I
Una calle se atreve al cielo nocturno
a pocas cuadras del centro.
Caminamos y saltan constelaciones
sobre nuestros desprevenidos
cuellos en tensión.
Los ruidos del pueblo desdeñan
la levedad de la jornada.
Verano y cuenta el sudor en las espaldas.
Sabemos
que buscar algo de fresco es
renunciar a la última
noche estrellada antes del regreso.
Más avanzamos y más se ofrece
la variedad de la Vía Láctea,
como si no guardara secretos
ante ojos terrestres que componen
historias de luces y distancias.
El cinturón de Orión ordena
lo que promete escapar.
La oscuridad nos abraza cercana
y hasta parece guiar nuestros pies,
mientras pequeños destellos juegan
a confundirnos el espacio
en que avanzamos seguros
sólo porque el ritmo nos apura a seguir.
O tal vez la oscuridad no es tal,
o la luz hace su camino de saltos
también en esta tierra.
II
Remota ante los ojos aunque
los recuerdos hablen de su cercanía.
Un halo sobre el azul visto
a miles de kilómetros en el oscuro.
El inicio de un viaje hacia el espacio
exterior y la cordura
o su falta. Un acto de devoción
fuera de órbita
sin testigos ni causas que no sean
la más profunda curiosidad por ver
qué hay más allá del que creíamos
límite de lo conocido.
Preguntas tras preguntas que se pierden
en una cadena que sólo
promete la cuenta infinita de lo perseguido
en cada día que podemos narrar
o dejar que se desarrolle en un punto
imperfecto. Una vida diseccionada
por el tajo único de esa visión.
La Tierra escapándose de cualquier tiempo.
La imagen, en el origen de la luz,
del hogar al que no volveremos.
(del libro inédito: SIN ÓRBITAS)
Valeria Cervero (Buenos Aires, 1972)
No hay comentarios:
Publicar un comentario