lunes, 11 de agosto de 2008

VERDADERO-FALSO TESTIMONIO





Hombres ranas venideros que buceen en algunas
lagunas mentales de críticos y antólogos de estos días perdidos
en el polvo y el ruido de milenios que chocan: créanme
si digo que nunca usé la poesía como garrocha
para batir el record mundial del salto o del asalto cualitativo
ni tomé a los colegas por colchonetas que amortiguarían mi caída
ni me erigí en estrella ni en cometa ni en aerolito
ni orbité en el cielorraso de nuestro Parnaso prefabricado
ni adulé a burócratas ni a burrócratas encargados
de accionar las catapultas sobre los tinglados culturales
ni maquiné enroques entre la Torre de Babel y la Torre de Marfil
ni tendí puentes levadizos ni cavé túneles secretos
para traficar alegremente entre el museo y el supermercado
ni limosneé patrocinios entre hombres de empresa o de presa
ni cultivé el arte de sentarse entre dos sillas mascando a dos carrillos
ni me arrodillé ante los pontífices de la estética estanca y estítica
ni rogué que me dispensaran sus aguas bautismales
ni ofrecí mi boca de alcancía para recibir sus hostias narcotizantes
ni practiqué la picaresca de hacerme hospedar en sus conventos
para reptar de noche hasta las despensas
y embriagarme con sus vinos añejados desde la Edad Media.
No evité polemizar con los capitanes de la intelligentzia
mientras patrullaban nuestras revistas y exposiciones
y nos escupían en en francés algún consejo para dejamos al día
con la última moda de Europa o Nueva York.
No confundí el análisis semiológico con el análisis semilógico
ni construí mis poemas como puzzles para dos o tres profesores
que pasaron por la universidad sin que la universidad pasara porellos
y que terminaron doctorándose en algún café cercano a La Sorbonne.
No confundí la alambrada histórica con la alumbrada histérica
ni a los hombres de letras con los hombres de palabra.
Ni creí en los abismos con que la prensa separaba a preferidos y preteridos
ni lancé salvavidas de plomo sobre las cabezas de mis compañeros de naufragio
ni supuse que la Vía Láctea fuera una nodriza
contratada por el Padre Cósmico para mi amamantamiento.
Pero es cieno también que ahora, al balbucear
y bucear en mis propias lagunas mentales,
me sorprendo in fraganti a mí mismo proclamando
ideales libertarios en un tono impositivo, igual
que un almirante jubilado que se desgañita
arengando a una tripulación inexistente,
poniéndome y sacándome y poniéndome de nuevo
!a máscara del dcsenmascarador.
Así que ya no sé quién soy ni quién no soy
y prefiero interrumpir aquí este verdadero-falso testimonio.


Eduardo Llanos (Santiago de Chile, 1956) 




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