martes, 31 de diciembre de 2019

DÍA DE AÑO NUEVO





















Esta mañana la lluvia cae
sobre la última nieve
y la limpiará. Huelo otra vez
la hierba y las hojas caídas
que se mezclan con el barro.
Los pocos amores que pude
conservar duermen aún
en la Costa Oeste. Aquí en Virginia
camino por los campos con la única
compañía de unas pocas vacas jóvenes.
De hueso ancho y tímidas,
son como las chicas que recuerdo
de Secundaria, las que nunca
hablaban, las que tenían la cabeza
agachada y los brazos cruzados sobre
sus pechos nuevos. Esas chicas
tienen ya casi cuarenta años. Como yo,
seguro que a veces se detienen
de noche ante una ventana, a mirar
el patio silencioso, una
silla oxidada y los muros
de las casas de otra gente.
Habrá tardes en que se acuesten
y lloren amargamente por quien
las hiciera más felices,
y se pregunten cómo sus vidas
las han llevado
tan lejos sin jamás
explicar nada. No sé
por qué estoy aquí fuera
con mi abrigo cada vez más oscuro
y mis botas que se hunden y se levantan
con un leve ruido de ventosa
que me gusta escuchar. Me da igual
dónde estén ahora esas chicas.
Sea lo que sea lo que hayan logrado,
que se lo queden. Hoy no quiero
solucionar nada.
Sólo quiero caminar
un rato más bajo la fría
bendición de la lluvia,
y alzar mi rostro hacia ella.
 
(Tomado del blog:

Poética 2.0. 

sin mención del traductor)

Kim Addonizio (E.E.U.U.; Washington,  1954)







sábado, 28 de diciembre de 2019

DE PIEDAD VINE A SENTIR (II)







































He viajado

Su voz suena con el mismo tono de quien dice yo amé,
o no amaré más, toqué esas piedras del siglo IV a. C., soplé su nuca,
caminé la ciudad entera amurallada en defensa de un aljibe
semejante al tener, amurallado, aquí estuve, no estaré más,
he vivido, una certeza tan ambigua o improbable, ¿de verdad
has estado allí o acá, de verdad has amado?
Y ahora suspira y deja ir
el aire, el humo del cigarro, cree o finge estar seguro,
y con el mismo tono dice que ha vuelto, que ha llegado, que trajo
                                                                                         /regalos para todos.



Rara cópula

Podría amar a ese hombre, cómo no,
dulcemente atenazarlo en mis rodillas
y no parar hasta que los ojos de él me mirasen
la primera vez en su vida, con asombro
o, más bien, consternación de sí mismo
pero es el subjuntivo lo que priva,
y esa su mirada en otra parte, en un mundo convexo
donde no caben cuencos sino
ese cántaro que tanto iba a la fuente que, cómo no,
la fuente se ha secado
y es una rara cópula que une y desune, rompe
con lo real lo imaginado,
¿cómo no?



Por amor o por piedad

Atrae la oscuridad de esa sala,
huele a libros viejos, a pesar de la pintura fresca
también oscura. Hay una hendija
clara que viene de un más allá, de un pasado,
el resto es pensamiento malsano, una especie de dolor aferrado
a las paredes, a ese sillón donde el que ahí se sienta ha muerto
hace tiempo, habla para sí o para nadie,
no convida a quedarse.
Atrae porque no me deja ir; sigue y sigue;
no me deja ir; de piedad
vine yo a sentir como quien muere;
y caí, como cuerpo muerto cae, en español, dijo.
Y caí por amor o por piedad.
  
*El texto en cursiva pertenece a Dante.


Notas de memoria

Este silencio en el jardín, casi noche.
Cantabas, ¿te acuerdas?
Eras con el rocío, sin nada que nombrar.
Saciada; el amor lejos,
lejos. Pero saciada.
Escucha ahora, como si este silencio fuese ayer, y
¿oyes?, por fin ahora,
cantaras.



Irene Gruss


Irene Gruss (Buenos Aires, Argentina, 1950 – Id. 2018). Cursó estudios universitarios, de manera incompleta, de Medicina (Universidad de La Plata), Biología (UBA) y Letras (UBA). Desde los 8 hasta los 21 años participó en coros bajo la dirección del maestro Antonio Russo e intentó canto individual supervisada por Susana Naidich, pero fracasó o, más bien, opuso la música a la escritura. Formó parte del grupo de poetas que fundó, a comienzos de los años 1970, el taller «Mario Jorge De Lellis», desde el que actuó un movimiento que significó a la vez la continuación y el replanteo del coloquialismo que animó la poesía de los 60, junto a escritores como Lucina Alvarez, Rubén Reches, Marcelo Cohen, Daniel Freidemberg, Jorge Aulicino, Alicia Genovese, Leonor García Hernando. Integró las redacciones de las revistas literarias “ El escarabajo de oro ”, “ El ornitorrinco ”, “ El juguete rabioso ”, así como colaboró en distintas publicaciones como “ El lagrimal trifulca ”, de Rosario, “ Crisis ”, “ Diario de Poesía ”, “ La danza del ratón ”, “ Latido ” y otras. Poemas suyos fueron publicados también en distintos medios como “ La opinión ”, “ Tiempo argentino ”, “ Clarín ”, “ La Nación ”, “ La Capital ” de Rosario, y otros en Tucumán, Santa Fe, San Luis, Chubut, Neuquén.Han sido traducidos poemas de su autoría a los idiomas francés, inglés, ruso, croato, portugués, italiano y sueco. En 1981, participó en el libro conjunto “ Lugar Común ”, Ed. El escarabajo de Oro, con prólogo de Santiago Kovadloff. Publicó “ La luz en la ventana ”, Ed. El escarabajo de oro, 1982; “ El mundo incompleto ”, Ed. Libros de Tierra Firme, 1987; “ La calma ”, Ed. Libros de Tierra Firme, 1991; “ Sobre el asma ”, edición de la autora, 1995; “ Solo de contralto ”, Ed. Galerna, 1998, “ En el brillo de uno en el vidrio de uno ”, Ed. La Bohemia, 2000; "La dicha" (2004), "La mitad de la verdad", obra reunida, Bajo la luna, 2008, La pared, 2012; Entre la pena y la nada, Ed. del Dock, 2015;  Piezas mínimas (2017) y De piedad vine a sentir, póstumo, >Ed. en danza, 2019, del que fueron tomados los poemas publicados. En su carácter de compiladora, realizó la antología "Poetas argentinas (1940-1960)", en 2006.  Recibió, en 1975, el Primer Premio a obra inédita otorgado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y, en 1986, el primer premio en el concurso organizado por la Biblioteca Cornelio Saavedra y auspiciado por Eveready. Ha coordinado talleres de poesía desde 1986 hasta 1994. Su otro oficio fue la corrección, a lo que se dedicó en forma paralela a la escritura y como modo de subsistencia. Falleció repentinamente en diciembre de 2018.




jueves, 26 de diciembre de 2019

TALLLER














POSTAL

La canilla que gotea en realidad es la aguja
sistemática del reloj. Sigo con la mirada
los árboles allá en el bosque alado;
perduran.
El tema no es el tiempo sino el verde.



TALLER

Miro a través de esa página de tinta
encolumnada. Miro a través de lo que está
lo que no dice,
lo que dio por sentado pero ahí no está. Nado en ese lago de lodo
                                                                                /como una anguila,
a la pesca de esa idea en un agua nada
clara. Me retuerzo en la silla y busco, y apenas toco
esa idea que daba por sentado. Salta a la vista entonces, no sé cómo
                                                                                 /pero llega y respira
en la superficie después del ahogo, después

del salto.


(Del libro De piedad vine a sentir,
Ediciones en Danza, 2019)

Irene Gruss (Buenos Aires, Argentina, 1950 - Id.2018)



IMAGEN: Fotografía de Abbas Kiarostami.




martes, 24 de diciembre de 2019

NAVIDAD














Ovejero del puesto “La Fortuna”,
quince horas a caballo, cómo no;
y he dejado a las ovejas sólitas
con el puro león.
Es que Tamberías está de fiesta
y el Niño Dios nace,
en el fondo de los vasos, señor,
y hay que sacarle vino de encima.
Tengo armado un pesebre de botellas,
y el burro manos, buey, cordero, todo;
he colgado una estrella en la ventana
para que el mundo se vea mejor.
Mi madre hila el copo de los años
bajo la cordillera,
mi padre está en el viento blanco,
mi mujer en las nieblas;
mis hijos se llenaron de caminos y abrojos:
sólo he quedado yo.
Antes que el gran lagarto de las cumbres de Ansilta
me trague con un golpe de lengua,
quiero alzarlo a este niño, despacito,
y llevármelo.




Jorge Leonidas Escudero (San Juan, Argentina, 1920-2016)


Imagen: Pesebre en San Juan.



lunes, 23 de diciembre de 2019

Habla Joseph M.W. Turner















Trato de conseguir el tono exacto del alba con el aspecto
del ocaso. La verdad no es como se pinta.
Ningún marchand podrá adquirirla porque
conseguir esto es... impagable.
Como cuando me hice atar al palo mayor,
¿creen que he visto algo?
Me atrevería a decir al momento de mi muerte,
con un golpe efectista, The sun is gone!
Pero no, nada es como se pinta,
pura distorsión de luz, el alba
igual a un ocaso.


(Del libro De piedad vine a sentir,
Ediciones en Danza, 2019)


Irene Gruss (Buenos Aires, Argentina, 1950 - Id.2018)



IMAGEN: The sun is God, de Turner.





sábado, 21 de diciembre de 2019

DE PIEDAD VINE A SENTIR (I)

IN MEMORIAM, CARLOS GARDEL Y ALFREDO LEPERA (*)



Es difícil discernir qué prevalece,
molida a golpes por la noche, la arena es fina, aunque
aparenta recibir el tributo del mar: algas que
mañana olerán pútridas, hasta que él lave una y otra y otra
vez, y acaricie la herida. Todo, todo
se olvida.


(Del libro De piedad vine a sentir,
Ediciones en Danza, 2019)



Irene Gruss (Buenos Aires, Argentina, 1950 - Id.2018)




(*) Nota del Administrador:

EL DÍA QUE ME QUIERAS

Acaricia mi ensueño
El suave murmullo de tu suspirar
Como ríe la vida
Si tus ojos negros me quieren mirar
Y si es mío el amparo
De tu risa leve
Que es como un cantar
Ella aquieta mi herida
Todo, todo se olvida
El día que me quieras
La rosa que engalana
Se vestirá de fiesta
Con su mejor color
Y al viento las campanas
Dirán que ya eres mía
Y locas las fontanas
Se contarán su amor
La noche que me quieras
Desde el azul del cielo
Las estrellas celosas
Nos mirarán pasar
Y un rayo misterioso
Hará nido en tu pelo
Luciérnagas curiosas
Que verán que eres mi consuelo
El día que me quieras
No habrá más que armonía
Será clara la aurora
Y alegre el manantial
Traerá quieta la brisa
Rumor de melodías
Y nos darán las fuentes
Su canto de cristal
El día que me quieras
Endulzará sus cuerdas
El pájaro cantor
Florecerá la vida
No existirá el dolor
La noche que me quieras.


Compositores: Carlos Gardel / Alfredo Le Pera

jueves, 19 de diciembre de 2019

7 DE SETIEMBRE







































(a las 11)


Qué mar o río
                           es éste o ése de rozamientos en un fluir
                       que a la vez se extasía
         y que en una nada de ribera nos suspende en su mismo
                                                                           éxtasis, de cuyo enigma,
al parecer, apenas si la hora emerge en unos grumos con ramillas
                                   en filigrana todavía?
          
                          Mas se trata de algo así
                   como la trama gracias a la cual por momentos oímos
                                                            al propio tiempo cruzando su tejido
      en ese éter en que pronto, pero con intermitencias, habrá de ser urdido
                                                                        el imposible
                                           perdurando de unos tonos de rocío
aunque a través de las profundidades que alzará, expectativamente, el día
                                                                                                   y aunque con figuras
                                                                      para, se dijera, oportunamente, inscribir
                                                                                 el vértigo que dibujan
              algunas de las hebras en tren de desprenderse, o poco menos, de sí...
                                                                                              y medidas
                                              también, para, presumiblemente, cadenciarles sus latidos
al propio anhelo casi trasvelándose, o fuera, si se quiere, de eso que hasta ritma
                                                                                 el despliegue de los confines...


(a las 17)

                              La duración ya no susurra o lo hace, quizás, sólo para sí,
                                              aunque el anhelo de su discurrir
debe de darse, ahora, en aquel estupor al que muy apenas flava
                                                   y al que apenas simultáneamente irisa
                                                 la iluminación del abismo...
Oh setiembre que subes azoradamente, a la vez, y de qué aquí?...
                                                  de qué memoria u olvido
                                                             del cielo
                               o de aquella ilusión que con éste respiraba cuando así
                                                              lo empezabas a abrir
                                                        a unas almas de fresias, todavía
                                           en ascenso de los limbos... :
aquélla que aún hoy, hoy, vuelve contigo a ese oro que suspira
                                      en cambiantes desde las simas
                                                    del infinito...

(Inéditos, escritos hacia fines de los 60’ 
y los años 70’, publicados, en la edición de la:
"Obra Completa",  Universidad del Litoral,
Santa Fe,  2015)

Juan L. Ortiz





Juan Laurentino Ortiz , (Entre Ríos, Puerto Ruiz, Gualeguay, 1896 -Id.,  Paraná, 1978). Poeta argentino. Al poco tiempo de su nacimiento, la familia se traslada a las selvas de Montiel. La naturaleza de su provincia marcó al niño que años más tarde la convertirá en un elemento esencial de su poesía. Se lo considera un poeta mayor de la lengua española y figura fundamental de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández. Eso fue mientras vivió; después ya se convirtió en un mito. Vivió su infancia en el medio rural de la provincia de Entre Ríos.  Estudia en la Escuela Normal Mixta de Maestros de Gualeguay. Temprano adhiere al ideario socialista; hace vigorosos discursos y comienza a escribir en la prensa gráfica.  Realizó estudios de Filosofía y vivió un corto tiempo en Buenos Aires. Allí participó de la bohemia literaria de los años 20 y se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. A instancias de Salvadora Medina Onrubia, durante su estadía en Buenos Aires empezó a colaborar en La Protesta y Crítica; de regreso a Gualeguay, escribió para medios del Litoral. Su primer libro, El agua y la noche, de 1932, vio la luz gracias a la ayuda de Carlos Mastronardi, César Tiempo, Cayetano Córdova Iturburu y Ulyses Petit de Murat. Aunque integró movimientos políticos ―entre otros un comité de solidaridad con la República española durante la guerra civil que dividió a España entre 1936 y 1939, vivió aislado del ambiente cultural de la capital argentina. Volvió pronto a su provincia. Celebró la revolución rusa del año 17 y la liberación de París; denunció el asesinato de García Lorca y los horrores del nazismo; padeció la cárcel durante el golpe del 55; y en 1957 fue invitado a visitar China y la ex Unión Soviética encabezando una delegación de intelectuales argentinos. Sus libros también fueron alcanzados por la barbarie de la última dictadura teniendo como destino trágico la hoguera. En Gualeguay, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones. Se inició bajo la influencia de la poesía intimista posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales, entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo solidario. Juan L. Ortiz había leído muy bien a los simbolistas belgas, a Maurice Maeterlinck; a Rainer Maria Rilke, a Juan Ramón Jiménez, a Mallarmé,  a T.S. Eliot, entre otros, de su frondosa biblioteca. Sus atmósferas son siempre delicadas; el paisaje es sutil, etéreo, leve. La vida pasa por los versos como una pluma: la verdad parece ocultarse siempre más allá del poema, en una zona donde las palabras son sólo un indicio del “resplandor”, aun en la "miseria", aun en las "injusticias" y su compromiso social. Su estética puede ser considerada “impresionista” (en el sentido que el mundo llega al artista en forma de percepciones), con influencias de la poesía china y japonesa; y asimismo de Ezra Pound, a quien tradujo.  Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita , La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce, junto con otros dos libros no publicados hasta entonces: El Gualeguay y La orilla que se abisma.  Desarrolló una activa labor con la poesía extranjera traduciendo a Paul Éluard, los poetas chinos, Guisseppe Ungaretti y Ezra Pound. La revolución fue una idea permanente en Ortiz, un motivo que organiza y da sentido, pero no por ello puso en lugar secundario sus inquietudes filosóficas y estéticas magistralmente transformadas en uno de los cuerpos líricos más auténticos de las letras latinoamericanas. En 1942 se radicó en Paraná hasta donde llegaban, a manera de una peregrinación laica, amigos entrañables, estudiosos de su poética y poetas de todas las edades pero, y sobre todo, lo visitaban los jóvenes atraídos no sólo por la calidad de su poesía sino por la transparencia de su conducta. En Juan L. Ortiz, poesía y vida son por completo inseparables. Tanto que de su ética surge su estética y su estética profundizará su ética. Juanele, como comenzó a llamárselo en los círculos literarios de la capital (cosa que a él le causaba gracia: todos sus amigos le decían “Juan”), fumaba en largas boquillas de caña y publicaba sus poemas, de versos extensos, en libros de tipografía minúscula, cuidando hasta el extremo todos los aspectos de la edición.  Su obra adquirió mayor visibilidad, cuando la Universidad Nacional del Litoral publicó su Obra completa, enriquecida con poemas no incluidos en ‘En el aura del sauce’ y con artículos y comentarios, aparecidos en diarios, revistas, y cartas. Original, la obra de Juan L. Ortiz, sigue fluyendo en el cauce del tiempo. Su literatura se volvió un símbolo de la libertad y consistencia que un proyecto estético puede asumir, incluso en condiciones de austeridad y distancia de los centros culturales. Faro y emblema de un grupo de creadores que incluía a Juan José Saer, Marilyn Contardi, Alfredo Veiravé, Hugo Gola y Mario Medina; el poeta gualeyo celebraba la amistad y el río, en sus poemas. Juan Laurentino Ortiz falleció el 2 de septiembre de 1978, en Paraná.


IMAGEN: Juan Ortiz frente al río Gualeguay, fotografía de Esteban Pablo Churtalón, extraida del Tomo 3 de En el aura del Sauce, Ed. Biblioteca Popular Constancio  C.C. Vigil, Rosario,1970.
(El escaneo de la Foto tiene los mismos defectos que tiene la impresión original).




martes, 17 de diciembre de 2019

NADA MÁS QUE ESTA LUZ...


















Nada más que esta luz, otoño.
Nada más que esta luz.
El éxtasis, el éxtasis,
entre el cielo y la tierra, suspendido,
mejor: que se abre y se dilata como un alma
profunda, pero de una
claridad delicada de serenos
pensamientos sensibles.
Nada más que esta luz, otoño,
otoño, nada más que esta luz
que penetra sutil
las cosas
pero queda
al rededor de ellas, como temblando,
sensitiva y casi pudorosa.
Nada más que esta luz, otoño.
¿Es de todos esta luz?
La calle humilde está
traspasada, y como elevada,
ligera,
en esta dicha etérea.
Pero a todos llegas, otoño,
a todos llegas en esta tarde
en que hay manos translúcidas y eternas
que hacen signos tiernos en el aire?


(Tomo I, de El aura del sauce, de “El alba sube”,
Ed. Biblioteca Popular C.C. Vigil, Rosario, 1971)



Juan L. Ortiz (Argentina, Entre Ríos, Gualeguay, Puerto Ruiz, 1896 -Paraná, 1978)




IMAGEN: Susett Heise - Autumn lights (1970)



domingo, 15 de diciembre de 2019

LOS MUNDOS UNIDOS (El Hospital Palma)

























Ah, el paisaje amable de Paraná se nos pierde.
Es posible ver con ojos limpios las islas de enfrente detrás de los sauces,
el sol deshecho en colores de la ribera,
la barranca cincelada, con caminos disparadores de autos,
la luz vaporizada en las vueltas del rio y sobre las lomas que danzan hasta
                                                                                                       [el río?

Es posible ver con ojos limpios, ésto,
alejándose hasta el cielo en un azul dormido,
luego de ver “aquello” ?
Ah, es posible pero para ésos que solamente tienen ojos.
Ojos muy finos, sí, con una fría calidad de espejos,
de espejos muy complicados, hechos casi de espíritu,
pero sin relación con el centro vivo del alma:
llama de amor tendida hacia los hombres, los animales y las cosas.
Los hombres, sin embargo, han hecho “aquello”.
Es posible que los hombres hayan hecho “aquello” ?
Hay cosas horribles, y terribles, lo sé.
El horror sangriento en casi todo el planeta,
pero atravesando el horror un alba aún pálida que avanza en las liberadoras
                                                                                 [bayonetas del Este.
Han hecho “aquello” los hombres. Y se quiere hacer lo conveniente
para guardar las formas. Nada más.
No es posible, es cierto, reintegrar a “nuestro mundo” aquellas almas idas?
Si no es posible, deberíamos cuidar su mundo, resguardarlo.
Así decía el compañero: el niño tiene su mundo,
el loco tiene su mundo, los animales tienen su mundo.
Que nuestro amor llegue hasta los límites de estos mundos para franquearlos
                                                                                  [hasta donde sea posible.
Habéis mirado alguna vez con cariño atento los ojos de un perro ?
El perro tiene su mundo, pero atravesamos sus límites hasta que la chispa
                        [de la unidad brota de nuestra mirada y de la suya, húmeda.
Los locos tienen su mundo. No tenemos sobre su mundo otro derecho que
                                                                                  [el de nuestro amor.
Si su huida es fatal, amemos ese mundo.
La vida tiene orbes distintos pero unidos secretamente.
Que la locura florezca si no tiene más que florecer.
Sus perfumes no llegarán hasta nosotros pero serán los de los sueños
                                                                                        [esenciales
do las vidas cerradas, es cierto, pero vidas.
Todas las edades tienen su mundo, además, con su encanto.
De la vejez es un florecimiento inclinado que tiene del cielo y de la tierra
                                                                                              [también.
Hemos de suprimirla como quería el “otro” ?
Hemos de suprimir “los inútiles”, los que viven vidas cerradamente propias ?
Si viérais, amigos, “aquello”. Cabezas de cenizas con ojos de espanto o de
                                                                        [asombro —ante qué sueños?—
o de una amabilidad luminosamente absurda.
Huesos sólo bajo las sábanas con moscas.
Pupilas tendidas hacia los ruidos o hacia las palabras.
Manos que prosiguen un tejido invisible.
Una boca dolorosa, oh, terriblemente dolorosa, incansablemente dolorosa,
y es una boca vieja, apenas dos líneas hundidas entre la escritura numerosa
                                                                                                 [del rostro.
Hueco de las bocas, amigos, en la queja permanente y silenciosa!
Ah, esas pupilas ciegas, fijas sobre una interrogación terrible,
mientras un breve bulto endurece sus ángulos bajo las mezquinas frazadas!
Ojos, ojos sin luz de las viejecitas y de los viejecitos.
El rostro sólo vive en otros, la cara con su mueca.
Y los hombres maduros y las mujeres maduras entre los dos límites,
con sueños que tienen todavía algo de los nuestros?
Oh, los paralíticos y los locos en el sol del patio!
La viejecita que se “ha ido” con la gentileza nativa
y con una atención antigua os despide como una niña.
El viejo con las dos manos sobre el puño del bastón,
la mirada vacía, terriblemente vacía, frente a una sombra quizás apenas
                                                                                              [iluminada;
Dedos infatigables en un desmadejamiento de pesadilla
o en una búsqueda infinita sobre cabelleras de algodón.

Y más allá otra “sala” con gestos de color clavado
o de esperanza infantil sobre el borde de la cama.
Rasgos definitivamente esculpidos por la punzada o el terror
sobre las huellas ya profundas de la vida miserable,
o con una luz empecinada de niños que no pueden creer el castigo fatal…

Y allí cerca está el río con velas en el sol blanco.
Y allí cerca el agua juega y los hombres y las mujeres juegan con el agua
Y se ha hecho “aquéllo”. Las fuerzas enemigas han hecho “aquéllo”.
Cómo “aquéllo” también grita su crimen contra las raíces de la vida!
El infierno por todas partes es su obra, lo sé.
Pero allí aparece de tal modo que las colinas y las islas nos hieren como
                                                                           [una dicha inmerecida;

Que la locura florezca si no tiene más que florecer.
Que la infancia tenga su mundo, que la enfermedad tenga su mundo,
que el animal tenga su mundo, que las cosas tengan su mundo.
No nos queda sino el amor para franquear sus límites
o envolverlos de un delicado respeto hasta que podamos penetrarlos
y juntar tantas chispas en una gran llama fraternal que abrasará hasta
                                                                                        [las estrellas.

(Tomo I, de El aura del sauce, de “El álamo y el viento”,
Ed. Biblioteca Popular C.C. Vigil, Rosario, 1971)



Juan L. Ortiz (Argentina, Entre Ríos, Gualeguay, Puerto Ruiz, 1896 -Paraná, 1978)



IMAGEN: Rojo, del pintor argentino Miguel Ocampo.