Tenía – le parecía – mil cosas para decir
a esas palabras que no decían nada;
que esperaban, alineadas;
a esas palabras clandestinas,
sin pasado ni destino.
Y eso lo perturbaba infinitamente;
al punto de no tener, él mismo, nada más para
decir,
otra vez, otra vezEdmond Jabès (Egipto, El Cairo, 1912–París, Francia, 1991)
(Traducción: Carolina Massola)
Il avait – lui
semblait-il – mille choses à dire
à ces mots qui ne
disaient rien ;
qui attendaient,
alignés ;
à ces mots
clandestins,
sans passé ni
destin.
Et cela le
troublait infiniment ;
au point de
n’avoir, lui-même, plus rien à dire,
déjà, déjà.
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