jueves, 29 de septiembre de 2022

CISNE DE CUELLO NEGRO (III)


CRÓNICAS



Una ucronía

a la memoria de Ricardo Piglia y de Max Ophüls

Alguien ha puesto
al parecer sin premeditación
la última brizna de amor
a derretirse al fuego
en una sartén.
No es un utensilio
vulgar, integra la cocina
donde se combinan
los ingredientes
necesarios para la vida
desde tiempos remotos.
Todos vieron desaparecer
ese último aliento
de amor sin sobresalto
ni advertencia.
Bien escaso entre la gente
no era extrañado ni pedido
cuando hasta hace poco
era el pan de cada día.
Por lo menos en la época
algo lejana en que
hombres y mujeres
se juntaban para vivir
y procrear.
Un autor casi olvidado
de principios del siglo XXI
dice que todo se inició
con la disolución
de las naciones y la formación
de clanes femeninos
y masculinos por separado.
Después hay un gran hueco
en la historia
que culmina hoy
con ese simple acto
que no se registró
en ninguna parte.



Con la trompeta de Chet Baker

¿Qué tienen que ver los cuerpos con el derrame de amor?
Los cuerpos olas en el placer y nada más dure lo que dure
El amor va por otro lado y mucha gente ni sabe por dónde y no lo 
confíes tampoco
En cambio los cuerpos son muy escandalosos y ocupan un espacio 
considerable móvil jocoso
El amor a veces se esconde oculta su verdadera naturaleza el 
pudor lo atenaza
El amor de mi ser herido ser negado lo que no pasa con los 
cuerpos el amor es mucho más frágil que el encuentro de dos 
cuerpos
A veces el amor pretende expresarse de alguna manera: romper en 
zonas callado (el sol es callado) y que las palabras digan lo que 
su corazón no puede decir y también piden los cuerpos representar 
ese amor y fracasan siempre



No me pregunten qué
y menos a esta hora.
El intento siempre es secreto
no saber qué ni por qué pero intentarlo.
Los resultados nos dirán
lo que buscábamos.
O no.
Con la poesía nunca se sabe.



Mujer en la playa

Cuidado, una abeja confundida
ronda las flores pintadas en tu espalda.
Mi olfato deseoso alcanza a percibir
el lúbrico y suave perfume
a magnolia de tus pechos.
Cambia el viento y se torna intenso,
delicioso, casi visible.
Como si te viera de frente



Reproducción

Me dicen que aparearse es un verbo demasiado bestial
para usarlo aplicado a nuestra especie.
Pero es preciso y específico
excluye los sentimientos y coloca las cosas
en su justo punto.
Esto lo hemos aprendido
con la marea feminista: las mujeres que desean
un hijo raramente se escudan detrás del amor
para justificar sus embarazos.
Es un paso gigantesco
hacia las verdades de la naturaleza.
A veces aparece un varón
que jura ser copartícipe del hecho.
En muchas ocasiones el lugar
ya está ocupado
por otra persona
o por ninguna.

(De: Cisne de  Cuello negro,
de la edición de la Biblioteca
virtual, 2020)

Raúl Artola



Raúl Orlando Artola nació en 1947, en Las Flores, provincia de Buenos Aires y vive en Viedma, Río Negro. Es periodista, narrador,poeta. En poesía publicó Antes que nada (1987), Aguas de  socorro (1993), Croquis de un tatami (Premio Madres de Plaza de Mayo, 2002 (2010, el suri porfiado), Registros de hora prima. 2014 (La Carta de Oliver), y La mirada corta, Antología 1976/2016 (La Carta de Oliver). En narrativa, El candidato y otros cuentos (Gobierno del Chubut, 2006) y La mujer ágrafa y otros infundios (El Jinete Insomne, 2018). En ensayo, publicó La periferia es nuestro centro. Apuntes sobre política, cultura, territorios y experiencias (Espacio Hudson, colección El Extremo Sur, 2011). Compiló Poesía/Río Negro - Antología Consultada y Comentada y Las  nuevas generaciones con un total de 44 autores.



 

martes, 27 de septiembre de 2022

CISNE DE CUELLO NEGRO (II)

 


MITOS DE LA UNIÓN 


Religio

Nadie puede morir
mientras suene la música.
El piano y las cuerdas
sostienen lo que queda:
un mínimo aliento alcanza
para albergar toda la vida.
El alma de cada uno
es imagen fractal
del corazón del universo.

(a la memoria de Carl Gustav Jung)



Sentidos

Unas veces, el amor es una puntada en el agua
que enhebra canciones inaudibles
y otras, un estruendo como la explosión de una mina
donde nada queda en pie.

En un caso, pareces sordo,
en el otro, quedas ciego.
Distingue, puedes elegir, estás a tiempo



Me pregunto

Dónde está el que escribió
un epílogo para Juan Carlos
y su damasco
el mismo que prologó
las sandalias de Yolanda
el que se conmovió
comentando la poesía
de Valeria en una contratapa
y saludó con laureles honoríficos
ese cauquil de Sergio.
Y aquel otro que tembló
ante unos ojos negros
vislumbrados en un tango.
O el que celebró un pubis
de ocasión efímera
en pasionales arrebatos.
Y el que en este tiempo
le canta a una mujer
que le salvó la vida
con forma de cisne
y dones incontables.
Tal vez lo vuelva a ver
en nuevas aventuras
del espíritu y la materia
inagotable de los sueños.
Aquí lo espero.



Elogio de la incerteza

Cuando deba nombrar
alguna gloria pasada
podré decir:
Yo te conocí
y tal vez me amaste

(De: Cisne de Cuello negro,
de la edición de la Biblioteca
virtual, 2020)
Raúl Artola (Las Flores, provincia de Buenos Aires, 1947. Vive en  Viedma, Río Negro.


IMAGEN: Autorretrato de Ananke Asseff



domingo, 25 de septiembre de 2022

CISNE DE CUELLO NEGRO (I)

MITOS DE LA UNIÓN 


Con plazos secretos
las despedidas son inevitables.
Si las ponemos en otro lugar
junto a los hallazgos
o a las curiosidades
pierden su carácter grave
y adquieren una nueva dignidad
una nobleza sonriente.



Domingo

Te vas entre las hojas secas
del otoño
alta vestida de negro
las puntas doradas del pelo
sobre el hombro izquierdo
te vas a paso vivo
para volver luego a buscarme
y yo quedo, angustiado y feliz,
preguntándome si sos real
o te sueño
dentro de un viaje que nunca hice
a un pueblo perdido
del norte de Italia.



Cygnus

No pude superar las torpezas
de la infancia
ni sus asombros
ni la curiosidad
por todo lo que vive.
Han cambiado solo
algunos motivos
y mis reacciones
son más lentas
y conscientes.
He tardado
varios meses en saborear
(rumiante hedonista)
un amor
antes de declararlo
con paciencia desconocida
y gozosa ventaja.
No conocía un cisne
de cuello negro.



Durmiendo, indefensos y confiados, por debajo de las adherencias
culturales, somos aquel cachorro crecido, ennoblecido y 
envilecido
por el paso del tiempo.
Necesitamos lo mismo: calor, seguridad, afecto y alimento. Lo 
demás es literatura. Y comercio.



Mitos de la unión

Viajes oscuros en la noche pasadizos donde el peso de la alegría 
y la tristeza eran campanas de la misma claridad.
Quería escribir sobre esos viajes en la noche pero tu voz me lo 
impedía o la sombra de tu voz un llamado angustioso que parecía 
prevenirme.
Nunca supe quién eras; tampoco ahora.
Cada vez que suponía estar lográndolo una cortina espesa caía 
ante mí a desmentirme. Y la única manera de recuperar la ínfima 
vislumbre era escucharte. Aunque a veces necesitaba que lloraras 
o fingieras que lo hacías.
Demasiado era el brillo, a menudo, para que al acercarnos
descubriéramos que se trataba de un simple charco sucio.


(De: Cisne de Cuello negro,
de la edición de la Biblioteca
virtual, 2020)
Raúl Artola (Las Flores, provincia de Buenos Aires, 1947. Vive en 
Viedma, Río Negro.
 


 IMAGEN: Sin créditos.

viernes, 23 de septiembre de 2022

Spirituals


Ley de gravedad
 
Uno

La soga saltaba en medialunas y pegaba en el piso. Había que entrar en ese arco que envolvía y rebotaba en un mismo lugar. Los pies repiqueteaban con fuerza y la canción decía: Me quedo acá, me quedo acá.

Dos

Al elástico lo sostenían entre dos, estirado y en líneas paralelas que cambiaban de altura entre las piernas. Otra entraba, hacía un 
         / giro
ajustado, lo rodeaba y salía. Era una danza de tres que probaban destrezas y soñaban con saltar a otra edad.

Tres

Quien pudiera ahora con aquellas simples gambetas persistir como la soga, estirar el deseo después de un chirlo volverse acróbata en las leyes del amor tan parecidas a la ley de gravedad.





Al oído del tiempo

En torno a “Misterio”, 
de Jorge Eduardo Eielson
“¿por qué estoy viva 
y el vaso lleno de agua 
y la puerta cerrada 
y el cielo igual que ayer 
y los pájaros dorados 
y mi lengua mojada 
y mis libros en orden?” (*)
¿por qué soy mujer 
y la mesa tendida 
y el aroma del té 
y el brillo de los ojos 
y las ventanas abiertas 
y las plantas regadas 
y la ropa seca 
y el mar en las fotos 
y el pelo al viento 
y caracoles en las manos 
y la arena en los pies?
¿por qué escribo 
y el papel en blanco 
y el lápiz con su punta 
y las palabras en silencio
y un piano allá tan lejos 
y una voz aquí que canta 
y las estrellas de siempre 
y las nubes en su cielo 
y la lluvia en su caer 
y el abrazo de la noche 
y mi cuerpo un diapasón vibrando 
en la intimidad de la luz?


(*)Estrofa del poema “Misterio ”, de Jorge Eduardo Eielson, incluido en Poesía Escrita, con variación en el primer verso: en el original, “por qué estoy vivo”.


                                                                                            (Del libro "Spirituals",
                                                                                            Ed. del Dock, 2015)


Stella Maris Ponce (Concordia, Entre Ríos, 1963)



Pueden LEER la biografía en entrada anterior de la autora (Nota del administrador)



 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

LOS DIAGRAMAS RADIANTES


-----------------------------------------------------------

Y a pesar de todo lo que ya sabíamos
acerca del tiempo circular en nuestras vidas,
y así como hay un tiempo en redondo
y el rostro de los pájaros
no refleja otra cosa que una repetición,
asombrados decimos:
aquí yo estuve un día
—y el canto que escuchamos
es una repetición,
nos sorprende y anuncia:
otra vez se escuchó una campana.
Yo escuché esa campana.
Escuché esa campana; cantaba y se rompía,
cantaba y se rompía
porque esa era la luz del tiempo, 
cada vez
el último de los inicios.



Sí, más y más luz para la hora
que avanza hacia esta otra,
el tiempo de la flecha justo a término,
justo sobre el final. 

Este es el tiempo, 
se arroja hacia adelante
como el pueblo elegido cuando lo guía la fe.

Hay tanta sencillez en las últimas cosas,
en la menor distancia
que ruge entre dos puntos
—esta es la trayectoria:
imposible perderse,
aunque quisieras no podrías.

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Primer movimiento                                               

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                                                                                                                                          I
                                                                                                Esa tardía, tardía luz.
                                                                                                                                     Lo sé: los hilos fulgen.
                                
                                                                                                                                              Paul Celan  
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Hay una hora en que las cosas encuentran su apego por             
/el aire,
se orientan a lo menos pesado
porque las mueve un deseo más vasto aún que el de volar.
Eso quiere decir
que será suspendida toda afirmación, toda constancia,
y tendrá su vaivén ritual la permanencia. O quién sabe mejor
se tratará de un viaje, un recorrido
bajo el sol más profundo que hace nido en la noche
y aguarda la mañana.


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Rasgar el envoltorio, capa por capa o siega de los aires,
dar con el excedente de la primera luz. Día tras día
la luz era un reflejo, la red que se arrojaba.
Y era la sombra con sus mejores brillos
y era el antecedente y era su consecuente,
la mortaja brillante, el momento profético.

La última de las voluntades suele conservar algo
de esa fosforescencia de la primera aurora:
se la distingue a veces porque llega más lejos
y enarbola más alto.


(Del libro: Los diagramas radiantes,
Barnacle, 2022, envío 
de Alberto Cisnero)

Raquel Jaduszliwer




Raquel Jaduszliwer (San Fernando, Pcia de Buenos Aires). Es licenciada en psicología y se dedica a la clínica. Libros publicado  en poesía: Los panes y los peces (Bs. As. 2012, Primer Premio Ed. De Los Cuatro Vientos); La noche con su lámpara (Bs. As. 2014, Primer Premio Fundación Victoria Ocampo); Persistencia  de lo imposible (Bs. As. 2015 Premio Edición Ed. Ruinas Circulares); Las razones del tiempo (Bs. As. 2018 Ed. Lisboa); En el bosque (Bs. As. 2018, Ed. Modesto Rimba), Ángel de la enunciación (Bs.As., 2020, Barnacle), El árbol de las especies (Barnacle, 2022) y Los diagramas radiantes (Barnacle, 2022).En narrativa: La venganza del clan de las banderas de acero (novela; Bs. As. 2018 Ed. Modesto Rimba). Obtuvo la Mención Única del Premio Hydra de ciencia ficción y fantasía, La Habana, 2013. Integró la Antología del cuento fantástico argentino contemporáneo, publicada por el diario Página12. Pueden leer poemas de El árbol de las especies en entrada anterior.



 

martes, 20 de septiembre de 2022

MADURA


Magnolias

Las mujeres hermosas
envejecen
igual que el resto de las mujeres.
Se las ve,
llevando el peso de la edad sobre los hombros,
como esos vestidos
a los que nunca se acostumbra.
Tal vez
sea la vejez
la ropa más incómoda que se han probado.
Las ves,
inclinándose como magnolias
vencidas por la lluvia,
pero aún resplandecientes.
¿Dónde se irá la juventud cuando nos abandona,
en qué espejos
la dejamos olvidada?
Las mujeres hermosas serán
viejas hermosas,
porque lo mustio siempre se parece
un poco a la belleza.



La luz sobre nosotros

¿Ves mi cuerpo envejecer?
Lento y tan dulce,
me convierto en otra:
siempre en otra.
Como esas flores tristes del florero
que se apagan de a poco,
me vuelvo un manojito
mustio y ceniciento,
todo mi cuerpo sabe
que comienza la muerte.
Y sin embargo qué,
seguimos vivos.
Y mi cuerpo
reconoce
los signos del deseo
con la precisión de la sabiduría:
aquí está mi piel,
aquí la tuya
y de pronto soy tu piel
y vos la mía.
Envejecemos.
¿Y qué?
Todavía
Iluminamos las estrellas.



Perfume

¿Te acordás,
mi amor,
cuando yo olía
a perfume francés
y vos subías
desde mi mano al hombro,
muy despacio,
acariciándome?
Y nos reíamos
porque tu boca
olía a mi perfume
cuando llegabas a besarme.
Hoy miré
el orden de los frasquitos
en el fondo del armario
y pensé
que voy a volver a perfumarme
y de sólo pensarlo,
me alegré.
El deseo
es un tejido de hebras leves,
como las alas de una mariposa.

(Del libro: "Madura",
Sudestada, 2021)
Mariana Finochietto



Mariana Finochietto nació en General Belgrano, provincia de Buenos Aires, en 1971. Actualmente vive en City Bell. Publicó Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena, 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras de colores (Proyecto Hybris, 2018) El orden del agua (GPU Ediciones, 2019). Coordina  Microversos, talleres de exploración literaria. Recientemente se sumó a la Colección de Poesía Sudversiva con su libro “Madura”.




 

lunes, 19 de septiembre de 2022

LA HIJA DEL PESCADOR


1


Cuando
aún
tenía la altura
de una espiga,
vos ya eras
tan alto
como el sol.

Te acercabas
a mí
con retazos
de nube
en la mirada.

Y me subías
a tus hombros
para que aprendiera
como es
tocar el cielo.



2

En el piso de la casa de mi infancia
de prolijo entablado de madera,
un agujero,
hijo de un nudo de algún tronco,
regía el universo.

Allá abajo,
donde el hueco se expandía,
contaban
de un sótano en la tierra
que fue cava
alguna vez.

Yo lo dudaba.
Con la sabiduría de los chicos
presumía
que en lo subterráneo,
lejos de las luces que mamá
encendía,
latía, agazapada,
una oscuridad
más honda que las otras.

Cada noche
de muchas noches de mi infancia,
las pasé tirando papelitos
a ese enorme vacío
que fue mi primera idea de la
soledad.



7

Escribo
como quien cose:
para cerrar el tajo,
la rasgadura
que siempre tiende a abrirse
cuando la trama es frágil.

Con los ojos entrecerrados,
como mi madre
sobre la tela,
yo,
la más oscura de sus ovejas,
uno las letras para decir mi
nombre.



9

Mi padre
me enseñó a pescar
durante tardes eternas
de veranos viejos.

A la sombra de los talas,
sin hablarnos,
pasábamos las horas.

Yo conocí
en su silencio
las sutiles formas de la soledad.

Respiré
en el aire marrón del río
el olor de su tristeza.

Y aprendí
que yo también llevaba
el don de la melancolía.


(De: "La hija del pescador"
City Bell: La magdalena,2016)

Mariana Finochietto (General Belgrano, provincia de Buenos Aires, 1971)



IMAGEN: Pintura de Angeles Ribes Morant. 





 

domingo, 18 de septiembre de 2022

DEVENIR

 



DEVENIR


Los pies libres
para el vuelo.
Las manos laxas
para el aire.

La casa,
el cuerpo,
avanza,
se arrastra.

La gente,
la lluvia,
el tiempo,
la mañana.

Supo el saber
de algo que
se perdía
para siempre.

Recuerda que sí,
olvida que no.

Será que la noche
se hace luz
en los recónditos 
jardines del tiempo.

Y sueños azules
dibujan
las entradas
de los puertos.

Amanece
y, a lo lejos,
ventanas abiertas
alcantarillan
las esperas.



FIN-PRINCIPIO


Voces salvadas del olvido.
Dibujos de unas manos en el aire.
Huellas que surcaron los desiertos.
Piedras que anidaron otros tiempos.

La muerte eligió quedarse
a la espera de otras soledades.
Inmóvil y silente
como un tren que viaja en la noche.

Mientras las manos,
mientras los cuerpos,
se abren para soltar lo dado,
se dejan atravesar para ser nombrados.

Mientras el agua lapislázuli,
mientras el sueño azul-turquesa, 
dibujan en sus cauces
los vestigios que deja un andar.

En la arena
blanca,
vieja,
erosionada,
infinita.

Lo fugaz
imprime en la piel
su sello de fuego.


(Del libro: Devenir,
Barnacle, 2022,
Envío de Alberto Cisnero)



Carolina Kibudi



Carolina Kibudi nació en Buenos Aires, Argentina, en 1982. Es poeta, música y psicoanalista. Se graduó como licenciada en Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Desde esos tres artes y oficios que surcan su trayectoria, invita a poner en juego algo de lo que escapa al decir. Anteriormente publicó Lumbre (Barnacle, 2017) -LEER en entrada anterior.