No deseo hablar con alguien que ha escrito más libros de los que ha leído.
viernes, 29 de junio de 2018
LA ENCENDIDA CALMA (2)
XI
Ella es él y él es ella, dos son muchos,
como hoy es mañana y ayer o siempre son lo mismo:
uno en el otro se trasvasan como mareas de un mismo mar
hasta no ser uno ni otro sino todos y todo
en costas infinitas que las aguas vuelven distantes, diferentes.
Terribles son las horas que faltan
para que el otoño se apiade
y acorte los días.
Alberto Szpunberg (Buenos Aires, Argentina, 1940)
miércoles, 27 de junio de 2018
LA ENCENDIDA CALMA (3)
XXVI
La mujer que amo
no es siempre la mujer que amo.
A veces,
se parece tanto a la mujer que amo
que vuelvo a amarla
como si no la conociera.
Cuando estoy perdido
irrumpe en mis sueños
y me encuentra:
creo que dice mi nombre
para que yo crea que soy yo
pero yo soy otro que la ama.
A veces,
suelo equivocarme
y la llamo por su nombre,
pero ella sigue de largo.
Como la casualidad rige sus pasos,
yo sé que viene hacia mí.
Cierra los ojos
hasta que encuentro en sus caricias
las líneas de sus manos
que descifran a tientas mi futuro.
Alberto Szpunberg (Buenos Aires, Argentina, 1940)
IMAGEN: Fotograma de "Persona", de Bergman.
lunes, 25 de junio de 2018
LA ENCENDIDA CALMA (4)
XXXIII
Ella se desnuda como si todo,
aun lo que será,
ya fuera cierto,
mientras los compañeros caballos
bordean la ensenada:
las olas espejan sus crines
que cubren la playa
de canto rodado:
van en fila hacia la isla
que galopa sobre las aguas,
sostenida
por la moción de un relincho
que el viento debate y multiplica.
Alberto Szpunberg (Buenos Aires, Argentina, 1940)
sábado, 23 de junio de 2018
UNAS BOLITAS DE MERCURIO
La delicadeza lírica.
La Paz. La profundidad del alma.
¿Pero qué profundidad sería ésta
sin la belleza (estúpida, sentimental)?
La condena de la belleza
es siempre
(es siempre)
ser sentimental: como el arte,
un golpe bajo.
—Teníamos esas virtudes, sólo ineptas:
en las yemas de los dedos
estaban el juicio
y los signos:
la mujer que se maquilla
y el hombre que se emperra.
La Proclama:
por un arte/sano.
La Pancarta:
los títeres
sufren más.
EL NO VERSE EN VERSO
La incomparable intimidad del orgullo
Confirma a Hegel y anticipa
una audacia mayor: la del marxismo,
que incansable trabaja por un solo objetivo:
el fracaso.
Pero de qué clase de fracaso se trata
Hegel introduce lo real
en lo real de la muerte
y es así que arranca de cuajo
Un fruto
Una riesgosa partida y su apuesta
El todo o nada limitado a un punto
A la disputa por un negro amanecer y gana
Gana un corte, el hachazo imperial, absoluto
de un principio de razón, que es la muerte,
y también gana el derecho
Tan moderno
de mostrar a la muerte desnuda
adornada sólo por una perla
esa joya que tal vez no merricemos
El punible comienzo de la Historia
Un paso más sin embargo
Y ése lo dieron los marxistas
Que asediaron las murallas
y por fin nos impidieron
abandonar el temblor
Aterrado de la Historia
así como el amor al corazón y a la distancia
de la catástrofe imposible de evitar.
Hoy ya está prohibido
vivir como en el mito reversible
la aberración de la muerte interminable
Le mostré estas líneas a mi culta prometida
Y obtuve la pera madura de un resultado sin tacha
con tu más que es mi cruz
me quedé solo en mi cuarto empedernido
Desligado ya de todo compromiso
las ventanas estaban abiertas
Me gustó mirar el río
hace tiempo dejé de preguntarme
por qué mi pensamiento o el impulso
que luego se convierte en pensamiento
Debe abolir a una mujer y escribirse
Desasosiego de repetir el mismo comienzo
maquillado de muerte y de historia
y también la infantil alegría
de fortalecer cada vez más mi propósito
el de cansarme y aterrarme y sonreír
cuando en mis manos queda el triunfo firme
El siempre lo mismo
la incomparable intimidad del orgullo
LA: íntima perla de Lugones
era grande: logró escribir concha, no vagina.
El íntimo cuchillo en la garganta del vencido
El amor los dejará para unos labios
sabios en la ida y vuelta e ignorantes
bah del hormigueo del tiempo a pesar suyo
Y sin embargo
Ahora que el tajo ya está hecho
Y la Historia constituida
Me gustó mirar el río
“Hegel” no, tampoco los “marxistas”
y con la “Historia” ocurrió lo mismo:
nombres que aparecen en estas líneas
sólo para decir: estoy CANSADO,
hasta aquí llegó, por hora, lo que de mi virtud merecía
Hablo en serio
Pero lo imperdonable fue nombrar el río.
***
Hay gente con nostalgia
La década del ’30,
de sus ultrajes afilados.
Se estaba mejor, se dice
en esa placenta.
En San Isidro y sus barrancas,
el refinamiento disimulaba a los tarados
escuchando a Tagore, Ortega,
gente medio culta
y peores deslices
(para reírse: hasta el conde Keyserling).
Mientras la limosna llega, pensarían los hombres sabios
Mejor mirar al río, la vista fija,
la boca apretada
para aguantar la risa:
no perdonaba chistes
la bestial Victoria Occampo;
la estulta,
Que se lo pregunten al ético Borges
y a ese genio que es Pepe Bianco.
PRIMERA INTRODUCCIÓN A LOS TADEOS?
Y así no hay relato que progrese,
la palabra está aquí, en este lugar.
El cuerpo, en un crepúsculo de blandura
(o varios amaneceres) se envuelve en una piel con agujeros
—escribamos— se triza en el lugar,
y así.
El primer tono, el humorístico,
queda de lado como el cuerpo y el humor.
Cosa de hombres,
la máquina de escribir se traga a los hombres
(rasga el manuscrito)
con evidente perfección
poco menos que fordesca.
Perfección, en fin. Pero de adónde
ha de venir a ser posible ella
(invidia desolada del campo huero)
si certeza hay una sola y común,
la tercera.
Es el encanto,
todo se entiende tan bien
tan injusto suena aquello
(ese decir: naides entiende).
Entenderse, y tan claro.
Cada uno habla desde su lugar
invirtiendo el lugar.
Propone el estigma de la adivinanza
y el enigma crece. Crece
hasta crecer
hasta creerse en el haber nacido
y en payada cualquiera se raja.
Rezuma en su encordado:
“Ajá: o el hombre se hace mundo
o zas: el mundo hombre se vuelve”.
Tanto la una como la otra,
esas dos procosas
imposibles son.
Entonces telón.
Veintisiete letras.
UNAS BOLITAS DE MERCURIO
a Susana Cerdá
Cuando la pasión se hace fuerte, pero muy fuerte,
El cielo monta su gatillo
Y entonces estamos perdidos
Mi muy querida
Más, tal vez, nos valdría...
¡Oh, no, nada nos valdría!
(Salvo este gustito de perecer en el intento)
Porque la cuestión es nuestro galimatías adrede.
Claro: no hay cuestión.
Aunque (jamás escribir aunque)
¿Por qué no hay cuestión?
No me preguntes, querida
Ya estoy un poco harto de tus preguntas
¡Aunque!
Igual te amo al calor del diálogo
Y, y no nos entendemos
Prefiero tus pies de monja sobre la boca
“Del que no sabe pensar”
Yo
Electrizantes pies de monja
Cada uno de tus hermosos pensamientos
Los tiraré a la basura
¡Aunque!
Porque siempre estaré a tu lado
Millones de lados
Una sola mujer
¿Dónde estás, paradisíaca?
Osvaldo Lamborghini
(Poesía Completa -
Edición al cuidado de César Aira)
Osvaldo Lamborghini nació en Buenos Aires en 1940. Poco antes de cumplir los treinta años, en 1969, apareció su primer libro, El fiord que había sido escrito unos años antes. Era un delgado librito que se vendió mucho tiempo, mediante el trámite de solicitárselo discretamente al vendedor, en una sola librería de Buenos Aires. Aunque no fue nunca reeditado, recorrió un largo camino y cumplió el cometido de los grandes libros: fundar un mito. En 1973 apareció su segundo libro, Sebregondi retrocede. Poco después formó parte de la dirección de una revista de avant-garde, Literal, donde publicó algunos textos críticos y poemas. Por algún motivo, sus poemas causaron una impresión todavía más enfática de genio que su prosa. Durante el resto de la década sus publicaciones fueron casuales, o directamente extravagantes (sus dos grandes poemas, Los Tadeys y DieVerneinung [La negación], aparecieron en revistas norteamericanas). Unos pocos relatos, algún poema, y escasos manuscritos circulando entre sus numerosos admiradores. Pasó por entonces varios años fuera de Buenos Aires, en Mar del Plata o en Pringles. En 1980 salió su tercero y último libro, Poemas. Poco después se marchaba a Barcelona, de donde regresó, enfermo, en 1982. Convaleciente en Mar del Plata, escribió una novela, Las hijas de Hegel, por cuya publicación no se preocupó (no se preocupó siquiera por mecanografiarla). Y volvió a irse a Barcelona, donde murió en 1985, a los cuarenta y cinco años de edad. Esos últimos tres años, que pasó en una reclusión casi absoluta, fueron increíblemente fecundos. Su espolio reveló una obra amplia y sorprendente, que culmina en el ciclo Tadeys (tres novelas, la última interrumpida, y un voluminoso dossier de notas y relatos adventicios) y los siete tomos del Teatro proletario de cámara, una experiencia poética-narrativa-gráfica en la que trabajaba al morir.
(del prólogo de César Aira al libro "Novelas y cuentos")
jueves, 21 de junio de 2018
EL SALVAVIDAS (para Christian Jorge Larsen)
Yo no podía decirte que no, ese “no...o”,
porque te me había apegado: así,
cuando me bajaste la malla con musculosa mano,
sin saber lo que ocurriría pensé:
ahora tendré otra alma en mi alma
grabada, y otro cuerpo henchido en mi cuerpo,
hasta diría: en mi corazón.
Fue más poderoso el amor que el dolor de la penetración.
Eras bañero. Yo me enorgullecía:
¡Cuántos se habrán ahogado mientras vos te dedicabas a montarme!
Y con los años: ¡cuántos me habrán montado
mientras, viejo, vos perdías el acceso
al mar
al Atlántico
que es feroz y perfecta
perfectamente traicionero!
Y no te comparaba con los dioses griegos
(me abstengo de semejantes boludeces).
Me parecías más bien la rapiña del ave,
los excrementos se adherían a un miembro
¡nada sutil!
cuya premisa mayor era la de no pertenecerme.
(impronunciable, de todos modos, aquel “no...o”)
Es seguro que todavía lo tenés colgando,
so ganso, aunque ahora te condenaron
por una serie, raid, de estúpidos asaltos
—la verdad: nunca fuiste una lumbrera—
Y bien,
y ahora, las locas carcelarias se harán la fiesta.
¡Que no es la misma!
***
Se empieza en la esquizofrenia
digo yo
y se termina en la femineidad
luego de un breve tránsito
por el amor
digo yo
por lo que yo
sé
¡pero cómo me gustaba su cuerpo!
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985)
martes, 19 de junio de 2018
JUANA BLANCO
Soy una mujer, joven, por la treintena
entendida en muchas cosas
incluso universitaria
profesora:
con un buen par de piernas
y tetas sin corpiño:
caliento a los machos,
bárbaro: así de mí hablo, puta vanidosa
...porque...
¡a tantas cosas ando fallo!
sin embargo.
No tengo pene, por ejemplo.
No tengo y no tengo.
Y no sé si esto va en broma. Y no sé
si esto es
es en serio.
Yo me llamo Juana Blanco,
Soltera y con...
con mis menstruaciones
y con todos esos hormigueos
que van de las uñas pintadas de los pies
el depile sobaco y la pintura
hasta las milagrosas, sí milagros
jaquecas justo en el momento de acabar
cuando empiezo a susurrar y medio
hasta gemir
hecha una horqueta debajo del tipo,
sea
sea que me la den
por adelante o por el culo:
por atrás.
Zonas, en fin
zonas erógenas si así se dice
¿para qué echar panes?
la verdad no tengo:
hormigueos entonces,
hormigueos por todo el cuerpo.
Hormigueros.
Y las hormigas me van a comer
toda la carne hasta los huesos.
Por mi culpa. Por hacer mientras me maquillo
mohines frente al espejo.
Por yegua y por caliente.
Yo me llamo Juana Blanco
y es mucho, demasiado,
lo que me pajeo. Pero,
no puedo remediarlo.
Me encanta estar echada
y yo solita dármela.
Miro el techo y primero susurro
ronroneo, así empiezo,
y en el cúlmine después jadeo.
También sueño ensueño
en pleno día a veces
(¡esos sí que días plenos!)
Antropóloga, profesora de His
—¡vaya Historia!— me cago sin embargo
me recontracago en los tres mundos
en Oriente y Occidente
en las deres, el centro y las izquierdas
pacíficas o frenéticas guerrilleras.
Juana Blanco yo me llamo,
vengo de una
—así se ortiva,
me meo por el lunfardo— familia
buena por el apellido y por los mangos,
una familia de la alta
burguesía argentinoide.
(Sarmiento: “Argentino es anagrama de ignorante”)
Pero, cuándo no, fue Macedonio
—yo me llamo Juana Blanco—
el que dijo al enterarse del pegol de Uriburu,
“Corremos peligro de que” —¡este deque,
digo yo!— “en los manuales psiquiátricos cambien
la designación de mongoloide.
Ahora en su lugar pondrán, saben,
argentinoide”. Las espadas
salvadoras son,
aunque un sorete me importan,
neuronas muertas.
Con ellas valúa y transvalúa
el economista demente
y así,
aunque me cago con mi culo
por tantas porongas siempre abierto,
así el loco de la economía
y el paquete armado con sus neuronas muertas,
así construyen el infierno.
Yo no soy pobre.
El cono Sur, la tortura y el hambre
y las ejecuciones y las boletas,
Latino
América,
todo esto me divierte.
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985)
domingo, 17 de junio de 2018
EL RETORNO DE HARTZ
La música se lleva en la bragueta
o en el corpiño si uno es hembra
pero
Hartz
el pobre Hartz
el pobrecito Hartz tan moderno
en el sudor de su grasa llevaba el pentagrama
la notación de esas parcas
miserables perlas
(lo imposible igual es no tenerlas
Hartz es poco
y harto calla
y mira por la ventana
y no es para él tampoco
para su laya
la bendita estrella de la mañana
Judío pero no del Antiguo Testamento
más bien un liberal apenas, a secas,
ni siquiera acérrimo,
Hartz entró en el Tortoni
y entre los mármoles buscó una mesa.
Así como de libros, La Casa Editorial,
también tenía acciones de alpargatas.
Pidió primero un té.
Después, una menta:
no tanto para beberla
como para divertirse con sus colores memos.
Pero el tiro le salió por la culata:
se aburrió
como el suicida Svichigailov
cuando la noche previa de pindongueo y aguacero
anunció su largo viaje
irrumpiendo en la casa de su novia
que púber y dinero y padres y rubor
sólo era una nena
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985)
viernes, 15 de junio de 2018
“Yo soy tu proveedora de droga”
A la madre Hogarth la encadenaron
a un minúsculo obelisco de piedra carmesí.
La ubicaron para el cachetazo.
Cualquiera puede infligirle una herida cortante de arma blanca
o propinarle un golpe contundente.
Cualquiera puede divertirse con ella,
que sangra y brilla en hematomas espléndidos.
El semen le chorrea por las piernas y ha perdido un ojo,
consecuencias del látigo.
Le arrancaron también todos los dientes
para verla florearse con más clase
en su habilidad de mamavergas.
Pero.
“Yo soy tu proveedora de droga”.
No es un consuelo, es una profecía de universales esperanzas.
Y cuando la canturrea en forma de canción
no hay quien deje de escucharla.
“Yo soy tu proveedora de droga”
En los alrededores de Once,
en mi recorrida,
hice negocio con un renguito y nos fuimos juntos.
Con cuidado.
Había que rehuir los patrulleros.
Cuanto más límpidas te parezcan
Las aguas del lago
Y aun cuando creas
Rebosar de plenitud
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Cuando contemples
Con mirada ascendente y pura
El triunfo de los pájaros
Y la derrota de las olas
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Cuando vayas al encuentro
De la amada o el amado
Sintiéndote seguro
Del esplendor de sus pupilas
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Y no me abandones
Prematuramente
No te comportes
Como un ingrato
Recuérdame siempre
Yo soy tu proveedora de droga
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985)
miércoles, 13 de junio de 2018
HE LLEGADO
Sí, he llegado.
Estoy en la casa de su mujer.
Señora, piedad. Ábrase de piernas.
Sésamo, ábrete. Me gustan estos muslos
de manteca. Me gusta abstractamente claro, la muerte
Ella y su corpiño,
por añadidura negro, hacen aparecer
Los senos inefables.
Si desde la ventana me disparan
Mientras estoy en cópula
El disparo me desparramará los sesos
Y me iré al hueco sin cabeza.
Usted, Señora, fue su mujer y lo es aún.
Cuénteme de ese hombre suyo:
Señora, sus tobillos,
Por de alguna manera decirlo
Tienen la rara calidad del alabastro
Y la blancura de las hostias.
Las venitas del empeine,
de la mala pécora del empeine,
Son todos mis días de deseo, los
cálices,
Una vida religiosa de deseo.
Empeine, Empeine
Oh Señora
Oh Clítoris
Mi lengua crotta quiere estar ahí
En su covacha de sal incierta
En la penumbra de la hornacina.
Encendió el hornillo y puso el agua.
Me excitó no poco verla moverse por la cocina
envuelta en aquel vestido
tan ajustado. Todo
en ella me atraía.
A la noche me tomé una botella entera de ginebra
y unas cuantas pastillas de veronal.
A la mañana siguiente no estaba muerto
Osvaldo Lamborghini (Buenos Aires, Argentina, 1940- Barcelona, España, 1985)
lunes, 11 de junio de 2018
LA IMAGEN RUEDA
Alguien
toma la palabra como quien bebe un vaso de agua
como
quien bebe un vaso de vino sereno uno
embriagado el otro
la
palabra dice y no dice señala y
señala algo distinto
alguien
dice alguien tiene la palabra aclara
acota responde
alguien
pregunta otro dice tener las
palabras dice tener la palabra
el oro de la lengua
dice el oro (así lo dice) el oro de la
lengua
alguien
dice tenerlo otro lo retiene lo roba
otro más lo deja ir
como
río sin agua lo deja ir como perro
enfurecido alguien no quiere oír
no quiere
escuchar las palabras (dice) están
rabiosas muerden
alguien teme las
palabras teme que otro le dirija la
palabra
ahí de frente con
su cuchillo la palabra es un cuchillo afilado
(dice el
otro) la palabra mata como una
espada como río con agua
la palabra
salva (dice alguien por ahí) la palabra (dice ese) es un salvavidas
eso es la palabra (dice) ahí lo
real tiene dientes
ahí martillean las
palabras
allí
(adentro) como quien martillea un sillón desfundado.
*
(a dareila)
Como un monolito
muy pesado como una espada que corta
como una piedra
rugosa o una pared llena de texturas
como una puerta que no se abre como un pez que se escapa
sólida cortante
áspera
infranqueable huidiza
como una espada
que corta como una puerta que no se
abre
(afuera) adentro
cortante como un monolito lleno
de texturas
áspera como un pez que escapa
infranqueable como una espada
rugosa
sólida como una puerta que corta
áspera cortante huidiza
así es
desprovista de
nombres hueso para roer
dareila.
*
más rápido, más
rápido [decía en la pantalla] ─ conteste
rápido y puntual─ (pensó
sin pensar) ─rápida y exacta la respuesta─ la velocidad (pensó) y luego el miedo
todo marchando
─sin pausa─ la pausa es el error (pensó)
[como máquinas]
─rápidos y
exactos, puntuales y veloces─ (sin
pensar) pensó:
“la
inteligencia es una serpiente sigilosa se arrastra lenta hasta dar veloz con su
presa”
pausa….
…pausa…….y de pronto el zarpazo ─así el
tigre─ así el cazador─
la
caza estática? (recordó aquel concepto)
¿cuántos
tipos de inteligencia hay?
[mientras tanto la máquina la había vencido]
(Del libro inédito:
"La imagen rueda",
envío de la autora)
Tania Favela
Tania Favela Bustillo (Ciudad de México, 1970). Cursó el Doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México. Publicó el libro de poemas Materia del Camino (Compañía, 2006), la traducción (junto con Jahel Leal) del libro En la tierra de Robert Creeley (Textofilia, 2008), el libro de poemas Pequeños Resquicios (Textofilia, 2013) y la antología de poesía El desierto nunca se acaba de José Watanabe (Textofilia, 2013) y Un ejercicio cotidiano, selección de prosas de Hugo Gola (prólogo y selección, Toé, 2016). Actualmente es académica de tiempo completo en la UIA. Desde 1994 imparte clases de literatura en el Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana. Del 2000 al 2011 formó parte del Consejo Editorial de la revista El poeta y su trabajo dirigida por el poeta argentino Hugo Gola. Ha publicado poemas, traducciones y ensayos en distintas revistas, tales como El poeta y su trabajo, El pez náufrago, Este País, Periódico de Poesía de la UNAM, Revista Laboratorio (Chile), Tierra Adentro, entre otras.
sábado, 9 de junio de 2018
LA SOMBRA DE LA AZUCENA
VI
La vela que gotea sobre el mantel bordado.
La piel, pétalo sobre la fuente abandonada.
A un hombre le sangra la nariz rota de un golpe
en un ring de suburbio,
con las paredes húmedas
pintadas de naranja. Una mujer se levanta de una sala
a la que no habrá de volver dejando atrás
la infancia y la muñeca. El racimo y el sueño.
Y no haber nadie
Nadie que espere en ningún sitio.
Apenas si se barren los restos de la cena.
Apenas si se nombra el porvenir.
Apenas el ala violeta del sombrero.
El tacto, apenas.
Láquesis
Es un prisma. Es un prisma que gira.
Es un prisma que fragmenta la luz, la descompone.
Es un sueño la luz.
Es un sueño la luz que se repite.
Es un espacio verde, que se hiciera
Hay dos amordazados en la luz
en el preciso verde.
Gira una vez el prisma y se hizo tarde.
Gira una vez la luz y hay un zapato suspendido en la esquina
un montón de arañitas verdes, casi transparentes que caminan
incendiándose el lomo, sobre una tela casi transparente que no
deja respirar a los que de una manera casi transparente
empiezan a quemarse.
Afuera, alguien salta tratando de mirar por la ventana
un golpe apenas en el vidrio, una marca de sangre.
Y es la luz, los irisados tonos de la angustia
Ese silencio bordado de la tela
Crujiendo, desde la lluvia verde, casi transparente.
Silvia Guerra
Silvia Guerra nació en Maldonado, Uruguay, en 1961. Es una firme activista del intercambio poético y una presencia frecuente en recitales de poesía. Sus libros publicados son De la arena nace el agua (Montevideo, 1987), Idea de la aventura (Montevideo, 1990), Replicantes astrales (Montevideo, 1993), La sombra de la azucena (New York, 2000), Nada de nadie (Buenos Aires, 2001), Estampas de un tapiz (New York, 2006), Fuera del relato. Una biografia aproximada de Lautreámont (Vitoria-Gasteiz, 2008),Pulso (Madrid, 2011). Con Verónica Zondek es la editoria de dos volúmenes de investigación: El ojo atravesado I. Correspondencia entre Gabriela Mistral y escritores uruguayos (Chile, 2005) y El ojo atravesado II. Gabriela Mistral enre los uruguayos(Chile, 2007). Con Mariela Dreyfus es responsable de la edición y prólogo de Poesía completa de Juan Parra del Riego (Sevilla, 2013). Ha sido coorganizadora del Primer Festival Hispano Americano de Poesía en Uruguay (1993) y de la Primera Bienal Metropolitana de Poesía en Uruguay (2006) y cofundó el sello editorial La Flauta Mágica. También es coautora de un libro de reportajes, Conversaciones oblicuas / Diálogos entre la cultura y el poder (Montevideo, 2002).