A la madre Hogarth la encadenaron
a un minúsculo obelisco de piedra carmesí.
La ubicaron para el cachetazo.
Cualquiera puede infligirle una herida cortante de arma blanca
o propinarle un golpe contundente.
Cualquiera puede divertirse con ella,
que sangra y brilla en hematomas espléndidos.
El semen le chorrea por las piernas y ha perdido un ojo,
consecuencias del látigo.
Le arrancaron también todos los dientes
para verla florearse con más clase
en su habilidad de mamavergas.
Pero.
“Yo soy tu proveedora de droga”.
No es un consuelo, es una profecía de universales esperanzas.
Y cuando la canturrea en forma de canción
no hay quien deje de escucharla.
“Yo soy tu proveedora de droga”
En los alrededores de Once,
en mi recorrida,
hice negocio con un renguito y nos fuimos juntos.
Con cuidado.
Había que rehuir los patrulleros.
Cuanto más límpidas te parezcan
Las aguas del lago
Y aun cuando creas
Rebosar de plenitud
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Cuando contemples
Con mirada ascendente y pura
El triunfo de los pájaros
Y la derrota de las olas
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Cuando vayas al encuentro
De la amada o el amado
Sintiéndote seguro
Del esplendor de sus pupilas
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Y no me abandones
Prematuramente
No te comportes
Como un ingrato
Recuérdame siempre
Yo soy tu proveedora de droga
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985)
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