martes, 28 de julio de 2015

LO GRIS EN EL CANTO DE LAS HOJAS



















De Albada:
PARRA

Como si la belleza pudiera redimirme, ante el claro y fresco rostro 
por donde pasaste en el alba la espuma del jabón, el filo del acero,
                                                                                               /el agua tibia
repaso yo mis días, anudo pasados y futuros, ya no quiero morir; 
supongo que hay un margen de tiempo aún para este cuerpo y
                                                                                       /hunde sus raíces 
en la infancia y el padre, parece decirme tu sonrisa de talla barroca
                                                                                                    /pero viva. 
Como bajo una parra en verano contemplas un jardín zen detrás
                                                                                          /de los cristales 
y toda arquitectura te contiene y te vuelve sagrado, es un arte que
                                                                                 /dominas desde niño. 
Yo he soñado con morgues, con puentes que unían ciudades, con
                                                                                 /soleadas autopistas, 
con una extranjera que volvía y volvía a irse y con una palabra
                                                                                 /inventada que olvidé.



ALBADA DEL QUE MADRUGA EN DOMINGO

Adán de nuevo,
entre flamantes calandrias y cipreses,
de pie en el pasto fresco recién hecho,
usufructuario único del sol y del rocío
y de todo este aire;
cuánto que decirte en esta luz de oro al ras de las cosas, 
en la prehistoria del día, a esta hora 
que cada palabra funda mundos;

cuánto, si hubieras despertado también aquí, 
pienso y el peso del corazón encorva mi sombra.



                                         De: Refinería:


POEMA ESCRITO EN CAMINO ACÁ

Hoteles modernos con nombres vagamente italianos
o algo portugueses, era como sonaban
antes de nosotros
el mundo, la aventura:
a transatlántico, a mantel almidonado,
a azulejos marrones
con redondeles inscriptos en cuadrados,
el jugo de naranja
en un vaso cilindrico,
las formas racionales del amor.
Cosas de antes de nosotros:
un cartel en la ruta,
Seitú dice.
Una máquina del tiempo
que uso para irme.



REFINERÍA

¿Cuántos soles caben en una bomba atómica?
¿Hasta cuándo nos aburriremos? ¿Qué vendrá de peor
que aún no imaginamos?
¿Le sirve a la poesía aquel largo paredón blanco?
¿Le sirven esas filas de bolsas de basura,
la meada en el piso de cemento del refugio,
el 110 que no viene, la overa perra gorda echada,
la plaza triangular con un ombú raquítico en el centro,
un Siam Di Telia verde, los camiones de cuarenta años,
el hecho de que por lo demás este lugar parezca Boedo
y sea Rosario? "Si vas a volver borracho
-le habían dicho-
volvé enojado; si no, estás perdido".
Rodaba por su mapa,
estaba tan cansado de ser hombre,
hablaba de cine y de la lluvia en Seattle
y de lo posible y lo infinito.
Olor a parrillada, a choripanes,
ochocientos mil chalecitos peronistas, 
un chiste en el camino de Emboscada a Limpio, 
¿cómo sostener una pasión en este mundo? 
¿Cómo se hace para ser padre todo el tiempo? 
¿Cuántos cuartos de hora perdidos suman una vida?
Las botellas traen una sed como de cactus.
¿Somos acaso sabios más allá de la acción?
Todo lo que miramos se acumula
y forma —a la larga— una religión.



LO GRIS EN EL CANTO DE LAS HOJAS

¿Qué es un muerto?
Es un montón de ropa vacía.
Vacía pero con el olor de un cuerpo
que ya no dice nada. No es la sangre
de los muertos el problema. El problema es la grasa,
la grasa de los muertos que queda en las cosas que tocaron:
las asas de madera, lo gris en el canto de las hojas
del libro de cabecera o la guía de transporte urbano.
Todo eso huele y duele: el rastro del sudor y de las manos
de quien ya no se queda pensando bajo el agua, el silencio
de quien ya no tiene planes. Antes de matar, tengan piedad
de quien sea que vaya a abrir ese ropero
la mañana después;
piedad por quien halle la estela funeraria
de inservibles corbatas,
algunas con bordes grasientos y raídos
allí donde antes rozaban la nuca como una caricia.



Beatriz Vignoli (Argentina, Rosario, Santa Fe, 1965)