jueves, 2 de julio de 2015

CAZADORES EN LA NIEVE




MIRO UN CUADRO DE MIL QUINIENTOS Y ALGO, Y LO MIRO EN BUENOS AIRES
COMENZANDO EL 2014.


MAL COMIENZO

Porque no era así
(ni es así):
La luna no alumbraba compasivamente el espectáculo
de los cazadores en la nieve de Brueghel,
como no alumbraba con la misma compasión el mal aliento
del sueño donde un campo blanco
seguía hasta el fin del mundo (si es que eso termina),
ni menos la ecuación que hacía un niño, del otro lado del
mundo, en su clase de matemáticas,
bajo alguna mirada descolorida de maestro
tan descolorida y ciega
                         como un cielo de invierno
                         descolorido y ciego
con cazadores que van a ninguna parte, abrigados por sus 
perros flacos, 
oscuros como ellos, 
tan oscuros, 
tan ciegos, 
tan descoloridos, 
como ellos.

Dije:
Porque no era así
porque no es así:
hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio,
que unos cazadores pintados,
que una tan calma mecánica de lo que se disuelve
de
lo
que se
                      disuelve.



SEGUNDO CAZADOR

Se nos dirá que este es un mundo donde se derrumba la luz,
que la muerte es apenas un juego frente a un camarín con
máscara o disfraces de mal gusto,
que imaginamos actuar que imaginamos ejercicios gramaticales
y les llamamos comunicación,
que las palabras han perdido el sentido o sólo son lluvias de
saliva donde gotea el resentimiento,
que rezamos como un coro de cigarras o un hervidero de
tábanos
y que en cada gesto
hay un alambre de púas,
se nos dirá que el dolor se nos sale de todas partes y se expande
lentamente,
que nuestros pesados zapatos de invierno arañan el suelo y
nuestras palabras de amor parecen ronquidos y hasta se unen
para la complicidad de la injuria,
que son tristes nuestras calles como caminos de cacería,
nuestros cerebros como caminos de cacería,
que sólo pensamos en la eternidad cuando miramos lujosos
ventanales de palacio o vitrales de iglesia.

Nacemos a mitad del espanto.



NIÑA JUNTO AL FUEGO

Las horas en un cuadro se tuercen o se doblan,
hay una dulzura huérfana en esos momentos de estar en un
cuadro
y ser una niña destinada a desaparecer, 
como todo. 
Fuegos mecánicos, 
virtuales,
presuntas palabras de amor que algún día se quedarán sin 
huella.

Morir es la simpleza, 
el completo 
aburrimiento.



"Solaris" de Tarkovsky y el cuadro "Cazadores en la nieve"

Es un film de Tarkovsky : una escena
con un hombre detenido en un lugar donde el cosmos
sabe dar vida a los pensamientos. Es posible
que una mujer de sueños piense en el sueño de Brueghel
y sus cazadores.
Todo es partirse en dos:
la estrecha estrategia del mundo. Inventar
paraísos.
Vuelan lámparas y caireles de cristal,
hay un sonido fresco,
lacerante. Es posible salvarse del ronquido
de la angustia. En la penumbra translúcida
todo es
dulcemente
vacío.

Ellos se elevan, levitan, imposibles,
es un amor completo,
es un amor que no puede ser ni será
de este mundo,
(que no puede ser ni será
de este mundo).
Un lugar donde nada envejece
y todo se sostiene en el aire.
Se elevan también casas nevadas,
cazadores,
perros, pájaros, mujeres junto al fuego,
seres que patinan en hielo, campanarios. Nada que temer.
Los pasillos suben
a los cielos,
las casas
planean.
Se revuelven las cosas en el sueño, aparece lo intocado de la
infancia,
los cuerpos curvados de placer. Nada para el miedo. Cuenta
regresiva.

Todo brilla sobre azoteas blancas, no hay olores tristes. 
Algún patinador sube escalas de aire a grandes saltos. 
Alguna mujer dormida baja ingrávida la escala de ninguna 
parte.

Uno siente una alegría de dientes apretados:
la perfección de una imagen filmada o los perfiles de un
cuadro,
o un sueño cualquiera soñado por nadie. O la belleza imposible,
lentísima,
el feroz, delicado
puñal
de una música.



TERCER CAZADOR

Hay un tercer cazador más adelante
más pequeño que los otros,
(igualmente encorvado y vestido de igual forma).
Es él,
el que miente por gusto, el que caza mentiras.
La mentira tiene gusto a fresas escondidas debajo de la nieve.

El que se consume cada día
bajo un cielo disperso. El que olfatea otros pensamientos
como un perro. El del pensamiento que humea,
calor y fuego. Un pensamiento con olor a carne cruda,
inventada. El que, abrigado hasta los dientes,
cuenta estrellas en un cielo sin estrellas
como si hubiera estrellas,
cacerías. Por algo le atraen los acordes bajos.

Quién sabe que hay en su cabeza,
si harapos,
si inviernos para salir de caza
empecinadamente,
para medir le dispersión del cielo.
Es ése. El que mira a las mujeres frente al fuego,
perras todas:
él se inventa. El que dibuja mundos, perros, presas, cazadores,
casas, nieve, hielo, pájaros 
y mujeres.

La representación es esa forma de negar la sustancia.



ÁRBOL RAQUÍTICO

Si algo quiere decir un árbol raquítico en un cuadro (sea o no
de Brueghel),
si algo significa que la piedad no sirve, y si no, que le pregunten
a los inválidos,
si algo significa que con ciertos símbolos la gente se aturde o
el frío se hace más frío,
o que no se mueva en ningún lugar ni la sombra de un ángel
ni en ninguna memoria
subsista
ladrido alguno
ni del perro más
amado,
si algo quiere decir un árbol raquítico en un cuadro,
no es piedad, ni frío, ni aturdimiento, ni leyendas sin cumplimiento,
ni falta de sustancia en los afectos,
tampoco es la imagen de la muerte o una copia de arquetipo
confuso,
ni siquiera la tensión del despojo.

No está pintado para imaginar obviedades
bellas
o falsamente
profundas,
ni importa que sea un error del mundo,
un detalle siniestro,
o un buen efecto en el peor sentido de la palabra.

Me parece
un instante simple
(algún alba o atardecer del mil quinientos y algo en Flandes)
ese temblor
opaco o radiante
que detiene
el fatigoso
curso
    del tiempo.





Liliana Díaz Mindurry (Buenos Aires, 1953)







IMAGEN: El cuadro "Cazadores en la nieve" de Peter Brueghel, de 1565; título y motivo del último libro de la autora, editado por La Letra Eme Editorial, en 2014.




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