martes, 6 de octubre de 2009

El poema durante su borrador





















Lo inmaduro, lo hermético, lo balbuceante,
sus terrenos donde arar,
y adicionar, suprimir, enmendar,

atisbos promisores junto a excrecencias,
zonas de silencios junto a zonas dúctiles,
huellas de intentos
desechados, intrusas lágrimas y salivas.

De sí empieza a tomar conciencia,
y ante él te agazapas avaramente
retener sus notas fértiles, a expresión
elevando las más diáfanas,
un ir haciéndose
siempre en pos de uno único; la poesía
como un exclusivo discurso sobre la realidad,
devaneos sobre nuestra condición mortal.

Y ya consistente, aferrado su núcleo,
matizarlo, conferirle peripecias
que, supones intensifican el yo lírico,

de pronto, dudas cuestionando
apariencias, ¿es que una lámpara
tras cortinas, difuso iluminar,
está de cierto oculta, ciertamente?,
¿lo está una espada
dentro de su vaina?,
de pronto insipideces, cuando comparas
la lozanía de las flores invernales
con el atardecer de tus pasos.

Como en borrador, hasta que las formas
del poema lo decidan, sólo singulares de él,
y en el brillo de la letra
te lo incorpores, tu legado que ofreces
aunque a la vez un bien sin casa ni hogar,
ni señor ni amo conocido.


Alberto Girri (Argentina, Buenos Aires, 1919-1991)

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