domingo, 29 de junio de 2025
Do Nothin' Till You Hear From Me
viernes, 27 de junio de 2025
EL ZAPALLO QUE ERA COSMOS
La primera noticia que se tuvo de su
existencia fue la de los sonoros crujidos del simple natural crecimiento. Los
primeros colonos que lo vieron habrían de espantarse, pues ya entonces pesaría
varias toneladas y aumentaba de volumen instante a instante. Ya medía una legua
de diámetro cuando llegaron los primeros hacheros mandados por las autoridades
para seccionarle el tronco, ya de doscientos metros de circunferencia; los
obreros desistían más que por la fatiga de la labor por los ruidos
espeluznantes de ciertos movimientos de equilibración, impuestos por la
inestabilidad de su volumen que crecía por saltos.
Cundía el pavor. Es imposible ahora
aproximársele, porque se hace el vacío en su entorno, mientras las raíces
imposibles de cortar siguen creciendo. En la desesperación de vérselo venir
encima, se piensa en sujetarlo con cables. En vano. Comienza a divisarse desde
Montevideo, desde donde se divisa pronto lo irregular nuestro, como nosotros
desde aquí observamos lo inestable de Europa. Ya se apresta a saberse el Río de
la Plata.
Como no hay tiempo de reunir una
conferencia panamericana -Ginebra y las cancillerías europeas están
advertidas-, cada uno discurre y propone lo eficaz. ¿Lucha, conciliación,
suscitación de un sentimiento piadoso en el Zapallo, súplica, armisticio? Se
piensa en hacer crecer otro zapallo en el Japón, mimándolo para apresurar al
máximo su prosperación, hasta que se encuentren y se entredestruyan, sin que,
empero, ninguno sobrezapalle al otro. ¿Y el ejército?
Opiniones de los científicos; qué pensaron
los niños, encantados seguramente; emociones de las señoras; indignación de un
procurador, entusiasmo de un agrimensor y de un toma-medidas de sastrería;
indumentaria para el Zapallo; una cocinera que se le planta delante y lo
examina, retirándose una legua por día; un serrucho que siente su nada. ¿Y
Einstein?; frente a la facultad de medicina alguien que insinúa: ¿purgarlo?
Todas estas primeras chanzas habían cesado. Llegaba demasiado urgente el
momento en que lo que más convenía era mudarse adentro. Bastante ridículo y
humillante es el meterse en él con precipitación, aunque se olvide el reloj o
el sombrero en alguna parte y apagando previamente el cigarrillo, porque ya no
va quedando mundo fuera del zapallo.
A medida que crece es más rápido su ritmo
de dilación; no bien es una cosa ya es otra; no ha alcanzado la figura de un
buque que ya parece una isla. Sus poros ya tienen cinco metros de diámetro, ya
veinte, ya cincuenta. Parece presentir que todavía el cosmos podría producir un
cataclismo para perderlo, un maremoto o una hendidura de América. ¿No
preferirá, por amor propio, estallar, astillarse, antes de ser metido dentro de
un Zapallo? Para verlo crecer volamos en avión; es una cordillera flotando
sobre el mar. Los hombres son absorbidos como moscas; los coreanos, en la
antípoda, se santiguan y saben su suerte es cuestión de horas.
El Cosmos desata, en el paroxismo, el
combate final. Despeña formidables tempestades, radiaciones insospechadas,
temblores de tierra, quizá reservados desde su origen por si tuviera que luchar
con otro mundo.
"¡Cuidaos de toda célula que ande
cerca de vosotros! ¡Basta que una de ellas encuentre su todocomodidad de
vivir!! ¿Por qué no se nos advirtió? El alma de cada célula dice despacito:
"yo quiero apoderarme de todo el ‘stock’, de toda la ‘existencia en plaza’
de Materia, llenar el espacio, y, tal vez, los espacios siderales; yo puedo ser
el Individuo-Universo, la Persona Inmortal del Mundo, el latido único".
Nosotros no la escuchamos ¡y nos hallamos en la inminencia de un Mundo de Zapallo,
con los hombres, las ciudades y las almas dentro!
¿Que puede herirlo ya? Es cuestión de que
el Zapallo se sirva sus últimos apetitos para su sosiego final. Apenas le
faltan Australia y Polinesia.
Perros que no vivían más que quince años,
zapallos que apenas resistían uno y hombres que raramente llegaban a los cien…
¡Así es la sorpresa! Decíamos: es un monstruo que no puede durar. Y aquí nos
tenéis adentro. ¿Nacer y morir para nacer y morir…?, se habrá dicho el Zapallo:
¡oh, ya no! El escorpión, cuando se siente inhábil o en inferioridad se pica a
sí mismo y se aniquila, parte al instante al depósito de la vida escorpiónica
para su nueva esperanza de perduración; se envenena sólo para que le den vida
nueva. ¿Por qué no configurar el Escorpión, el Pino, la Lombriz, el Hombre, la
Cigüeña, el Ruiseñor, la Hiedra, inmortales? Y por sobre todos el Zapallo,
Personación del Cosmos, con los jugadores de póker viendo tranquilamente y
alternando los enamorados, todo en el espacio diáfano y unitario del Zapallo.
Practicamos sinceramente la Metafísica
Cucurbitácea. Nos convencimos de que, dada la relatividad de las magnitudes
todas, nadie de nosotros sabrá nunca si vive o no dentro de un zapallo y hasta
dentro de un ataúd y si no seremos células del Plasma Inmortal. Tenía que
suceder: Totalidad todo Interna, Limitada, Inmóvil (sin Traslación), sin
Relación, por ello sin Muerte.
Parece que en estos últimos momentos,
según coincidencia de signos, el Zapallo se alista para conquistar no ya la
pobre Tierra, sino la Creación. Al parecer, prepara su desafío contra la Vía
Láctea. Días más, y el Zapallo será el ser, la realidad y su Cáscara.
(El Zapallo me ha permitido que para
vosotros -queridos cofrades de la Zapallería- yo escriba mal y pobre su leyenda
y su historia.
Vivimos en ese mundo que todos sabíamos,
pero todo en cáscara ahora, con relaciones sólo internas y, así, sin muerte.
Esto es mejor que antes.)
Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-ibidem, 1952)
Pueden LEER la biografía completa y otros textos en entradas anteriores.
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