domingo, 29 de junio de 2014

Ganchos






















La última mujer con la que estuve
me dejó la casa llena de ganchos
de carnicería.
Me fui dando cuenta de a poco,
a los días de quedarme solo.
Ganchos ahora vacíos
y oscilantes como horcas.
De esos ganchos, mi última mujer
colgaba toallas, corpinos, bufandas
y grandes pañuelos de seda.
De la seda emanaban
perfumes oscilantes como horcas.
Cuando me quedé solo,
de a poco fui escuchando
el tenue balanceo de los ganchos:
un acero sinuoso
cortando el aire.
Al fin, no me quedó otra
que descolgar los ganchos,
uno por uno, meterlos en una
bolsa y tirarlos al río.
Si un día de estos vuelve
por los ganchos
le voy a decir que vaya a dragar el río.
Me acuerdo que el último gancho
que descolgué era realmente grande;
tan grande como para resistir
el peso de un viejo caballo sangrante.



Santiago Espel


Santiago Espel nació en Capital federal, Bs.As. Argentina, en 1960. Publicó en poesía: Rapé, 1988 (Faja de Honor de la SADE); Pavesas & Muelles, 1990; Misas en Harlem, 1993 (1º Premio de Poesía en el Concurso Nacional Ramón Plaza); Cantos Bizarros, 1988; La claridad meridiana, 2001 (mención en el Certamen Internacional "Letras de Oro 2000", Honorarte , y Divisa Nacional "Horacio Rega Molina"; La víspera sí, 2002; Isoca, 2004 y Vulgata, 2006; 100 Haikus, 2008, Cuaderno acústico, 2010 y La penitencia, 2012. También es autor de "Notas para la poesía", una suerte de miscelánea ensayística sobre el género. En 1995 publicó la novela La Santa Mugre o el País de Cucaña, en Grupo Editor Latinoamericano. Dirigió la revista bilingüe de poesía (castellano-inglés) La Carta de Oliver, entre 1990 y 1999. Actualmente coordina la colección de libros de poesía del mismo sello. Integra la revista de poesía Omero. Es miembro de la Sociedad de los Poetas Vivos.






viernes, 27 de junio de 2014

Una calle se atreve al cielo nocturno...




I

Una calle se atreve al cielo nocturno
a pocas cuadras del centro.
Caminamos y saltan constelaciones
sobre nuestros desprevenidos
cuellos en tensión.
Los ruidos del pueblo desdeñan
la levedad de la jornada.
Verano y cuenta el sudor en las espaldas.
Sabemos
que buscar algo de fresco es
renunciar a la última
noche estrellada antes del regreso.
Más avanzamos y más se ofrece
la variedad de la Vía Láctea,
como si no guardara secretos
ante ojos terrestres que componen
historias de luces y distancias.
El cinturón de Orión ordena
lo que promete escapar.
La oscuridad nos abraza cercana
y hasta parece guiar nuestros pies,
mientras pequeños destellos juegan
a confundirnos el espacio 
en que avanzamos seguros 
sólo porque el ritmo nos apura a seguir. 
O tal vez la oscuridad no es tal, 
o la luz hace su camino de saltos 
también en esta tierra.


II

Remota ante los ojos aunque
los recuerdos hablen de su cercanía.
Un halo sobre el azul visto
a miles de kilómetros en el oscuro.
El inicio de un viaje hacia el espacio
exterior y la cordura
o su falta. Un acto de devoción
fuera de órbita
sin testigos ni causas que no sean
la más profunda curiosidad por ver
qué hay más allá del que creíamos
límite de lo conocido.
Preguntas tras preguntas que se pierden
en una cadena que sólo
promete la cuenta infinita de lo perseguido
en cada día que podemos narrar
o dejar que se desarrolle en un punto
imperfecto. Una vida diseccionada
por el tajo único de esa visión.
La Tierra escapándose de cualquier tiempo.
La imagen, en el origen de la luz,
del hogar al que no volveremos.


(del libro inédito: SIN ÓRBITAS)

Valeria Cervero (Buenos Aires, 1972)






miércoles, 25 de junio de 2014

En la verdulería de Titi se pesa hasta el sabor del verano


















I

En la verdulería el verano
sorprende más que en un campo de flores.
¡Oh, gran Titi de Berisso,
entre cajones de lechugas bolivianas,
frutillas de Brasil, bananas de Ecuador
y una redonda, inverosímil papa
de orgullosa existencia argentina!

El diario, acá, recobra su naturaleza 
para envolver la abundancia del mundo. 
Y la única realidad entre tanta materia fugaz 
no depende sino de una sucia balanza 
donde se pesa, colorido y exuberante, 
hasta un kilo del mismísimo Dios .


II

Equilibrio de nubes en las manos. 
Titi sobre la balanza posa última 
una pera casi roja sobre cuatro verdes. 
¿Cuánto más debe pesar el sabor de un verano?

Esa balanza sabe desniverlarse 
hasta con el peso de una mirada.

Y aún cuando el tiempo lo aplaste todo 
hay un punto en que la quieta aguja 
rompe el cero inicial y sube y baja 
no más allá de los veintiún gramos.

Luego, nada deja de ser 
rigurosa quietud en el conjunto.

¿Sentís?
Es ahora el peso de la luz.
Empuja arriba.
Pero ¿Sentís?
¿Quién diría que también esto termina?



(Inédito , 
del libro "21 gramos", 
de próxima aparición 
en Ediciones en Danza)

Osvaldo Picardo (Argentina, Mar del Plata,Provincia de Buenos Aires, 1955)



 




lunes, 23 de junio de 2014

Los cabellos son la edad del amor



Los cabellos que son la edad del amor
Como el vino que se escurre entre los dedos
Acordate acordate de las flores de la tierra
La vergüenza llevaba tu cabeza en una bolsa
Mil desmoronamientos señalaban tus pasos
Estás ahí en lo alto de la colina
Donde la luna posa sus grandes columnas frías
Los árboles tiemblan como medusas
Pero no crees en esos gritos naturales
Si las montañas pudieran alcanzar el aire
Y con él reunir  las estaciones
Caminarías por la ruta del cielo


Les poésies, Gallimard, 2009
Georges Schehadé (Alejandría, Egipto, 1905-París, 1989)

(Traducción y selección: Carolina Massola)


Les cheveux qui sont l’âge de l’amour
Comme le vin qui coule dans les doigts
Souviens-toi souviens-toi des fleurs de la terre
La honte portait ta tête dans un sac
Mille éboulements marquaient tes pas
Tu es là-haut sur la colline
Où la lune pose ses grandes orgues froides
Les arbres frissonnent comme des méduses
Mais tu ne crois pas à ces cris naturels
Si les montagnes pouvaient toucher à l’air
Et par lui rejoindre les saisons
Tu marcherais sur la route du ciel






sábado, 21 de junio de 2014

A los veinte años




A los veinte años es un temblor
De ver sus ojos en el agua de las mujeres
La habitación adornada de mar
Como pájaros que vuelan juntos y se estrellan
Del silencio peligroso de los nidos
La noche confundió nuestras edades
Oh melodía de la piedra de las islas



Georges Schehadé (Alejandría, Egipto, 1905-París, 1989)

(Traducción y selección: Carolina Massola)

À vingt ans c’est un tremblement
De voir ses yeux dans l’eau des femmes
La chambre a la parure de la mer
Comme des oiseaux qui volent ensemble s’écrasent 
Du silence dangereux des nids
La nuit a mêlé nos âges
Ô mélodie de la pierre des îles




jueves, 19 de junio de 2014

Una golondrina ha bordeado la tarde



Cada verano habrá entonces para mí
Una nueva melancolía
Y la amo como se lo digo
Para un caballo blanco como el invierno
Las brisas se despojan del rocío 
Y los pájaros mueren por heridas del mar
Coronen al amor que tiene un arco
Una golondrina ha bordeado la tarde
Está sin color sin fuerzas
Esta estación no pasará sin un nuevo astro
Su cielo arde de todas las noches.



Georges Schehadé (Alejandría, Egipto, 1905-París, 1989)



(Traducción y selección: Carolina Massola)


Chaque été il y aura donc  pour moi
Une nouvelle mélancolie
Et je vous aime comme ce que je vous dis
Pour un cheval blanc comme l’hiver 
Les brises se dépouillent des rosées
Et les oiseaux meurent des blessures de la mer
Couronnez l’amour qui tient un arc
Une hirondelle a longé le soir
Elle est sans couleur sans force
Cette saison ne passera pas sans un nouvel astre
Son azur est chaud de toutes les nuits



martes, 17 de junio de 2014

EL SECRETO




















Dos nenas descubren
el secreto de la vida
en un súbito verso.

Yo que no sé 
el secreto escribí
el verso. Ellas
me dijeron

(a través de un tercero)
que lo encontraron
pero no cuál era
ni siquiera

qué verso era. Sin duda
ahora, más de una semana
después, se hayan olvidado
el secreto,

el verso, el nombre del
poema. Las adoro
por encontrar lo que
yo no puedo encontrar,

y por adorarme
por el verso que escribí,
y por olvidársela
para que

mil veces, hasta la muerte
las encuentre a ellas, puedan
encontrarlo de nuevo, en otros 
versos

en otro
acontecimiento. Y por
querer saberlo,
por

suponer que existe
tal secreto, sí,
por eso
más que nada.




Denise Levertov (1923, Ilford, Inglaterra-Seatle, E.E.U.U.. 1998)

(Traducción: Leonor Silvestri)

THE SECRET

Two girls discover   
the secret of life   
in a sudden line of   
poetry.

I who don’t know the   
secret wrote   
the line. They   
told me

(through a third person)   
they had found it
but not what it was   
not even

what line it was. No doubt   
by now, more than a week   
later, they have forgotten   
the secret,

the line, the name of   
the poem. I love them   
for finding what   
I can’t find,

and for loving me   
for the line I wrote,   
and for forgetting it   
so that

a thousand times, till death   
finds them, they may   
discover it again, in other   
lines

in other   
happenings. And for   
wanting to know it,   
for

assuming there is   
such a secret, yes,   
for that   
most of all.





domingo, 15 de junio de 2014

Los átomos de la luz



Queda algo por decir sobre la infancia
además de lo que venimos
y seguimos diciendo.
La casa donde crecimos es ahora de otros.
Flota extraña la ventana
en lo que era la pieza de mis padres.
Es cierto. Desconozco
las malas noticias, los buenos ratos,
los proyectos que habrán nacido en esos
metros cuadrados desde que nos fuimos.
Pero sé con seguridad cómo
a la mañana se infiltra por la ventana
un halo de energía a partir la vivienda,
como plantas que crecen
en las hendijas de los edificios:
una prolija franja de luz
aterriza sobre la alfombra.
De chica, sentada en el lado fresco,
la observaba revelar partículas
de polvo u otra cosa, suspendidas
en el aire, que bajaban lento
en diagonales diversas.
Desde la vereda de enfrente veo
que le pusieron rejas a la entrada,
usaron una paleta de colores
que yo no hubiese aprobado,
no puedo ir a decirles tampoco
que esos helechos secos colgando
a los costados de la puerta
le dan un aspecto descuidado.
Pero es imposible que ellos
conozcan mejor que yo el momento
en que el sol entra y la fecunda.
Igual que personas que conservan
fotos de sus ex parejas desnudas,
en esa imagen íntima, la casa,
todavía algo me pertenece.


Daiana Henderson (Argentina, Entre Ríos, Paraná. 1988)





viernes, 13 de junio de 2014

EL COLLAR DE CATALEJOS



















I

habrá que soplar en el oído de esta hoja 
de esta leve filigrana
y encontrar el nombre que los nombra
la versión secreta
la libreta de familia

de cerca lo lejano
lo que no puede verse:
una mano de grises desmedidos
la cara de mi abuela en su penumbra
y el abuelo 
tarareando en plena guerra
tonaditas de amor y polonesas 


II

un catalejo mueve 
el mundo recluido 
Ágata bordaba crucecitas macramés rosados
Rafael la miraba en su casa de Gorizia

otro tiembla polizón
y era un niño 
muerto que bailaba
en patio ajeno

un tercero
la protesta de los ojos
de las nenas atrapadas
las sin padre las solitas

(tubos que se encastran que se guardan
que se vuelven a extender
anillos de serpiente 
y el instante vuelve
al más viejo antepasado)


III

habrá que soplar en el oído de esa hoja
soplar y mirar con un guiño
el círculo quieto
el espejismo
y el túnel

el destello de infancia que se suelta



EL HILO

I
el hilo sostiene su mundo

no es una hebra de seda
ni dibuja un bordado en fina plata
(tal vez un pelito de ángel 
que no irá a ninguna sopa)
¿ves el ovillo la madeja espesa?
la mano que sostiene el hilo
no sabe que sostiene el mundo
si lo suelta quedará el extremo así 
 suspendido
mientras el mundo el mundo 
 cae
con su alambrada sus escombros 
las raíces su almohadón de espera


II

lo importante es ese
fino lazo entre la 
mano y el cielo 
ese puente que 
hay que sostener para
no dejarse ir

él lo sabe
la imagen y ella
capturada para
siempre en el papel ámbar
para siempre ella
que no podrá olvidar

III

designio de volar pero cerquita
no tanto viajar 
lo alto es tan poquito tanto
que el hilito se e s t i r a
ahí nomás 
y al fin puede sostenerla
y lo consigue


Marcela Minakowski



Marcela Minakowski. Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1968. Gran parte de su infancia transcurrió en Mar del Plata. Vive en Caseros, Provincia de Buenos Aires. Coordina talleres de escritura desde 2005 y se dedica además a la diagramación de libros y revistas. Coordina desde hace seis años la Oficina de Letras, en la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Tres de Febrero. Ha realizado cursos de bibliotecología y de gestión y promoción cultural. Está estudiando el Profesorado Universitario en Letras, en la Universidad Nacional de San Martín. Publicó Bitácora(2004); Tangurria (2012); Lo que el chat no se llevó (2014). De próxima aparición: El collar de catalejos (poesía) y Las casas (prosa poética).

miércoles, 11 de junio de 2014

JARDÍN


una flor
blanca, naranja con pintitas en azul
o violeta y azul con verde manzana
que las hay
son como supergalácticas
son flores con plataformas
flores de dos pisos
con torre central de vigilancia
y tiesos los pétalos como lenguas
violetas
como lenguas abriéndose
con un falo increíble
una torre verde amarilla
atigrada una cebra en los bordes
con bigotes como plásticos
largos alambres de una podadera
dispuestos a comenzar a girar
a cortar una mano
que toque sus hilos
sus antenas de verde manzana
con firulete en los bordes


Paula Soruco




Paula Soruco. Poeta argentina, nació en Jujuy en 1983. Es psicóloga, fotógrafa y coordinadora de talleres de escritura creativa. Residió unos años en Córdoba donde publicó los libros de poemas Illinois (La Creciente, 2005) y Cornisa (Córdoba, Llanto de mudo, 2008). Ya en Jujuy nuevamente publicó ILOB en coedición de Perro Pila (Jujuy) y Black&Vermelho (Buenos Aires, 2011). Poemas de su autoría forman parte de las siguientes antologías: Espuma de rabia: plaqueta de poesía perra (Córdoba, La  Creciente, 2003), Poetas argentinas 1961-1980, compilado por Andi Nachon (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2008), Quince Antología de poetas mujer de Córdoba (Córdoba, Tinta de Negros, 2010), Once Salpicón de poesía jujeña (San Salvador de Jujuy, Intravenosa, 2011) y Peligro inflamable Antología de poesía contemporánea (Buenos Aires, Folia ediciones, 2011).



lunes, 9 de junio de 2014

TARDE ABEDUL


Encorazonada

Nada al corazón
la sabia
que es sangre
del árbol.

Nada al corazón
la sabia
que es cuerpo
del árbol.

Nada al corazón
la sabia
que es mente
del árbol.



Largos nuestros brazos son ramas de Cercis
que tocan tu corazón que de tan amplio
se vuelve interminable como cielo norteño.
Las gracias te debemos por ser Alianto 
de madera amarga con la cual curarse.
Y esa especie de resistencia china
que nos dejará intacta la belleza
de sabernos vegetales de la tierra.



Caracola

Tenían quietudes azules/sus ojos
cantábrica profundidad/marítima su alma
inaccesa/toda alma todo cielo toda vida/ 
caracola en movimiento.
Tenían la ductilidad de los vientos/sus vientos.
Me miraba su historia -abuela- como queriendo
salirse de usted. 
De niña entendí/solo viéndola mirar/que todo
es un acantilado lejano.


Pero

andaremos por las calles
que dejamos atrás sin saberlo
y sin quererlo.
Encordaremos las cuerdas del tiempo
en un suspiro
y oiremos las campanas
del pueblo de la infancia.
Ataremos el atardecer al palenque aquel.
Tocaremos a los muertos.


Abedul

Cuando el aroma del viento/trae de los árboles/
aquel invierno/el recuerdo de la lluvia pasa/
que pasa la lluvia y deja/su marca inconstante/
cuando en la luz/la forma es devenir
la distancia/no existe.


Toda luz, todo fondo

Toda luz, todo fondo
me lleva en sabanas
de piel algarrobo
a la ribera.

Silencio que se hace carne
en línea inrecta
hasta la quilla de las aves.

Al Colastiné bebemos por paisaje
los poetas de viento húmedo.

La pampa gringa de los inundados,
que saben que el sauce llora
como lloran las viejas olvidadas,
como llora el río y la dejeza.

Que entroncadera zurrumba
peregrina cruje la madera.
Que como dice Fournier:
es un “inútil afán de huesos”.



Alejandra Mendez



Alejandra Mendez. Nació en 1979 en San Cristóbal (Santa Fe), Reside en Rosario. Es Poeta, Guionista y Gestora Cultural. Ha colaborado en diferentes revistas literarias como la “Norte” (trimestral de poesía departamental); en la revista del CeAC, Rosario (centro de asistencia a la comunidad); en "La Guacha" (revista de poesía) entre otras.  Ha sido coordinadora de los Ciclos: “Poesía en los Bares” organizado por Secretaría de Cultura y Educación de la ciudad de Rosario; “Poetas que leen a otros Poetas” en Mano a Mano artes; y del ciclo semanal de poesía y música: “Poetas del Tercer Mundo”.    Actualmente es jefa de sección en “letra de cambio” de la revista “Analecta literaria” y dirige “Ruedo Gestión”.  Ha participado en diferentes ciclos de lecturas de Rosario y el país, en encuentros o festivales de Poesía como: el "Festival Internacional de Poesía" de Rosario, entre otros. Figura en las Antologías “Fin Zona Urbana”. Ed Gatogrillè. Rosario, Argentina (2010) y Poesía “Poetas del tercer Mundo”, entre otros.
Tarde Abedul (editorial La pulga renga, 2014) es su primer libro publicado. Más info en 







sábado, 7 de junio de 2014

PARA QUE NADA CAMBIE




Deseo

Perder una tarde 
la memoria 
y ser nuevamente linda 
Como cuando 
no sabía que lo era.


Punto de vista

No tengo ilusiones.
Podrán verlo como un fracaso,
como vejez prematura,
o como la letanía
de un corazón 
curado de espanto.
O entenderlo 
como lo que es:
un amor 
indeclinable
por las realidades.


Taxi

Me hundo 
en el abrazo de la pana,
anónima,
y en la calefacción amiga.
Temo llegar a destino,
al invierno de mi cuerpo,
bajarme 
de estos segundos contados
y estar nuevamente 
sola.


Lo que más me preocupa
Esta es una confesión muy personal:
He perdido casi absolutamente 
La curiosidad por el mundo.
Irene Gruss
Lo que más me preocupa
es que estoy empezando 
a perder la curiosidad.
Como los lirios,
que no hilan ni tejen
y también,
como los muertos.



Mi padre me decía
“los felices no hacen
historia”
y yo siempre he pensado
y a mí, qué me importa.


Holocausto íntimo

Me descarné 
para hacerme a tu medida,
sólo alma
sólo palabra
sólo concepto.
Y, cuando finalmente fui tu nada,
ya no fui ni eso.


Mujeres fuertes

Somos un manojo 
de mujeres fuertes
frecuentando los bares
para hablar en voz baja.
La palabra precisa,
las uñas perfectas,
las carreras brillantes,
los hogares en orden
y las lágrimas.


Efectos secundarios 

Hace más de cien años
moría en Calabria mi bisabuela.

Cuentan que tomó una pócima,
excedida en cianuro,
para vencer un catarro feroz
en vísperas de Nochebuena.

Nos dejó una herencia 
de Navidades tristes 
y toses persistentes.

Era condesa -explica mi padre
para justificar la pena
que todavía lo asalta las noches de fiesta.

Todo esto también hay que saberlo
si se quiere entender mi historia.

Mi niño me dijo ayer
que no cree en Dios
y yo 
lo llevé al neumonólogo,
para evitar males mayores.



Gisela Galimi (Argentina, Lobos, Pcia. de Buenos Aires, 1968)





jueves, 5 de junio de 2014

DOXA
















DOMINGO

Domingo. Día de una abulia aséptica 
que fuera por sí mismo recogiendo, 
en terrones, con una sola mano.

Es tanta la desidia que parece 
apilarse, anécdota en anécdota, 
mojando el paladar con la garganta.

Hay que menguar, parece. Sí que habría.

Es elocuencia, sí. Puede sentirse 
en el mentón un pasto milimétrico 
medrando ascensional, a la mejilla.

Sube seco, el domingo: desfilando 
a caballo, orgulloso en su insistencia, 
mirándose feliz de tan incómodo.

Es elocuencia, sí. Sí que lo fuera. 

Dispuesto en una pila de terrones
equivoca el azúcar por la piedra 
y el agua almibarada por el barro.

Pasa, y se hincha. Es domingo, en tres copias: 
mezclando tierra con azúcar y agua, 
es elocuencia, sí, disuelta en ripio.


JUEVES

A mitad de camino entre la célula y la idea 
el jueves precipita su figura.

Habría que no ver pero se mira: el ojo ciego 
es tubo, paladar, fisonomía: es cuenca laxa, 
abrirse que se amolda en negativo en el espejo.

Mirándose hacia abajo hay un espejo de agua, 
Mirando hacia adelante hay una placa de miembros.

A mitad de camino entre la piel y el paño vivo 
el jueves precipita su resaca.

Habría que no oír pero se oye: un aforismo
se forma y se deshace en medio labio: es puro sueño,
una vivienda amplia, un horizonte muy delgado.

Un quicio celular, bien que sería un quicio. 
Un paño el paladar, bien que sería un paño.

Simposio celular, tres veces jueves,
paladar a mitad de su camino en el vacío de la boca,
al jueves sobra un hueco para verse.


MIÉRCOLES

La casa es grande, el corazón encoge.

Y ya no queda nada por limpiar.



LO QUE EL AMOR LES HACE A LOS POETAS

no es trágico: es atroz. Les sobreviene
una luctuosa ruina a los poetas que el amor captura,
sin importar su orientación o identidad
poética. El amor lleva al total desastre
de la uniformidad a los poetas gay,
a los poetas pansexuales y bisiestos,
y a las poetas y poetrices feministas, fementidas o veraces;
a los obsesionados con el género 
y a los degenerados por igual, y a los perversos polimorfos:
y hasta los fetichistas de los pies
del verso capitulan a las plantas del amor,
que no distingue ideología,
programa ni poética. A los vates de la torre de marfil
los precipita del penthouse ebúrneo
directo a planta baja. A los apóstoles
del Zeitgeist, que proclaman sin empacho que la lírica está muerta,
les permite insistir en el error
y en sus prolijas parrafadas. Les produce una hemorragia palatal
a los que comban parcos aforismos diagonales,
a los herméticos de lata, a los que envasan
sus versos al vacío, a los falsarios del silencio,
y a los que fraguan haikus castellanos
al itálico modo. A los puristas de la voz les corta en seco
su dulce lamentar, y a los maniáticos del ritmo
les quiebra las falanges, y estropea
el íntimo metrónomo que llevan junto al corazón
para marcar el paso de sus versos. Les compone el sensorio
a los videntes y malditos y demás
rebeldes e insurrectos sin razón ni causa
poética, y les cura el desarreglo razonado
de todos los sentidos. Desaloja de su noche oscura
a los que piden luz para el poema
en las cavernas del sentido, y los devuelve sin escalas
a la trasnoche de la carne literal. Lo que el amor
les hace a los poetas, con paciencia y mansedumbre,
mientras las mariposas lentamente les ulceran el estómago
y el páncreas poco a poco deja de funcionar,
es harto inconveniente. A los que buscan con ahínco
y precisión de cirujano la palabra justa les arruina
el pulso, y en lugar de dar la vida, la aniquilan en su afán.
Y a los que con ardor y devoción persiguen
un absoluto en el poema, como un grial
todo de luz, tirante, diáfana y febril,
les nubla las certezas, y el deseo mismo
de saciar su ansiedad. Lo que el amor
les hace a los poetas, inadvertidamente,
mientras cosen y cantan y se atoran de perdices, es agudo, terminal
y fulminante. Es un torrente arrollador
de prosa, que espolea y multiplica, en progresión exponencial,
a los zopencos y palurdos de la poesía:
a los que cortan sin razón sus versos diminutos;
a los jinetes compulsivos;
a los diseñadores tipográficos del verso;
a los que quiebran la sintaxis sin saber
torcerla; a los que escarban en el éter 
a la busca de inauditos eologismos inaudibles;
a los modernos sin pretexto; a los que creen descubrir
la pólvora en sus versos balbucientes;
a los contestatarios automáticos y a los porno-poetas;
a los que sueltan grandes nombres por la densa
fronda de sus poemas, como Hänsel y Gretel esparcían
migas; a los que impostan en su voz
vacante los mohines de una infancia lobotomizada;
a los poetas bellos y felices, caprichosos;
a las tribus urbanas y los groupies de la poesía pubescente;
a los poetas pop y los rockstars del verso;
a los videopoetas y performers;
a los ovni-poetas, voladores o rastreros, identificados;
a los objetivistas sin objeto
ni vista; a los que exigen que el poema
se vista de mendigo; a los filósofos poetas;
y a los cultores convencidos
de la “prosa poética”. El amor,
que mueve el sol y a los demás poetas,
los lleva hasta el postrero paroxismo: los convierte
en tierra, en humo, en sombra, en polvo, etcétera:
en polvo enamorado.
y si resulta todavía que entre ellos
se aman amorosos los poetas pares,
felices en su amor solar sin escansión,
como si fueran en verdad el uno para el otro
un agujero negro de opiniones nebulosas,
tácitas palmaditas en la espalda y comentarios tibios al pasar,
enanos, enfriándose, se absorben entre sí
y desaparecen.


(De: La lírica está muerta)
 Ezequiel Zaidenwerg



Ezequiel Zaidenwerg. Poeta y traductor argentino. Nació en la Ciudad de Buenos Aires, el 25 de marzo de 1981. Publicó Doxa, en Vox (2007) y La lírica está muerta (Vox, 2012). Dirige un blog de poesía traducida, que puede visitarse aquí.