1.Ciudad
El fallo
De Jesús, el tiempo —más limitado que el de Yavé—,
—el que sin embargo no había sido suficiente, pues
los contornos quedaron difuminados, debió
elegir un pueblo, sólo uno, y no caló
en él lo bastante—, rodeó, torneó, esmaltó
el amor; erigió cuanto con él pudo: la
iglesia faro, pero faro en una borrasca
cuyos límites no alumbra, precipitándose por eso
almas sin cesar en los torbellinos.
La lección hemos aprendido: no hay amor completo
sino etapas de construcción, paredes a medio encalar.
La gran inversión
La noche rimada por el canto de los grillos;
la mañana, pájaros entre los edificios;
benteveos, atolondrados gorriones.
Pájaros y grillos no son fraternos.
Unos devoran a los otros.
Y el universo está poblado
de rechinamientos,
crepitar en los confines.
Las mañanas devoran la noche
y la noche el ocaso traspasado
de místico resplandor:
la belleza en el mundo se sucede
a interés constante,
una caja equilibrada de desastre y fulgor,
hervidero de insectos y de pájaros.
El
profeta de las explosiones
No pienses, dijo el sabio, en las grandes
ciudades
arrasadas por la dinamita, pues la tentación
de volarlas implican desde que fueron
construidas.
Piensa en que la guerra destruye los barrios,
los barrios de casas pequeñas y salvajes
jardines,
de casas grandes y apartadas, también;
casas con arañas, donde la intemperie juntaba
lenta, conmovedoramente, sarro en los vidrios
altos,
hongos muertos en la madera, en un trabajo
que creía de siglos.
(De "El capital-La lírica",
Barnacle, 2024,
Envío de Alberto Cisnero)
Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949)
Pueden LEER la biografía y más poemas en entradas anteriores del autor.
Fotografía: Malena Q.
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