líricas roncas.
Si él me llama le dices que he salido
había pedido Alfonsina mientras se suicidaba
y eso nos dio miedo.
Mejor poetas que poetisas
acordamos entonces entre nosotras
para asegurarnos aunque sea un lugarcito
en los anhelados bajofondos del canon.
Y sin embargo y sin embargo
otra vez nos quedamos afuera:
no sabíamos que los poetas
gustan de volverse vates
mientras a las chicas en lenguaje inclusivo
la palabra vata no nos suena
porque las mujeres no escribimos
para convencer a nadie.
Por eso la poetisa que todas llevamos adentro
busca salir del clóset ahora mismo
hacia un destino nuevo que ya estaba escrito
y que al borde de su propia historia revisitada
nunca se cansó de esperarnos.
 
 
 
5
 
La palabra femicidio
no la teníamos
la palabra muso
no la teníamos
la palabra vata no la queremos.
Pero la palabra poetisa sí
aunque nos avergonzaba.
Yo no soy poetisa soy poeta
me dije una y mil veces a mí misma
a los 20 años
no soy Tamara soy Kamenszain
me quejé siempre que alguien por escrito
aludía a mi obra llamándome por el nombre.
Cuando las poetisas uruguayas ya eran
puro nombre
cuando en Argentina no había divorcio
cuando en Argentina todavía ni hay aborto legal
Uruguay pequeño paraíso vintage
se sigue adelantando a nosotras
porque las poetisas con nombre son
jóvenes viejas que si las leemos a nuevo
nos guiñarán el ojo más actual
para que la poesía de amor
renazca como renace
en unos versos de Cecilia Pavón que dicen:
“cuando voy en el colectivo, ex novio,
qué lindo es recordarte”.
Alfonsina volvió ex al suyo
en una operación tan coloquial
que anticipó a Pavón mientras escandalizaba
la sobriedad borgiana:
“si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido”
escribió con un pie en el mar
porque parece ser que lo que empieza como poesía
está destinado a terminar como novela.
 
 
12
 
Chicas es una palabra dulce
que no tenemos que dejar de lado
aunque nuestra edad la desmienta.
“Si alguien me llamara, me buscara
preguntaría por una niña de mil años”
nos dice Amelia Biagioni.
Sobre esa chica vieja escribí hace mucho un ensayo
que titulé “En el bosque de Amelia Biagioni”
porque ella se describe a sí misma
como una caperucita que arrastra por el bosque
la pesadez de una pregunta milenaria:
“Con saltitos de Martín cazador
llevo mi caperuza de pelo blanco riente
cubreojos perpetuos que ocultan el asombro
siempreverde atavío de mítica palabra natural
botines que saben andar sobre la hoguera
y en la mano un lápiz azul —de mi sangre remota—
que me sella los labios
mientras inscribe en mí sin rima otra versión
de mi pregunta milenaria”.
Amelia no especifica de qué versión de su pregunta
                                                         [se trata
pero en un bosque donde la infancia y la vejez se
                                                        [cruzan
lo más lógico en mi caso sería preguntarme
qué camino debo tomar para evitar el miedo.
Por eso pienso que si ella viviera hoy
seguramente no se contagiaría
porque la caperuza de pelo blanco riente                  
y los cubreojos que ocultan el asombro
la transformarían en una chica más
de esas que saben marear al lobo
con el acertijo de la edad.
Y sin embargo y sin embargo
lo que empezó como poesía
tuvo que virar hacia la novela.
Cuando Amelia leyó mi ensayo
se incomodó porque en varios tramos
llamé nena a la niña y las nenas,
según ella me escribió después en una carta,
“no tienen libertad ni el don de recibir aleteos de la
milenaria sabiduría”.
Yo que por esa época estaba montada
p-
en mi tonta pretensión de ser Kamenszain y no
                                                         [Tamara
le pregunté enojada a la poetisa
si acaso tenía miedo de que sus lectores más pacatos
se escandalizaran por el uso de una palabra tan
                                                 [coloquial.
Y sin embargo y sin embargo Amelia
no era ninguna estrella del mainstream literario
sino que su críptica rareza asustaba
mucho más que la palabra nena.
Así fue como en un acto de magisterio extremo
la rara usó a vuelta de correo un oxímoron
del que aprendí que si una palabra molesta en una
                                                                     [época
puede hacernos revivir en otra.
Me explicó que lo que yo había escrito sobre ella
le producía “un feliz desgarro que hace volar”.
Ella no solo no se había contagiado
de los prejuicios de su generación
sino que se desgarró para poder volar hasta la mía
con una generosidad que la puso por encima
y a resguardo de cualquier estereotipo.
 (Marzo-Diciembre 2020)
 
 
(Del libro: Chicas en tiempos suspendidos,
Eterna Cadencia, 2021)
 
 
Tamara Kamenszain
 


 
Tamara Kamenszain. Nació en Buenos Aires, en 1947. Poeta y ensayista. Premio Konex de Platino 2014. Premio Konex 2004. Sus nueve libros de poemas están recopilados en el tomo de su Obra Reunida, La novela de la poesía (2012). También fueron publicados sus ensayos El texto silencioso (1983), La edad de la poesía (1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000) y La boca del testimonio (2007). Sus libros fueron total o parcialmente traducidos al inglés, francés, portugués, alemán e italiano. Ha Impartido cursos, seminarios, talleres y conferencias en universidades de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio de la Crítica de la Feria del Libro, el Primer Premio de Poesía Festival de la Lira, el Primer Premio Municipal de Ensayo, la beca de la Fundación John Simon Guggenheim y la Medalla de Honor Pablo Neruda del Gobierno de Chile. Pertenece a los neobarrocos de la generación del 70, junto a Néstor Perlongher y Arturo Carrera. Falleció en 2021.  


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