lunes, 19 de junio de 2017

A MI AMANTE, AL VOLVER JUNTO A SU ESPOSA






Ella está toda ahí.
Fue fundida cuidadosamente para ti
y moldeada desde tu infancia,
moldeada a partir de tu centenar de estudiantes favoritas.

Ella siempre ha estado ahí, cariño.
Ella, realmente, es exquisita. 
Fuegos artificiales en el aburrimiento de febrero
y tan real como una olla de hierro.

Seamos sinceros, yo he sido pasajera. 
Un lujo. Un velero rojo brillante en el puerto.
Mi pelo agitándose como humo por la ventanilla del auto.
Una joven almeja fuera de estación.

Ella es más que eso. Es lo que tienes que tener,
ha elevado tu práctico crecimiento tropical.
Ella no es un experimento. Ella es toda armonía.
Ella cuida de que la barca tenga remos y toletes,

ha puesto flores silvestres en la ventana 
para el desayuno,
sentada junto al torno de ceramista al mediodía,
ha dado a luz tres hijos bajo la luna,
tres querubines dibujados por Miguel Ángel,

y lo hizo con sus piernas abiertas
en los meses terribles en la capilla.
Si miras hacia arriba, los niños están allí
como delicados globos pegados al techo.

Ella ha llevado a cada uno a lo largo del corredor
después de la cena, sus cabezas discretamente inclinadas,
dos piernas protestando, uno frente al otro, 
su cara encendida con una canción y un pequeño sueño.


Te devuelvo tu corazón.
Te doy permiso−

para la descarga en ella, latiendo
iracundo en la suciedad, 
para la puta que hay en ella
y la sepultura de su herida−
para enterrar su pequeña roja herida viva−

para la pálida bengala titubeante bajo sus costillas,
para el marinero ebrio que espera en su pulso izquierdo,
para su rodilla de madre, para las medias, 
para las ligas, para la llamada.


La curiosa llamada
cuando te cobijes entre sus brazos y pechos
y tires de la cinta naranja en su pelo
y contestes a la llamada, la rara llamada.

Ella es tan desnuda y singular.
Ella es la suma de ti mismo y de tu sueño. 
Escálala como un monumento, paso a paso.
Ella es sólida. 

En cuanto a mí, yo soy una acuarela. 
Lavable. 



Anne Sexton 


(Traducción: José Luis Reina Palazón)


FOR MY LOVER, RETURNING TO HIS WIFE

She is all there. 
She was melted carefully down for you 
and cast up from your childhood, 
cast up from your one hundred favorite aggies. 
She has always been there, my darling. 
She is, in fact, exquisite. 
Fireworks in the dull middle of February 
and as real as a cast-iron pot. 
Let's face it, I have been momentary. 
vA luxury. A bright red sloop in the harbor. 
My hair rising like smoke from the car window. 
Littleneck clams out of season. 
She is more than that. She is your have to have, 
has grown you your practical your tropical growth. 
This is not an experiment. She is all harmony. 
She sees to oars and oarlocks for the dinghy, 
has placed wild flowers at the window at breakfast, 
sat by the potter's wheel at midday, 
set forth three children under the moon, 
three cherubs drawn by Michelangelo, 
done this with her legs spread out 
in the terrible months in the chapel. 
If you glance up, the children are there 
like delicate balloons resting on the ceiling. 
She has also carried each one down the hall 
after supper, their heads privately bent, 
two legs protesting, person to person, 
her face flushed with a song and their little sleep. 
I give you back your heart. 
I give you permission - 
for the fuse inside her, throbbing 
angrily in the dirt, for the bitch in her 
and the burying of her wound - 
for the burying of her small red wound alive - 
for the pale flickering flare under her ribs, 
for the drunken sailor who waits in her left pulse, 
for the mother's knee, for the stocking, 
for the garter belt, for the call - 
the curious call 
when you will burrow in arms and breasts 
and tug at the orange ribbon in her hair 
and answer the call, the curious call. 
She is so naked and singular 
She is the sum of yourself and your dream. 
Climb her like a monument, step after step. 
She is solid. 
As for me, I am a watercolor. 
I wash off. 





Anne Sexton. Seudónimo de Anne Gray Harvey. Poeta norteamericana. Nació en Massachusetts en 1928. Se casó con Alfred Muller Sexton a los 19 años. Un año después de nacida su primera hija le diagnosticaron depresión post-parto, sufriendo su primer crisis mental e ingresando a un hospital neuropsiquiátrico. Regresaría allí varias veces, sobre todo luego de sus intentos de suicidio, que se agudizaron luego del nacimiento de sus segunda hija. Fue su médico quien la apoyó para que desarrollara el interés en la poesía que había mostrado en la escuela secundaria. En el otoño de 1957 se inscribió en un taller de poesía en donde conocería a Sylvia Plath. Unidas en una relación con matices que lindaban entre la identificación mutua y la rivalidad poética, fueron influencias la una para la otra, llegando a competir en las clases por quien escribía el mejor poema. En 1974, a pesar de su éxito como escritora –había ganado el Premio Pulitzer de poesía por su libro Live or Die- perdió su batalla contra la enfermedad mental. Luego de almorzar con su mejor amiga, Sexton fue hasta el garage, encendió el motor de su auto y se suicidó con el monóxido de carbono (1975).





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