1
Olvido lo que hay que olvidar estando despierto; nadie sueña si no
nada. Miro una orilla reverdecida que puede ser un ojo; la razón es un pequeño
ojo. Lo que me rodea parece triste pero es pura sagacidad. Una razón estabiliza
todas las palabras que el oído no puede soportar. Se rompe la cáscara contra la
orilla. Llegan noticias que viajan por el aire como nubes o desprendimientos.
Habla una voz que hemos construido para entendernos. Nadando la voz se fatiga y
sufre. La voz no esconde sus lujos. La voz es el manjar de la muerte.
2
El agua sale por la boca, es una fuente; se adhiere a la comunidad.
Común es el aire que la lleva y la mueve. Común es la respiración que se
adhiere a la comunidad. Viene de otro lado el ruido de unos escombros cayendo
sobre la chata membrana del río. La comunidad se rompe, nace suavemente un
huevo, un vicio lleno de saberes. El agua no sabe, muere cada vez que sabe. El
agua es comunal. El saber, descomunal.
3
Los pies tocan la orilla. El cuerpo montado sobre ellos es amarillo y
caliente. Caminando sobre una verde estación de hojas comienza la música. El
cielo es el único tamaño a considerar. Si estuvieras cerca diría: Me complace
tocarte y darte un tamaño mayor al de toda mi vida. ¿Sabés cuánto mide mi vida?
7
Veo a lo lejos una mancha en el cielo. Están quemando libros. Llegan
hasta la nariz palabras dulces y amargas.
8
La eternidad no es armoniosa. Varios instrumentos tocan a la vez
mientras los músicos fuman y toman alcohol rodeados de tiempo y de mujeres.
Aquí nos incomoda la eternidad. Preferimos la finitud de los conejos, de las
comadrejas, de los embarcaderos. Prefiero la finitud de tus ojos que se me
hacen grandes como el río. En vos no cabe la eternidad, ninguno de tus vestidos
le entra.
10
La saliva de una boca y la boca de una saliva se tornan íntimas. Hay
amistad en los besos que no echan a perder la frivolidad y el eructo.
16
Nado como si el agua supiera algo de mí. Una brazada y ya se abre y ya
se cierra. Desaparezco de toda sequedad. El agua tiesa como una liebre no deja
que ninguno de mis dedos la pretenda. Sin orificios, sus oscuras y blandas
cavidades la envuelven y protegen. Dejo de nadar porque algo muerto me golpea
los pies. Todo se estremece cuando somos tocados por un cuerpo que flota boca
abajo.
17
El catre ha perdido su dormitorio en el aire y la mujer que amo viene de
nadar. Se quita la malla y abre su vagina ¿Querés comer? dice, podés sacudir un
zapato y vas a ver cómo bailan las pequeñas luces del jardín. ¿Querés comer de
aquí? ¿Un poco de hermosura en el torrente? Me dice al oído: Lavate las manos,
la nariz y tu miembro. Ya refregué mis manos en la arena para que el roce
duela.
18
Aquí nos movemos con sensibilidad, lo que está cerca nos pertenece y
lo que está lejos espera la conquista. Me aturde el viento, te espero, tengo
las prendas para tu cuerpo desnudo. Dejo las prendas sobre una piedra y escapo
del juicio de los árboles.
22
El agua es transparente en la superficie, el amor no. Los primeros acontecimientos
que vienen al cuerpo son las estrellas miradas desde el agua. Nadamos, ocultos
en ruidos y brazadas. Toda el agua es igual a la extensión. La orilla es un
reflejo mecánico. El corazón bombea y pesa en el centro del pecho como una
bolsa llena de piedras. Nadie se hunde dos veces en el mismo río.
25
El agua se mueve por la lluvia. Son infinitas agujas de óxido que
bajan de los árboles. El cuerpo entra en ese pequeño mar de escombros para
continuar su huida. Estoy nadando sobre líquenes y penas, sobre alegrías e
insectos. No tengo descanso pero siento la recompensa del silencio. La orilla
está lejos, desaparecida a lo ancho de todo mi olvido. Estoy siendo fácil de
olvidar. Poca cosa requiere quitarme del pensamiento. Agradezco que sea verano
y que el sol pegue en los hombros y en las piernas mientras nado. Parezco más
lleno de vida, de aire y de invocaciones.
28
Retengo tu voz. Voy hasta la orilla a nadar. Me sumerjo en una parte
de tu cuerpo blanco. Tu cuerpo se parece a cada día que he vivido. No estamos
convencidos de nuestra propia fragilidad. Retengo un pequeño desenlace de tu
voz, decís te quiero. Podemos cenar en ese abismo. Cualquiera de los dos no es
más que un ejemplar para el otro. Estoy dando brazadas en el agua como si
estuviera nadando cerca de tus nalgas. Todo roza mi corazón.
29
Se hacen como animales las gotas de la lluvia. Prefiero este cielo al
otro que descansa por debajo. Me voy enterando de a poco que tu alma tiene
mástiles. No soy el único en tu vida, cerca de mí hay otro que abre tus grandes
ventanas. Prefiero lo más teatral tuyo, tus telones cenicientos, tus pequeños
bancos de sacrificio. Nadie es infiel y nadie conoce la voluntad de amar. No
soy profundo. Una tempestad llega hasta mis oídos, es tu voz que renuncia. Ya no
estarás más. Ya serás un hervor, una historia horrible del silencio.
34
Estoy ausente. Cada necesidad tuya no es escuchada. Cada ruego, cada
crueldad. No estoy presente en la presencia con que me das amor o celos o
trocitos crocantes de muerte. Amar cuesta un Perú. Cuesta amar, hasta a los
bichos les cuesta. Los barcos no aman si no es en los bíceps tatuados de los
marineros.
38
Miro las estrellas y dejo de nadar. No se puede ver y a la vez hundir
la boca.
41
Dame una sola razón para que pueda salir de esta habitación sin
olvidar mi lengua enroscada en la tuya. Los carbones encendidos responden
fielmente a los párpados; me miraste demasiado caliente. Si no fuéramos cínicos
nos dejaríamos dignificar por el amor.
43
No tengo ningún espíritu que se encargue de distribuir mis residuos.
Yo te amé como aman pocos. Si fueras una verdad sentirías mi latido la huasca
llenando el vacío.
49
La calidad de tus cuerdas mejora el aire, me lo ha dicho un nadador
experto. Sintió el zumbido de tu arco mientras tenía la cabeza debajo del agua.
No es la cantidad de tus flechas que aciertan en el aire lo que le resulta
cautivante, sino la cantidad de aire que se abre ante el filo de tus flechas.
Conozco a otros que piensan que sos medio putita y que te ahogás fácil con
palabras al oído. Yo te conversé mucho tiempo, me gustaba cómo abrías el oído;
te abrazaba y salpicabas.
49
Entramos y no entramos, somos y no somos ríos.
50
No me digas que sos única. ¿Oíste hablar de Dionisio Zagreus? Un
guitarrero de las orillas, un orillero que toca su instrumento con tres
cuerdas. Ya nadie atiende sus estrofas, anda mareado de vino y sin dios, en los
esteros lo esquivan porque agrede. No sos única, mi amor, hay tres por lo menos
a las que les arrastro el ala, tres, como las cuerdas de Dionisio.
55
Lo que más aprecio de tu silencio es que algo dice sin que vos lo
adviertas:
56
Vamos a sacarnos los piojos a la orilla. Me gusta cuando levantás los brazos porque las tetas se te ponen duras. Me gustás pero no es para tanto. No
tendría empacho en morir por vos, tampoco en vivir por vos. Los piojos nos
reúnen una vez a la semana para que tengamos algo de qué hablar.
61
En esta agua amorosa en la que estamos, sobre el púlpito y cerca de
las maquinas voy a llorar. Me dijeron que no me amás, que en mi alma estás como
adentro de un incesto; que soy para tu voz una farándula. Meior asi, saberlo
antes para sufrir menos. Vos también sufrís porque algo te di. No me cabe
entender por qué tu amor es de este mundo.
63
Es en el hígado, nunca te lo dije, pero ahí anida el pequeño odio que
tengo porque no me ames (…)
69
El agua de río no purifica, eso era antes, ahora el líquido romántico
está impregnado. Estoy nadando nuevamente hacia tu casa, quiero pasar por
debajo de tu balcón. Me vas a ver y a reconocer, voy a llevar puesto un cuerpo
sufriente.
72
El olvido hoy está frío, marrón y con gran correntada. No voy a nadar
ahí. Estoy armando una pequeña fogata, estoy juntando palos y ramas, no pienso
en vos hace un tiempo de varios ratos.
74
Qué nos han dicho nuestros padres debajo del agua: Una brazada, otra
brazada, se levanta la cabeza, se mira, una brazada, otra, se levanta la
cabeza, se respira. Respiramos de manera continua como los grandes
trompetistas. Nos peinan debajo del agua, nos nombran y luego se emocionan. ¿A
qué hemos venido?-, preguntamos.
75
¿Están construyendo un bote, una oración, una muerte, un pasadillo, un
cabresto, una lámina de metal? ¿Están mirándote y deseándote y tomándote y
disfrutándote? ¿Dónde estoy yo? No es mucho pedir, quisiera que no estés, no
estoy pidiendo que traduzcas.
78
Ninguna naturaleza, ningún conocimiento de mí. Estoy dormido. Estoy de
espaldas en el agua, flotando, dejándome llevar por algo divino que está
debajo.
84
En tu valija hay un viejo camisón, creo que fue de la tía que te crió.
Así te vi el día en que nos conocimos, con ese viejo camisón desteñido,
colgando ropa de la soga. Estabas demasiado bella para invitarte a nadar. No
querías cambiarte, nadamos de una orilla a otra. Salimos del agua y se te veía
descansada, cambiada y descansada. Cierro la valija porque estoy por
acompañarte. Uno de los dos se va del otro. A través de los mosquiteros
desaparece la tarde y entra algo oscuro en la garganta. Es un animal pesado.
84a
Llevo tu valija con toda invalidez. Te vas para todo el calendario,
ahora que conseguí trabajo como conductor, ahora que voy a poder comprar
lámparas. Note voy a escribir ni me vas a escribir. Caminamos como invisibles,
ningún cometa pasa cerca. El agua ya no está tibia. Hace de todos los fríos
posibles. Me chirrían los dientes. Pateo una naranja y rueda hacia abajo, en
llamas, con la cáscara llena de venas.
91
No me voy a bañar en el río en que nos bañábamos. Ahí debe estar tu
olor y no me va a resultar sencillo encontrarlo. En esa agua también cambiamos
saliva, no sé qué habrá sido de ella, quizás aun navegue en el Paraná buscando
volver a la boca original. Nada de eso me gustaría encontrar. Vos, a partir de
ahora, en mi mente, te bañás en un río que no es el mío.
92
Fui a ver a uno que hace horóscopos y lee más o menos bien el alma. Me
dijo que ya estás más lejos de lo que yo puedo amarte. A mí me conviene buscar
otro río. Ya estoy harto de vivir en estos humedales de mierda. Aquí no se ama
más que al silencio.
100
Cuando se aprende a nadar ya no se olvida uno de las horas. Al nacer
se viene de nadar, después hay que aprenderlo de nuevo. No recuerdo haber
estado en mi nacimiento pero sí el momento en que te conocí; estábamos los dos
mojados, braceando, las cabezas asomadas y los ojos espiando; abrías la boca
como si quisieras decirme algo.
106
Sin tu amor un día es igual a otro.
126
Lo frío se calienta, lo cálido s e enfría, lo húmedo se seca, lo seco
se humedece.
(De: Heráclito nada;
Ed. en danza, 2017)
Alberto
Muñoz nació en Buenos Aires en 1951. Es poeta, músico, dramaturgo y guionista.
Editó, entre otros, los libros Floresta-poemas (1979), Almagrosa (1981, 2ª ed.
1990), Acordeón a piano (1984), Terra balestra (1985), Dos épicas (con Eduardo
Mileo) (1987), Tratado de verdugos (1989), Misa negra (con Eduardo Mileo)
(1992), También los jabalíes enloquecen (1998), Camiones (Ediciones en Danza,
2001), Venecia negra (con Javier Cófreces, Ediciones en Danza, 2003), Trenes
(Ediciones en Danza, 2004), Canción de amor vegetal (con Javier Cófreces,
Ediciones en Danza, 2006), Pianoforte (Ediciones en Danza, 2006), El levantador
de pesas & other poems (Ediciones en Danza, 2008), El naturalista
(Ediciones en Danza, 2010) ; Titanes (con Javier Cófreces y Eduardo Mileo,
Ediciones en Danza, 2014) , Leyland (2015) y Los apestados- Heráclito nada (Ed.
en danza, 2017). Como solista editó los siguientes trabajos musicales: El gran
pez americano (1987), Lo que sale una trompeta (radioteatro, 1989), Misa negra
(1991), Los últimos días de Johnny Weismüller (1996), La pasión según los
hipopótamos (1998). Realizó los siguientes trabajos de teatro musical: La
compañía mágica del circo (con Lito Vitale, 1980), La mujer sin cabeza (con
Luis Trochón, Montevideo, 1996), ¡Kapelusz! (1997), Abel cazador de Caín
(1998), Academia de baile Orestes (1998), Ten, los diez mandamientos (con Diego
Villa, 2000), El deseo en El Pavo Real (2001). Como guionista de TV escribió
para “Magazine For Fai” (con Mex Urtizberea), “Chabonas” (con Mariana Briski),
“Artesano de fin de siglo” (con Claudio Koremblit) y “Okupas” (con Bruno
Stagnaro y Esther Feldman).
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