jueves, 30 de mayo de 2013

Sus habitaciones en la universidad










































Trabaja toda la húmeda mañana, lee. 
Los papeles de sus alumnos todavía se ven 
interrumpidos por la brutal furia, la torpe tristeza 
en que se ha convertido su matrimonio. Las jóvenes y serias
                                                   [voces
son acalladas por el recuerdo del lamentable gemido de su mujer 
al «descubrir» la única infidelidad que no cometió.
               Sé más específica. 
¿Qué los espera a los pobres, 
esta clase de cosa?

Hoy, ningún trabajo que corregir;
pero aunque pensaba destinar estas horas a su investigación 
toma un libro, ni siquiera dentro de su «campo» 
y una frase le llega, prosigue la lectura 
varías horas hasta entrada la tarde de la cual 
la misma neblina ribereña no se ha disuelto.
Si de tanto en tanto levanta la vista
y observa allá abajo el césped invernal, cada vez
nota menos sus inmóviles y borroneados declives. Lee,
lee, hasta que el reloj de la capilla da las cinco,
y descubre de pronto que el libro,
despareja, gradualmente, y con dificultad,
todo este tiempo le ha ido mostrando su mente
(como la de nadie conocido en una cena),
y su atención se ha prolongado
hacia la calma pasión con la que a su vez
él se brindó por completo hacia el libro.
Mira hacia fuera, hacia el césped oscurecido, sorprendido
menos por la pérdida del dolor que por la confianza.



Thom Gunn

(Traducción Matías Serra Bradford)



HIS ROOMS IN COLLEGE

All through the damp morning he works, he reads.
The papers of his students are interrupted
Still by the raw fury, the awkward sadness
His marriage has become. The young serious voices
Are drowned by her remembered piteous wail
'Discovering' the one unfaithfulness
He never did commit.
           Be more specific.
What do they have ahead of them, poor dears, 
This kind of thing?

          Today no supervisions;
But though he meant these hours for his research 
He takes a book, not even in his 'field,' 
And some note touches him, he goes on reading 
Hours long into the afternoon from which 
The same low river fog has never lifted
If every now and then he raises his eyes
And stares at winter lawns below, each time
He sees their hard blurred slopes the less. He reads,
He reads, until the chapel clock strikes five,
And suddenly discovers that the book,
Unevenly, gradually, and with difficulty,
Has all along been showing him its mind
(Like no one ever met at a dinner party),
And his attention has become prolonged
To the quiet passion with which he in return
Has given himself completely to the book.
He looks out at the darkened lawns, surprised
Less by the loss of grief than by the trust.







Thomson William Gunn, llamado Thom Gunn, nació en Gravesend, en 1929.Poeta británico nacionalizado estadounidense. Fue uno de los miembros más jóvenes del grupo The Movement. Estudió en las universidades de Cambridge y de Stanford (California). Es uno de los poetas más completos y prestigiosos de la nueva poesía inglesa. Sus direcciones son variadas y sus intereses diversos; sin embargo, el vitalismo es el mundo que unifica su trabajo. Poeta rico, denso, para quien la existencia es la lucha permanente. Su lenguaje, casi imposible de traducir, es una síntesis de todos los niveles de lenguaje, donde inclusive un lugar común, puede tornarse en imagen debido a los contextos en que Gunn lo sitúa. Su poesía inicial, más directa, se ha ido complejizando, sin perder la visión crítica. Es respetado al mismo tiempo por el Establishment culto y por el Establishment pop. Ha publicado: "Fighting ferms" (1954). "The Sense . of Movement" (1957), "My Sad Cáptalas'" (1961), "Touch" (1968). Murió en California por sobredosis de drogas, en 2004.




martes, 28 de mayo de 2013

PARA UN ÁLBUM FAMILIAR



Cuatro cabezas en la luz de una lámpara
y cada cabeza inclinada hacia una oscuridad particular,
leyendo, dibujando, a solas.
Una cámara las habría capturado, sujetándolas allí
iluminadas a medias en la cálida medialuz de la habitación,
abandonándolas, negándose a decir
cuánto tiempo duraría esa lámpara hasta romperse,
tu cabello atado o cortado o teñido o enrulado.

No puedo ni siquiera describirlas, habiendo captado no más
que un destello de luz que partió
las paredes de nuestra habitación a medias iluminada;
ni el negativo - un fragmento negro
contra una luz tan blanca que dolía mirar.

Deja esta página en blanco.
No te agrada ni crees
en la imagen que ninguna lente podría haber captado:

atados a mis huesos enraizados 
ustedes volaban en sus sillas, volaban.



Michael Hamburger


(Traducción Matías Serra Bradford)


FOR A FAMILY ALBUM

Four heads in one lamp's light
And each head bowed into peculiar darkness,
Reading, drawing, alone.
A camera would have caught them, held them there
Half-lit in the room's warm half-light,
Left them, refused to tell
How long till that lamp was broken,
Your hair pinned up or cut or tinted or waved.

I cannot even describe them, caught no more
Than a flash of light that ripped open
The walls of our half-lit room;
Or the negative - a black wedge
Rammed into light so white that it hurt to look.

Leave this page blank.
You'd neither like nor believe
The picture no lens could have taken:

Tied to my rooted bones
In your chairs you were flying, flying.




Michael Hamburger nació en Berlín (Alemania), en 1924, pero su familia se estableció en el Reino Unido, en 1933. Trabajó como lector de Alemán en la Universidad de Reading, estudiando luego en la de Oxford. Es más conocido por sus traducciones de los grandes poetas alemanes como Rilke, Hölderlin, Brecht, Trakl o de franceses como Baudeleaire, que como poeta. Algunos de sus libros de poemas son Travelling (1969), Clima y Estaciones (1963) y el último: Circuito de la plaza de armas (2007). De destacada labor crítica es recordado por el extraordinario ensayo "La verdad de la poesía. Tensiones en la poesía moderna de Baudelaire a los años sesenta", editado en castellano por el Fondo de Cultura de México, en 1991.Hamburger murió en 2007, en su casa de Suffolk, Inglaterra.




domingo, 26 de mayo de 2013

Cantar lo que nunca

















 I
aunque es tarde, es noche
y tú no puedes.
Alejandra Pizarnik
y ella habla habla
           a pesar de la hora
         a pesar del a veces
habla y no deja de hablar

y ella sigue sigue
         por la tarde
         por la luna
sigue y no deja de seguir

y ella habla y es siempre y ella sigue y es tiempo
ni la noche ni el suelo ni el hambre

sólo queda cantar lo que nunca


II
aunque es tarde, es noche
y tú no puedes.
Alejandra Pizarnik
con flechas la hieren invisible
flechas envueltas en café con leche

palabras que lastiman con ternura de ácido
dardos de bizcochuelo y veneno

una mordaza le aprieta la voz
ya no puede hablar:

canta


III
aunque es tarde, es noche
y tú no puedes.
Alejandra Pizarnik
cantá nomás
claro que podés hacerlo
(qué importa si es)
cantá (aunque nadie)
hay tiempo
la noche es larga
(y tu canto es)

cantá nomás
no es tarde, no
es fácil (aunque)
si ya pasó, tratá

cantá nomás
(aunque no le guste a)
no es difícil
abrí la boca, así
(si nadie te va a)
probá
es sólo voz con aire
tu voz con aire

cantá nomás
probá
así nomás, cantá



Eugenio Polisky  



Eugenio Polisky nació en EE. UU. Creció en la Argentina, donde cursó sus estudios universitarios. Entre 2007 y 2009, fue miembro del Grupo de Escritores de los Malos Ayres. En 2011, publicó en coautoría Ángulos de la Locura como miembro fundador del grupo homónimo. Traduce poesía al inglés y al español. Participa activamente en encuentros literarios y emisiones de radio. Desde 2012,  forma parte de Las Puntas del Clavo, un colectivo que integra diferentes disciplinas con la intención de transformar la palabra más allá de lo escrito. En mayo de 2013, se publicó su poemario silencio en la nada luz, de donde fueron extraídos los poemas que publicamos.




viernes, 24 de mayo de 2013

El paisaje interior


YO

Haciendo del error virtud,
estoy donde mi cabeza estuvo y vio todo
hasta donde alcanzaba la vista,
porque ella —no yo— nunca se perdió:

en la entrevista oscuridad
del túnel, adelante, dio a pensar
—haciendo de virtud verdad— que esa cabeza
era todo el acontecimiento de la luz.

Y ella acontecía mientras yo 
dentro del cuerpo me encerraba, 
haciendo de cada órgano mí casa: 
oeste o este era un todo sin ventanas,

una feliz ciudad descentrada 
en la cuadrícula de la ocasión. 
El horizonte desprestigiado 
se retiró, se acercó, cambió todo

y todo para que entrara yo: 
abajo, arriba, ejido, centro y alrededor. 
¿Dónde pasó cada cosa, dónde todo 
sucedió? ¿Infancia, juventud, virtud, error?

El tiempo fue quien pasó: salió, subió, 
se puso y terminó. Aunque poco, no del todo 
definido, el mundo —cabeza y cuerpo— 
cobró la forma del contenido,
                          agrandó la o del yo.




AHORA, más cerca de la tierra, 
veo las mismas cosas 
pero veo más. Sentarse 
para evitar la distracción, 
y la ilusión retrocede. 
Puede menos y sé más 
aunque no sepa nada nuevo: 
¿seguramente no habrá? 
propone el yo 
que no alcanzó el desapego.

Sentarse y desconfiar.




NO SÉ por qué
veo más. Esta
atmósfera sedente
no atrapó mí cabeza
obstinada en ganar altura,
acontecer allá arriba,
gobernar. El paisaje
interior, Manley Hopkins,
sangra por la herida,
sutura el yo. La verdad,
la virtud, la ilusión, son leudantes
de la vida. Ir adelante, arriba,
avanzar hacia allá, tener pensamientos,
evitar los adjetivos. No calificar.
Sentarse y saber dominar.



Mirta Rosenberg (Argentina, Rosario, 1951, reside en Buenos Aires)






miércoles, 22 de mayo de 2013

¡Oh, yo, mi efímero Dios!





El mundo nace y muere en uno


El mundo nace y muere en uno, 
cualquier otra conjetura no es más que eso, 
como el amor o el porvenir. Este poema 
será otro y único ante cada lector, así como 
tu encanto y mi deseo son sólo míos. 
Como en una linterna mágica la vida 
se pasea entre el fulgor y la penumbra. 
No somos más que viajeros asustados 
revisando un mapa confuso. Cada mañana 
reclama carácter, la osadía de resistir 
en la fugacidad, en lo indescifrable.



Sólo agua

Agua limpia, sólo agua limpia,
que dice para mí por entre las piedras.
Aire limpio, sólo aire limpio, que dice
para mí por entre el ramaje. Me dejo estar
sobre la frágil voz de la hierba, cierro
los ojos, estremecido agasajo
el peso del cielo sobre mi cuerpo.



Mío es mi dolor

Mío es mi dolor, mi hambre
y mi abundancia. Vuelo en círculos,
bajo el sol, allí donde se me pueda ver,
desafiante. El mundo no existiría sin mí.
Miro y creo. No voy a tolerar que nadie
hostigue el candor de mis sentidos, de mi afán.
Aunque sucio, inapropiado: puro, mío.

Brillo entre rejas, mi furia es fresca, 
como mi grito. ¡Oh, Yo, mi efímero Dios!



La lata con el agua

La lata con el agua de los perros 
al pie de la ventana de la cocina, 
desde la que ella, al asomarse, 
ve con extrañeza cómo 
su rostro reflejado relampaguea 
bajo el cálido sol del mediodía.



Ella se quedó dormida

Ella se quedó dormida
sobre la colchoneta inflable
en medio de la pileta.
La colchoneta es transparente
con grandes flores de colores.
Un universo de reflejos
enmaraña su cuerpo, que se hamaca
a impulsos de una brisa suave.
Me es casi imposible imaginar
que alguna otra cosa pueda
estar sucediendo en cualquier parte
simultánea a este prodigio.



A la hora de la siesta reinaba el pecado

A la hora de la siesta reinaba el pecado 
y mi prima Susana era la Gran Sacerdotisa. 
Anda ahí, vení acá... Ahora pónete el sombrero 
y la capa, ahora álzame y canta una canción... 
Todavía siento el peso y la consistencia 
de su cuerpo misterioso quemando entre mis brazos. 
En cada mujer busqué violentar a mi prima Susana, 
ella fundó en mí esta insatisfacción ambigua 
que desluce cada nueva escaramuza.



Sólo la escritura

Sólo la escritura, 
la palabra, ese rayo 
que me atraviesa, ese río 
que me pierde, sólo ella, 
paciente y leal, 
sostiene mi ilusión.



Qué raro esto de saber desde siempre

Qué raro esto de saber desde siempre
que estamos destinados a la muerte, y aceptarlo,
qué raro, despreocupados, y más aún
que esa cita, que se insinuaba remota, fijada
de antemano, de pronto se revele tan próxima.
Es la muerte una pregunta que avanza bajo la fría
superficie. ¿Será un cardumen de sardinas?
¿Será un calamar gigante? ¿O será ella que ya viene
por nosotros? ¿A qué distancia está?
Los viejos navegantes trepamos a los mástiles
y oteamos, inquisidores, el horizonte...
Esta vez es un banco de sardinas, todos vitoreamos
la continuidad de la vida, y recibimos el aire salado
sobre nuestros rostros como una bendición.



Vas, Tati, junto a tus hermanas

Vas, Tati, junto a tus hermanas 
en tu vestido floreado, infartante 
en tus sandalias de taco altísimo, 
desde las que los machotes se ven 
más confundidos que nunca. El pelo 
crespo, arrebatado, con tu pañuelo 
colorido y perfumado y combativo, 
a lo Janis.



César Bandin Ron (Buenos Aires, Argentina; 1948-2019)




IMAGEN: Leviatán, pintura de Alfredo Prior.



lunes, 20 de mayo de 2013

Naturaleza muerta




Así que pasen quince años


TODAS las chicas, peque, son apenas
volutas, y el deseo
vuelve a nombrarte, vuelve a delirarte
en once y siete sílabas
para cerrar la noche, como cuando
reúno los peones
y los alfiles, luego de jugar
con la mirada en una
mesa de bar, nocturno, veraniego,
para volver a vos,
muro habitual de esporas que despido.
Así alejo palabras
que ni te rozan, ciego, pusilánime,
y que se van a nada
que no sea dar lástima a los otros,
que leen y se espantan,
preso yo de una noria sin palenque
y poeta sin piel.
Lo que más temo, peque, es que a la postre,
patético, te llame
—ya te lo he dicho—, que reclame, necio,
idiota de tu huella,
tu compañía. Prosa, ésta, que nunca
responderás, temita
caduco y enterrado, pobre voz
que se somete y finge
que todavía puede su dialecto
ser de vos comprendido,
ser de vos admirado o contestado
ni siquiera en silencio.



Aún no

NADA decir. Sudar. La nochecita
respira, se exaspera.
La caótica música que escucho
no guarda relación
con la chicharra que me continúa
como un cable amarillo
que de pronto muriera. Casa/foco,
mi conciencia ha borrado
toda palabra: quieta. (Sin embargo
aún quiero escribir,
aún hay algo hambriento que se opone
a que las cosas sean
apenas esta idiota certidumbre
que respira, que suda.)



Pablo Seguí



Pablo Seguí. Nació en Córdoba (Argentina) en 1973. Desde los ocho y hasta los diecisiete tocó violín, música clásica. Luego abandonó.la música y se dedicó a la escritura. Publicó los libros: "Los nombres de la amada" (1999), "Claves y armaduras"(2005) y Naturaleza muerta (2011) y también varias plaquetas. Administra los blogs La lección de piano (poemas), Anotaciones-Tamarit (prosas) y Traduciendo franchutes.



sábado, 18 de mayo de 2013

CERO SOBRE EL NIVEL DEL MAR




Me gusta la primera vez 
de todas las cosas:

usar las sábanas 
recién salidas del sol, 
estrenar faldas, 
hacer palabras 
que convoquen al sexo, 
bautizar camas.

Tengo vocación de virgen 
en su primera noche.



Dónde me encontrarás 
si otra vez transmuto 
y me quedo criando 
guanacos en La Puna 
o de pronto revivo 
en monja gris o en puta 
dónde me buscarás 
si me pierdo en las otras 
mujeres que me habitan 
si me olvido tu nombre.



La envuelve la lleva la trae la moja 
la aliña la reta la hunde la unta 
la gira la aleja la mueve la acerca 
la mece la arrastra la encaja la empuja 
la agarra la suelta la corre la mata 
la inventa la ignora la muerde la asusta 
la excita la atrapa y la tira. 
Apología del mar y la caracola.




Valeria Pariso (Argentina, Provincia de Buenos Aires, 1970)








jueves, 16 de mayo de 2013

MATERIA















Parrilla

Sobre el fin de la calle
rumbo al cuartel
hay un asador:

es verano
pero corre una pequeña
brisa.

Mi padre
mi madre
nuestros hermanos
disfrutan de la cena
familiar
al aire libre.

No hay nada que temer
estamos abrazados por el campo
el mundo acontece en ese punto
minúsculo del universo. Tengo
seis años. Conozco
todo
lo que me circunda.
Somos libres
en el lugar.

Mi padre es feliz;
se rodea de sus hijos
de su mujer
tiene información suficiente
para proveernos
durante algunos años:
axiomas, libros, narraciones
de adolescencia.
Ahora que
su muerte es fresca
y reciente, recreo el instante
en que mi padre
distribuye la carne,
las achuras, las ensaladas
en derredor.
Mi madre lo roza con los ojos
y deliberadamente
lo deja hacer
deja que su fuerza crezca
allí, en ese punto
minúsculo del universo.



Las piedras del cielo

Las piedras que alguna vez
tocaron
las algas,
ellas,
no las piedras duras, sino
las piedrecitas tan sin nombre,
las piedras que con trazos
surgidos desde adentro
rozaron la sustancia de las
algas,
no su núcleo
sino sus bordes rosados,
ellas están cerca, las
rozo
o aspiro
como si aspirara un caudal
de agua o de rosas
apenas marchitas, fuera del
viento,
ellas permanecen
pero no como un Ser
sino como un Río.
Grave caudal de las horas
las piedras
se disuelven en el humo
de la mañana,
parecen flores deshechas,
pétalos, tallos…



Materia

Miro a los niños. Uno, dos,
tres…El peso de
estos años
fue terrible
y casi no hay paz
en el
aire. ¿Quién
podrá
fuera de la política,
alejado del Capital, 
decirme: este objeto
es pequeño
aquella alegría
es versátil
esto se inscribe
en el terreno de la 
bondad?

Saludo con mi mano izquierda
a los próceres
del día
y camino
bajo la lluvia
a costa
del pasado.

La línea de la playa
es gris, pero hay
viento. En estos terrenos
fríos la pobreza
no es posible, el constante
sobresalto
se vuelve una moneda
real. Apoyo mis pies
en la arena, hago un hoyo
con mis manos,
arrojo
sin tristezas
un poco de materia
al aire.



Carlos Battilana (Argentina, Corrientes, Paso de los Libres, 1964)



LEER más poemas en la infancia del procedimiento





martes, 14 de mayo de 2013

ADIÓS Y HASTA PRONTO



7- 

Aquí nos despedimos y replegados 
para evitar la luz, para demandar 
silencio al redondo horizonte 
de agua, a la línea verde y tensa 
del horizonte, absortos en su danza, 
aquí nos despedimos. Bienaventurado 
quien te nombre. 



8- 

Son los tumultos del corazón 
y detrás de todo aquello, 
una isla, un redondo horizonte 
de agua. El encanto de despertar 
reside en la sorpresa; nos 
volveremos a ver. Los animales 
que sufren se parecen. 



9- 

Ésta es la pequeña botella 
del naufragio y está destinada 
a vos y solamente a vos 
su propia condición de añicos 
que pensaba haber olvidado 
en un sitio que no te concernía. 
Hasta pronto, tal vez, Annabel h. 



11- 

Oh, sí, la luz desapareció 
con maniática pacificidad. 
Y todas, tuyas y mías, las estrellas 
a ras del agua, tan cercanas como 
para que significasen algo; 
tampoco estabas allí. Y aquí 
no vive nadie y todo ha sido 
un sueño. 



16- 

La mutua vacilación 
al respirar y estrellas 
y grillos que, festejantes, 
se vuelven muy lentamente 
hacia nos como a un 
seguro asilo y llaman 
a alguien entre los vivos; 
quizá nadie, quizá yo 
mismo. 



17- 

Algo muy pequeño y sencillo 
sobre la superficie ennegrecida 
del agua, haciéndose más y más 
leve, como si eso significara 
algo, un fingidísimo cambio 
en la cualidad de la luz. Un instante
para que alguien lo reproduzca.  
¿Te acucia el hallazgo, Anica? 



19- 

Hacia el grupo de estrellas enmarcadas, 
hacia la destrucción que volverás  
a ver juntas y en otro orden,  
en la complicidad fugaz de esta luz, 
y del pasado que les inflige en torno 
a un centro de luz, la luz de estrellas  
muertas. Y exenta de su cuerpo,  
una palabra. Una y otra vez. Y más  
que sonidos pronunciamos recuerdos. 



20- 

El plazo brevísimo de un sueño, 
muy lejos para siempre del rumor 
del agua, del número de latidos  
por minuto de tu corazón, algo puro  
e inalcanzable como una estrella.  
Si diste en divisarlo o no, qué importa,  
estemos en paz. No hay sueños impunes.  



24- 

Digo en mi corazón: Nada  
de brusquedades, nada de merced. 
Sólo predije aquello que haría. 
Y con los dos ojos en funcionamiento.  
Inmóviles. Integran también un sueño  
verdadero. Pan y tierra. Una lírica impía. 
Una débil frontera de tinta. El silencio.  
La más larga de nuestras extremidades. 





Alberto Cisneros (Argentina, Buenos Aires, La Matanza, 1975)






domingo, 12 de mayo de 2013

Necesito un verso


Un verso
que tenga
el color claro
de los ojos,
un verso que
hile finamente
los pensamientos recónditos,
un verso
que apriete el dolor,
y las palabras contra la boca,
un verso
que endurezca los músculos
reblandecidos,
un verso que
alcance a penetrar el cuerpo
mientras mis manos
apretadas y frías
sientan fluir suavemente
la vida.

Septiembre de 1977



Aquí,
estamos,
estás
estamos,
vos, yo,
todos.
Mientras mis manos
puedan escribir
mientras mi cerebro
pueda pensar,
estaremos
vos, yo, todos.
y habrá un mañana.

1 de enero de 1978



Qué puedo decirte,
en esta Navidad tan diferente;
me siento tan sin nada,
tan sin vos, tan sin esa vida
que fui entregando,
no tengo ya ni el nombre
de las cosas que quise,
sólo las sombras desdibujadas
de lo que alguna vez fue y ya no existe.
Qué puedo decirte, amor
en esta Navidad tan diferente,
en que no podemos regalarnos
ni siquiera una caricia,
en que no podemos robarnos los besos
ni revivir los recuerdos.
Qué puedo decirte, amor.
Parece como si se me hubieran terminado
de un solo golpe las palabras
y un vacío inmenso me habitara.
Busco tus ojos,
busco la señal de antes, de siempre,
la inconfundible señal del amor
para esta Navidad tan sola,
y aunque estás siento que ya no estamos,
que de repente me has abandonado.



Ana María Ponce



Ana María Ponce, nació en San Luis en 1952. Comenzó su militancia en la Juventud Peronista y allí conoció a su marido, Godoberto Luis Fernández, quien fue detenido-desaparecido antes que ella. La pareja tuvo un hijo, Luis Andrés. Fue secuestrada en el jardín zoológico. Fue vista en la ESMA en 1978 por Graciela Daleo, a quien le llegaron versiones de que fue ahorcada o muerta por descargas eléctricas en el dorado. En la ESMA la obligaban a trabajar, y ella escribía a las escondidas, antes de que la mataran le dejó sus poemas a Graciela.