domingo, 2 de noviembre de 2008

EL CUIDADOR DE REBAÑOS



ALBERTO CAEIRO


1


Yo nunca cuidé rebaños,
pero es como si los cuidase.
Mi alma es como un pastor,
conoce el viento y el sol
y de la mano de las estaciones
acompaña y va mirando.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
viene a sentarse a mi lado.
Pero yo me pongo triste como una puesta de Sol
para nuestra imaginación,
cuando al fondo de la llanura refresca
y se siente que ha entrado la noche
como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que debe haber en el alma
cuando ya piensa que existe
y las manos recogen flores sin que ella se dé cuenta.

Como un ruido de cencerros
tras la curva del camino
mis pensamientos están contentos.
Sólo me apena saber que están contentos
porque, si no lo supiese,
en vez de estar contentos y tristes
estarían alegres y contentos.

Pensar incomoda como andar bajo la lluvia
cuando arrecia el viento y parece llover más.
No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
Y si deseo a veces,
por imaginar, ser corderito
(o ser todo el rebaño
para andar desperdigado por toda la ladera
siendo mucha cosa feliz al mismo tiempo),
es sólo porque siento lo que escribo a la puesta del Sol
o cuando sobre la luz pasa la mano una nube
y corre un silencio por la hierba.

Cuando me siento a escribir versos
o, paseando por los caminos o por los atajos,
escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,
siento un cayado en la mano
y veo una silueta mía
en lo alto de un otero,
mirando mi rebaño y viendo mis ideas,
o mirando mis ideas y viendo mi rebaño,
y sonriendo vagamente como quien no entiende lo que dice
y quiere fingir que entiende.

Saludo a los que me leen
quitándome el sombrero ancho
cuando me ven a mi puerta
no bien la diligencia asoma por el otero.
Los saludo y les deseo sol,
y lluvia cuando lluvia hace falta,
y que sus casas tengan
junto a una ventana abierta
una silla predilecta
donde se sienten a leer mis versos.
Y que al leer mis versos piensen
que soy algo natural
- por ejemplo el árbol viejo
a la sombra del cual de pequeños
se derrumbaban cansados del juego
a limpiarse el sudor de la cabeza ardiente
con la manga del delantal rayado.

Fernando Pessoa


Fernando António Nogueira Pessoa (Lisboa, 1888- id., 1935)



(Traducción de Marcelo Cohen)


O Guardador de rebanhos

Eu nunca guardei rebanhos,
Mas é como se os guardasse.
Minha alma é como um pastor,
Conhece o vento e o sol
E anda pela mão das Estações
A seguir e a olhar.
Toda a paz da Natureza sem gente
Vem sentar-se a meu lado.
Mas eu fico triste como um pôr de sol
Para a nossa imaginação,
Quando esfria no fundo da planície
E se sente a noite entrada
Como uma borboleta pela janela.

Mas a minha tristeza é sossego
Porque é natural e justa
E é o que deve estar na alma
Quando já pensa que existe
E as mãos colhem flores sem ela dar por isso.

Como um ruído de chocalhos
Para além da curva da estrada,
Os meus pensamentos são contentes.
Só tenho pena de saber que eles são contentes,
Porque, se o não soubesse,
Em vez de serem contentes e tristes,
Seriam alegres e contentes.

Pensar incomoda como andar à chuva
Quando o vento cresce e parece que chove mais.

Não tenho ambições nem desejos
Ser poeta não é uma ambição minha
É a minha maneira de estar sozinho.

E se desejo às vezes
Por imaginar, ser cordeirinho
(Ou ser o rebanho todo
Para andar espalhado por toda a encosta
A ser muita cousa feliz ao mesmo tempo),

É só porque sinto o que escrevo ao pôr do sol,
Ou quando uma nuvem passa a mão por cima da luz
E corre um silêncio pela erva fora.

Quando me sento a escrever versos
Ou, passeando pelos caminhos ou pelos atalhos,
Escrevo versos num papel que está no meu pensamento,
Sinto um cajado nas mãos
E vejo um recorte de mim
No cimo dum outeiro,
Olhando para o meu rebanho e vendo as minhas idéias,
Ou olhando para as minhas idéias e vendo o meu rebanho,
E sorrindo vagamente como quem não compreende o que se diz
E quer fingir que compreende.

Saúdo todos os que me lerem,
Tirando-lhes o chapéu largo
Quando me vêem à minha porta
Mal a diligência levanta no cimo do outeiro.
Saúdo-os e desejo-lhes sol,
E chuva, quando a chuva é precisa,
E que as suas casas tenham
Ao pé duma janela aberta
Uma cadeira predileta
Onde se sentem, lendo os meus versos.
E ao lerem os meus versos pensem
Que sou qualquer cousa natural —
Por exemplo, a árvore antiga
À sombra da qual quando crianças
Se sentavam com um baque, cansados de brincar,
E limpavam o suor da testa quente
Com a manga do bibe riscado.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ser poeta...
...es mi forma de estar solo.

magnífico

saludos de un nuevo vecino
Hannibal

Marcelo dijo...

Bueno, pasá cuando quieras. Así vale
la pena tener vecinos, aunque vengan
de tan lejos.