Esta mañana la lluvia cae
sobre la última nieve
sobre la última nieve
y la
limpiará. Huelo otra vez
la hierba y las hojas caídas
la hierba y las hojas caídas
que
se mezclan con el barro.
Los pocos amores que pude
Los pocos amores que pude
conservar
duermen aún
en la Costa Oeste. Aquí en Virginia
en la Costa Oeste. Aquí en Virginia
camino
por los campos con la única
compañía de unas pocas vacas jóvenes.
compañía de unas pocas vacas jóvenes.
De
hueso ancho y tímidas,
son como las chicas que recuerdo
son como las chicas que recuerdo
de
Secundaria, las que nunca
hablaban, las que tenían la cabeza
hablaban, las que tenían la cabeza
agachada
y los brazos cruzados sobre
sus pechos nuevos. Esas chicas
sus pechos nuevos. Esas chicas
tienen
ya casi cuarenta años. Como yo,
seguro que a veces se detienen
seguro que a veces se detienen
de
noche ante una ventana, a mirar
el patio silencioso, una
el patio silencioso, una
silla
oxidada y los muros
de las casas de otra gente.
de las casas de otra gente.
Habrá
tardes en que se acuesten
y lloren amargamente por quien
y lloren amargamente por quien
las
hiciera más felices,
y se pregunten cómo sus vidas
y se pregunten cómo sus vidas
las
han llevado
tan lejos sin jamás
tan lejos sin jamás
explicar
nada. No sé
por qué estoy aquí fuera
por qué estoy aquí fuera
con
mi abrigo cada vez más oscuro
y mis botas que se hunden y se levantan
y mis botas que se hunden y se levantan
con
un leve ruido de ventosa
que me gusta escuchar. Me da igual
que me gusta escuchar. Me da igual
dónde
estén ahora esas chicas.
Sea lo que sea lo que hayan logrado,
Sea lo que sea lo que hayan logrado,
que
se lo queden. Hoy no quiero
solucionar nada.
solucionar nada.
Sólo
quiero caminar
un rato más bajo la fría
un rato más bajo la fría
bendición
de la lluvia,
y alzar mi rostro hacia ella.
y alzar mi rostro hacia ella.
(Tomado
del blog:
Poética 2.0.
sin mención del traductor)
Kim Addonizio (E.E.U.U.; Washington, 1954)
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