lunes, 19 de septiembre de 2022

LA HIJA DEL PESCADOR


1


Cuando
aún
tenía la altura
de una espiga,
vos ya eras
tan alto
como el sol.

Te acercabas
a mí
con retazos
de nube
en la mirada.

Y me subías
a tus hombros
para que aprendiera
como es
tocar el cielo.



2

En el piso de la casa de mi infancia
de prolijo entablado de madera,
un agujero,
hijo de un nudo de algún tronco,
regía el universo.

Allá abajo,
donde el hueco se expandía,
contaban
de un sótano en la tierra
que fue cava
alguna vez.

Yo lo dudaba.
Con la sabiduría de los chicos
presumía
que en lo subterráneo,
lejos de las luces que mamá
encendía,
latía, agazapada,
una oscuridad
más honda que las otras.

Cada noche
de muchas noches de mi infancia,
las pasé tirando papelitos
a ese enorme vacío
que fue mi primera idea de la
soledad.



7

Escribo
como quien cose:
para cerrar el tajo,
la rasgadura
que siempre tiende a abrirse
cuando la trama es frágil.

Con los ojos entrecerrados,
como mi madre
sobre la tela,
yo,
la más oscura de sus ovejas,
uno las letras para decir mi
nombre.



9

Mi padre
me enseñó a pescar
durante tardes eternas
de veranos viejos.

A la sombra de los talas,
sin hablarnos,
pasábamos las horas.

Yo conocí
en su silencio
las sutiles formas de la soledad.

Respiré
en el aire marrón del río
el olor de su tristeza.

Y aprendí
que yo también llevaba
el don de la melancolía.


(De: "La hija del pescador"
City Bell: La magdalena,2016)

Mariana Finochietto (General Belgrano, provincia de Buenos Aires, 1971)



IMAGEN: Pintura de Angeles Ribes Morant. 





 

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