No deseo hablar con alguien que ha escrito más libros de los que ha leído.
domingo, 24 de abril de 2022
HAIGA RÉQUIEM
Fragmentos iniciales
“Mueres despacio a las cuatro de
la tarde inmóvil.
Comprendo que me estoy quedando
solo.”
Del poema “La amiga” de Alfonso
Sola González.
Hoy los hijos dejaron de
nacerme. La luz regresa, hace viento el camino. La primera tuvo nombre de hada. De ventanal al cielo, sin tormenta. Después, llegó el segundo, su corazón de árbol supo apartarlo de las multitudes. El tercero fue un viaje hacia la noche. Sólo que no había luna ni había cielo. Llanto desgarrador. Herida que sucumbe es otra herida. Llanto herido, después: la sepultura. Mi mujer viste luto hace diez años. Ya no me quiere hablar. No me perdona. La casa se ha poblado de silencio. El sacerdote ocupa el centro de la mesa. Habla de resurrección, de hacer el bien por el bien mismo. Nadie puede mirarnos a la cara. La casa es de los otros. De los que hacen el pan en vez de perder
hijos. Nadie puede vivirse hasta la muerte. Sólo aguardan dos llaves. El sacerdote asiente. Las palabras no existen. Hay sólo renacer. Remordimiento. Nada de lo que voy a darte nos hará regresar. Desdecirse es un estado ambiguo. Inventario de flores cada día, para llegarme a vos. Hueso que cala sangre en la desolación de tu camino. De sabermos a muerte hasta morir. Hijo que no pudiste ser frente al dolor. Cuando enfrentabas el dolor y eras el todo poderoso. Quiero poblar tu muerte para que no me calles. Para que cuentes mil aunque haya diez. Quiero dejarte abandonado por la espalda. Por esta lejanía de sentirte. Tu madre se ha callado. Aguarda arrodillada en las esquinas. Su corazón no late. Sólo derrama noches. En siete cantos viste el amanecer su desconcierto. Mi madre ya no sabe de mí. No sabe de mis hijos más que el nombre. Los años han pasado. Ha pasado el adiós y no ha dado repuestas. Morir el hijo estoy cada semana. Se derraman los días en el viento. Ha pasado un caballo con modo imperativo. No hay perdón. Ya no queda paisaje al recorrer tu luz, aunque la sombra habite cada rincón de vos que no te sé. Ya no puedo inventar tantas señales. Tantas nubes que andan cielos de abajo hasta tus ojos. Siete días por siete al nacer otra estrella. Resplandor que anochece y olvida tardecitas. Mi mujer ha cambiado de nombre. No sé cómo llamarla. Sus ojos no responden a este cielo. Su mirada es de rojo
sacrificio. Morir cuando no hay muerte. Tan sólo una señal. El gesto de algún Dios olvidado en la tierra. Te escribo sobre un diario sin memoria. Por abolida suerte de estar solo. Veo barcos sin puertos cada día. Veo que no hay lugar en donde había lugares. Respiro el aire confuso de los años. No se puede vivir para pensar. (Como
palimpsestos) ********** He muerto en cada libro. He muerto en mis tres
hijos. Ahora, me
visita una voz desconocida. Pasan siete caballos y el hombre es uno solo. Uno aprende
a morir con el
ocaso. *********** Esta muerte es de a dos y estira su esqueleto hacia la
nada. *********** Por momentos necesito un descanso. Necesito saber que alguna
vez volverás que sonarán las campanas de la
iglesia y será
otoño. Compartiremos lo poco que nos queda. *********** No sé
vivir alterado por
puertas por ventanas consumiendo
el veneno que mi luz incorpora
como propio, en este
resurgir sólo quedan
cenizas. Mi padre me ha pedido que deje de dañarme, que detenga de una vez
por todas el dolor. Mi madre
sueña con un campo celeste. Mi mujer
reza con su mano en mi
frente. *********** Réquien
haiga por todos.
Martín Carlomagno(Concepción del Uruguay; Entre Ríos,
Argentina, 1978) Nota bene: Este libro es un solo y largo poema dividido en
estrofas. Por lo cual publico unos primeros fragmentos y luego hago una especie
de palimpsesto con el resto del libro divididos por asteriscos) Las limitaciones
del blog impiden publicar el libro entero. Pueden LEER la biografía completa en una entrada anterior del autor.
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