miércoles, 30 de octubre de 2019

CAMORRA


























Los árboles, los árboles, los árboles,

Los niños, los niños, los niños.
Los camorreros, la saliva, la rabieta,
desnudos junto al fuego...

El fuego, el fuego, el fuego.
Hay que leer el mundo.



PALO

Vuelve a la Normalidad el Caos Original…
Al primer niño lo hallaron sólido, abrazado a un palo.
Sentado de espaldas a un hormiguero,
recitando estos versos:
“El mundo se acabará.
No se encontrará el secreto.”

(De: Paraguay)

CALCIO

No me conocía hasta que vi el árbol sin mi camisa, 
con su rama estirada
besando la tierra, como inclinada
ante el sol
desnudo de la tarde
en que todos los pelos se soltaron
de sus cabezas, y todas
las piedras soltaron sus pelos,
y todos los huevos soltaron sus pelos,
y la tierra ardió frente a mi camisa que ya tenía puesta,
blanca,
triunfal,
con su anillo de agua sofocada en los tembladerales del sol:
a la velocidad de la luz
el blanco de las cosas, Calcio, tomó
su lugar: no los dientes, ni la leche,
ni las tetillas, ni los huesos, ni el cristal, ni el carbón,
ni el semen, simplemente
el calcio fue un aura en la pequeña cabeza de Niño,
en su alma inclinada ante la rama que sostuvo su camisa
primera, de hombre, en el atardecer del río.

(De la página: 
Las afinidades electivas)

Martín Rodríguez





Martín Rodríguez. Poeta argentino, nacido en Buenos Aires, en 1978. Tiene los siguientes libros publicados: Agua Negra, Editorial Siesta, 1998; Natatorio, Editorial Siesta, 20900, El Conejo, Ediciones del Diego, 2001; Lampiño, Editorial Siesta, 2004 ; Maternidad Sardá, Vox, 2005; Paniagua (gog y Magog, 2005); Vapor (Vox, 2007); Para el lado de las cosas sagradas (Stanton, 2009); Ministerio de Desarrollo Social (Determinado Rumor, 2013; reeditado por Mansalva, en 2018); y Paraguay (Vox, 2013). Es periodista y autor de ensayos políticos.  Es uno de los referentes a la segunda generación de poeta de los “noventa”. Mantiene un blog desde 2006: revolución-tinta-limon.blogspot.com.ar



lunes, 28 de octubre de 2019

LAMPIÑO


















Primera parte

decirlo desde el principio:
al final las guerras (las guerras familiares,
o las guerras de guerrilla)
de la casa hacen un templo
que pronto decide su expulsión
en consenso de espíritus:
lampiño queda afuera. y antes de irse promete
decir unas palabras, y va hasta el río
             de las palabras lujosas,
a la orilla donde duerme, su amigo,
             el cristiano layo,
a pescar algo menos vulgar que
            lo que tiene a mano,
y qué pesca?
nada (con mala leche empieza)
todo sigue ahí, intacto,
en su cabeza, sin significado.



hace un rato pasó un chancho perseguido por un pato,
hace un rato que brotó la tristeza con su nube prolija,
hace un rato que anda por el pago chico
y por la vecindad desierta de claveles
lampiño en patas, lampiño el del sueño crecido,
lampiño el de la margarita en el pecho,
y una ridícula predicción floral:

«crecerá en la herida del bautismo
su nupcia secreta»



el rocío rocía,
el pasto se empasta y entrega
una lechuga abierta, cada cual da lo suyo y más,
el campo siempre ofrece transparencia,
su oleaje matinal golpea la puerta (¡toc toc!)
lampiño abre:
es la mañana
metafísica,
la abstracción de dormir aguada
en un incipiente resplandor,
reverdece de su sueño la mente
es matinal,
la mente necesita dar a luz,
pero en lampiño la voluntad no es transparente: se ofrece
a cambio, se ofrece
y al fin abre los ojos
por una moneda de oro gratis: un sol...



lampiño pasa la noche solo,
y como a la luz mala se le ocurre resplandecer
en una risa fosforescente,
no está de más preguntarse:
¿de qué se ríe? ¿de la gracia
que le dan las despedidas?
¿de las risas de los grillos en las peñas?
¿o del candor del ukelele tocado
sucesivamente por las únicas tres niñas sanas
de su casa...?
hay una luna que se parece a un diente...
porque la noche es una encía, y la boca
cuelga de un hilo dental,
lampiño: tu estrella flota en el eco,
un agujero luminoso
que de pronto sopla:
es la respiración de una ballena blanca

lampiño:
(lactántrico furioso del destete
que se lame el muñón) aprende
de los perros, de los gallos
‘la rabia es la conciencia etérea de una riña’




Segunda Parte

 el campo de batalla es una cristalería,
una casa de música clásica,
y el grito de los tordos que tapan los tiros
para reivindicar la naturaleza en todo esto,
y las voces de una vieja relatando
hasta precipitarse la leche en la olla,

lampiño es el ojo-mirilla en el callo
de la piedra del escándalo, para él
un sol de agua, un mate de leche,
y la luna de día es la claridad suficiente,
la claridad que ninguna palabra contiene...
con botas de goma
entra al campo a tocar los muertos
sus pies fríos,
el cuello de cristal del útero
que llevaba una criatura diabla, dice,
que retuvo su cola adentro y no nació



lampiño es el testigo mudo
del amor ajeno, una lágrima
por el metal que cubre
sus ojos, el motor
de los bebederos,

agua arrugada
que suda el sarro
después de años asoma
su chorrito, guaso, su guadaña
entre las piedras, una sonrisa
a la intemperie



. (canta)

esta música da sombra,
el barullo de los muertos,
el tumulto de los muertos en las sombras,
hay que llevar flores ahí, a la sed de los muertos,
piden agua porque piden su disolución,
y no siempre se puede llenar el silencio del hueso,
yo me detengo para oír el río, la tierra
            colorada, el viento
en los árboles a la orilla, la hoja del sauce
           que cae para apagar su sed...
y siento que por ese momento tengo raíz, tengo sed,
tengo mi árbol de ciruela, una sombra donde dormir.
  

(Fragmentos del libro:
 Lampiño, Ed. Siesta, 2004)

Martín Rodríguez (Buenos Aires, Argentina, 1978)






sábado, 26 de octubre de 2019

PUDO HABER SIDO UNA HERMOSA HISTORIA





















ESA MAÑANA DE INVIERNO

esa mañana de invierno
tu cortina black out no funcionaba,
te mandé 16 mensajes de textos
y no obtuve respuestas

me imaginé tus pies descalzos  en el escritorio,
la voluntad de obrar a tu antojo
y el rocío que se cuela en la plantas
en esta época del tiempo

ese día como otros tantos
discurrías la necesidad de una respuesta onerosa:
el amor en los tiempos del acv
el amor no te toca ni con una vara



LO QUE EL AMOR HACE A LOS POETAS

De mi propia inventiva,
la prolongación de la nada;
la consecuencia.

Tomo mucha lima
y multiplico por do.

En mi taller de reparaciones
sueño con caballos
que vienen en busca de alfalfa.
Cuando les digo
que están equivocados,
blasfeman contra el Estado:

el Estado no es de cartón,
el Estado es de botelleros.



Pablo Gabo Moreno



Pablo Gabo Moreno, poeta argentino, nacido, en Caleta Olivia, Santa Cruz, 1974. Vivió en Jujuy hasta 1992; desde el 93’ reside en Buenos Aires. Escribe, edita y difunde poesía.  Libros publicados: Exude (ed. Gulp, 1998); Monóculo para la estrella (Ediciones CLIA, 1998), Tu Rito (Ediciones Marfil Seda, 2004), Colorblind (Vox, 2015); Eurythmics (Determinado Rumor, 2016); La pasión indómita (Modesto Rimba, 2017); y Anchorena (Hemisferio derecho, 2019). Administró durante cinco años el sitio web:  1 poeta 10 preguntas donde ha realizado más de 200 entrevistas.   Es fundador y editor del sello de poesía contemporánea Caleta Olivia, dedicado íntegramente a la edición y publicación de poesía contemporánea Argentina.






jueves, 24 de octubre de 2019

LIBRO CÓ (S) MICO






















EL PLANCTON LUMINOSO

(...)

Un umbral de cristal:
el paso de la sombra y su sexo
enorme y jugoso.
Desde la sombra, veo, bebo
el futuro que liquida, el impacto
de lo urdido en el umbral de la incertidumbre:
método de composición, trabajo del sueño:
fósiles lunáticos en sombras.
Sus fases oscuras, sus ruidos blancos
y esa cara insomnia, indisolubia:
el umbral existe:
siento su sexo, clavado
enorme y jugoso. Ante el climax
el líquido pasa
da fin al cuento: hay futuro:
una impaciencia extenuante
una escalera precisa:
la indecisión y su penumbral
luminiscencia de sexo abierto
y reversible:
Oscuridad, luz. Luz, oscuridad.
Y sombra de lo diurno que no duerme:
noche que no se sueña:
fulgor: hambre: lumbre:
línea de luz al filo de esa puerta.



NOCTURNO
para mi madre y para mi hija
clara es la noche
la voz resuena como al borde de una montaña
un eco, estar en precipicio
entender tal gnoción
más allá de las paredes que barrican
entrever un jardín adentro
una noche
como la que ilumina tu cara, Luisa.

(Tomados del “Libro Có (s)mico”,
Club Hem Edit., 2015)



 Romina Freschi




Romina Freschi es argentina y nació en 1974. Publicó los libros de poesía redondel (Siesta 1998-2003), Estremezcales (Tsé Tsé 2000), Petróleo (Eloísa 2002) y El-pe-Yo (Paradiso 2003) + las plaquetas Soleros (1998 BAND), Incrustaciones en confite (1999), Villa Ventana (Arte Plegable, con ilustraciones de F. Fazzolari, 2003) 3/3/3 (PDD 2005), Solaris (pájarosló, bilingüe, 2007), Variaciones de Órbita (pájarosló, 2010), Quien siempre gana es Poseidón (Tocadesata, 2011), Ejercicio Cósmico (Los Poetas del 5, Chile, 2011) y Juntas (la barrera del sonido) (Alto pogo, 2014).Es Directora de la revista (www.plebella.com.ar), de crítica de poesía actual, de la cual es directora y donde desarrolla su labor crítica. Fue fundadora de los proyectos Zapatos Rojos, Cabaret Voltaire, Living de la Poesía, Arte Plegable y pájarosló editora, entre otros. Es egresada de la carrera de Letras (UBA). Coordina talleres de poesía. Su blog personal es www.freschi.blogspot.com





martes, 22 de octubre de 2019

MIDAS

























Tenías

el raro poder de estarte quieta
y sin embargo
tensar la mirada al punto de traer
cualquier presencia hasta tu mundo.
Nada te era inalcanzable
aun así
siempre hay un defasaje
entre el decir y lo asido
Para vos era
la demora
Hubieras preferido
la Inmediatez del rapto,
dormir a toda la ciudad
y huir con eso que querías
sin que nadie notara las ausencias,
en vez del triste asombro
de encontrar entre los restos
que te trae la marea
el despojo de una felicidad
envejecida por el tránsito.
Pero esa clase de hechizos
te ha sido vedada,
alza entonces
tu casita
en la tierra baldía
del destiempo.

(De: Felicidades también
-18 poetas, 2005)

LUJO

La cesta de damascos
que una mujer china recibe
como regalo de bodas

el calor que se desprende
de los libros amados
cuando arden
para alejar por un rato
algún invierno ruso
un sorbo de agua clara
traída desde lejos
sobre un cuelo delicado

los granos de pimienta que deslizo
con cuidado entre mis dedos medievales
encienden la carne y después
devuelven intactas
todas las eras.

(De la antología: Última poesía argentina,
Ed. en danza, 2008)




Sentada en la piedra imagino
el peso del agua
horadando el arroyo hasta dejar
un hueco exacto, a la medida
de mi cuerpo nuevo

van a pasar años, pensé,
hasta que parezca
veloz y peligroso como el otro.
un día dará espuma, es mi primer
proyecto a largo plazo y me estremezco
porque sé de lo que hablo:
hundirme
en esa masa de hielo líquido y nervioso
que duele lo que un disparo y deja
el cuerpo anestesiado, prescindible
de todo menos de la fuerza
que el agua trae consigo y que presiona

cuando soy
idéntica al palito, a la hojarasca
que pasa, de la misma
materia que me lleva, voy
hacia la orilla, dejo
que el sol me sobreviva.



Eugenia Segura


(De: Herencia china)




Eugenia Segura (Mendoza, 1978) estudió Letras (UBA) y vivió en Buenos Aires entre 2004 y 2007. Participó en talleres de Diana Bellessi, María Moreno y Andi Nachón.  Produjo los ciclos de poesía Priapismo (biblioteca itinerante, revista y performances, 1998-2000), La Voz Obra (2002), Secretos de Eficacia (2003) y la ópera-animé Bonus track (premio Escenarios 2004). Integró la editorial Protocultura. Publicó en las antologías No hay cuchillo sin rosas (2007), Poetas argentinas 1961-1980 (2007) y Última poesía argentina (2008) y los libros La traición de Sarah Kay (2005), A cielo abierto (2009) y Herencia china (poemas, 2010). Es co-compiladora de Desertikón-poesía y narrativa mendocina contemporánea (2009). Su último libro es:  Herencia China/Fondo blanco (San Juan, En Andamio edic., 2017).






domingo, 20 de octubre de 2019

EL ANSIA





















DESIERTO


en el desierto arder
sin coordenadas
sin planos ni planes ni horizontes
entre las inestables curvas de las dunas
en soledad de fénix
arder
sin concesiones



EL LLAMADO DEL FUEGO

fuente de palabra Pegaso
hijo del océano
vuela aun en lo oscuro fosforescente
sobre dunas azules y negras
blanca sombra en la noche desértica
y el golpe de sus alas extensas
entre los vientos cálidos de Persia
es chasquido inolvidable
en el recóndito corazón
del viejo fuego
que habíamos encendido



perder todo vestigio de ropaje
sin memorias
así viaja el fuego
desde el fondo del tiempo
como si surgiera del abismo marino
y con fuerza irrevocable
pronunciara su pregunta
por lo faltante
por lo que atrae
por el anhelo
(al que no se renuncia)



la aprendiz
intentará la hazaña
que el Maestro ya hizo
sin argüir para qué

el ansia sabe



MIGRAR

¿cómo balancearse
entre lo vital y lo mortífero
sin estar encadenado
a voto alguno?
¿cómo hallar un pliegue
en el desierto?



arrecia la tormenta
las acacias aplanadas del Serengueti
apenas la protegen del aguacero azul
pero ya se adivina el sosiego
observará las aves
que le enseñan el vuelo
guardará quietud
dará las gracias
cantará aleluyas
hasta que desde lo profundo
se invente otra vez
el silencio



y cuando aún floten las nubes de la lluvia
será el ibis el primero en salir
en vuelo altivo
a celebrar que escampa
aunque en sus alas
brillen –todavía frías–
gotas de la tormenta



MEDITACIÓN DE LA MUJER-PÁJARO

¿el otro está más allá de la escritura?
esta necesidad de decir sin saber
¿es sólo mi modo de llamar en la sombra del olvido?
¿por qué desertaste de mí? ¿de esta partida?
¿cuántos desiertos más hasta el abrazo?



¿el ansia fue tejida de abandonos?
¿el poema percute en el olvido?
¿quién me dejó desierta en la palabra?



LOS COMIENZOS (nuevamente)

el ibis ya salió de su refugio
y con leve movimiento se lanza a planear
en la sabana
anuncia buenos tiempos
su vuelo reconstruye la calma
cimientos de aire estrenan
–aún muy pálida–
en la alborada de oro
la crisálida



el dedo índice de la mano derecha
se mueve como lanzadera
impulsando la hebra de verdad
el pulgar de la izquierda sostiene
el cordón de justicia
es el abrigo
para el frágil esqueleto
de los hombres



¿cuál amor pondrá una infancia al llanto?
que haya magia y respalde la vida
un bosque encantado
hadas del refugio
un Merlín que señale
la espada sumergida
y enseñe el verbo sapiencial
para empuñarla


también el amor batalla
con la paciencia del que espera
y nunca desfallece
también el amor acontece
como lluvia estival inesperada
que copula en el mar
y engendra el arco iris
mientras los niños –despreocupados–
juegan en las playas amplias



en la sequedad de las palabras claras
gotea
fuego incesante

aves migratorias reparten
un cielo de preguntas
por el mundo

el desierto de hojas blancas
mujer
es tu cobijo

ésta es tu casa

(Tomados de El ansia
Leviatán, 2019; 
Envío de la autora)
Graciela Perosio





Graciela Perosio. Poeta argentina. Nació en Buenos Aires, en 1950. Se graduó en la Facultad de Historia y Letras de la Universidad de Salvador en 1972. En 1995 obtuvo la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes, para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre.   Ha publicado diez libros de poemas: Del luminoso error, Brechas del muro, La varita del mago, La vida espera, La entrada secreta, Regreso a la fuente, Sin andarivel, Balandro y El privilegio de los años.