sábado, 3 de junio de 2023

MI HOGAR DE NIEBLA


(Fragmentos)


La niebla estaba.
El inmenso gris de la niebla.
Dentro de los senderos, de los paisajes, de todos los horizontes.
Como un manto de olvido.
Y de ensueño.
íbamos por ella.
Confundidos en aquella masa de tules que se adhería a nuestra piel, que prolongaba nuestras manos y nuestras miradas en una imprecisa sensación de algodones flotando sobre todas las cosas.
Aun sobre nosotros mismos.
Y con esa extraña sensación de soñar, viajábamos sobre la alfombra maravillosa de mis cuentos de niña, rodeados de nubes, hacia un raro país sin fronteras y habitado por seres silenciosos y sin rostros. Con un silencio impregnado de frases por decirse y de círculos girando sobre unas voces soñadas aún.

Me sorprendí mucho cuando, de pronto, se alzó ante mis ojos aquella construcción gris de techos rojizos que un instante antes estaba agazapada en la niebla, aguardando, quietamente, a todos los que, como yo, vendrían por ese mismo camino.
Subiendo...
Subiendo por la piedra fría de la montaña...
Los grandes árboles del parque que íbamos cruzando vestían sus ropas de bruma.
Y parecía que se inclinaban a saludar nuestro paso.

Gigantescos fantasmas disfrazados. Y confusos con su disfraz sonámbulo.
Se me ocurría que el silencio, enorme y pesado, vivía y tenía latidos como mi corazón y que una piel, como mis manos, me rozaba el rostro.
Y que, al enfrentar al automóvil, como para impedir que pasara adelante, era un guardián de aquellos caminos y aquellos dormidos pabellones, en uno de los cuales, dentro de pocos momentos, yo también sería guardada.

Una habitación de alto techo me dio su abrazo de frío, al abrirse la puerta que adorna su imperturbable serenidad con un número. El número por el que sería llamada desde ese instante.
Inmediata fue la comparación, dentro de mi silencio, con los números que en las cárceles deben llevar quienes las habitan.
En el piso de baldosas se reflejaba la claridad del metal del lecho.
En dos de las paredes se abrían, frente a frente, dos placards. Como dos brazos en cruz. Como dos caminos que se invitan mutuamente a seguir sus recorridos que a ninguna parte llevan.
Una mesa. Una silla. Y un sillón.
Todo de madera oscura. Brillante. Impersonal.

Hacia el parque se abrían una puerta y una ventana, ocupando toda la extensión de la pared.
Miré con ansias hacia esa otra quietud cálida de los árboles y del césped.
Buscando allí alivio a la opresión que me causaba tanto silencio y soledad unidos a la falta de tibieza de hogar de aquel ambiente.
Frente a mí un viejo cedro, alto y verde, parecíame un antiguo amigo que hubiera estado esperando mi llegada para hacerme
saber su presencia y su compañía para mi desolado viaje en medio de la ancha niebla en que acababa de penetrar.
Y de la que no sabía si podría salir alguna vez.
¿Acaso lo sabría él... ?

Una voz dulce y buena habló detrás de mí.
Al darme vuelta vi a una Hermana de caridad, con un largo guardapolvo blanco y una blanca cofia, que me tendía sus manos y me animaba hacia ella con su sonrisa buena.
Estaríamos cuidadas por estas Hermanas enfermeras, que se turnaban para no dejarnos solas.
De mañana.
De tarde.
De noche.

Escuché siempre, desde entonces, a través de la puerta cerrada, sus pasos tenues recorriendo los largos corredores. Y el sum-sum de sus largos vestidos acompañando sus rondas.
La Hermana me invitó a acostarme enseguida y se fixe.
Pero yo, sentada en una silla, acodada sobre mis rodillas y con el puño hundido en mis mejillas, dejé pasar el tiempo que me hundía en él.
Dentro de mí algo quería aferrarse a cualquier cosa que fixera para salvar la angustia. Y, rápido, ansiosa, absorbía los detalles.
Todos. Aun los más escondidos.
Una grieta en el techo... La mancha en la pared, detrás del lecho...
Cómo empañaba el brillo de los muebles el contacto de mi mano...
Y el frío que dejaba en ella el metal de los barrotes de la cama.

***

Cuando mi historia comenzaba, al irse mis padres, para reunirse en el hogar lejano con mis hermanos, me dejaron un reloj sobre mi mesa de noche.
Nunca le había dado importancia a las horas. Quizá ni supiera que los relojes tienen vida... Nunca hube de ocuparme de ellos.
No había tenido entre mis manos esas pequeñas cajas palpitantes de resonancias.
Casi como pájaros olvidados de sus alas.
No había escuchado el ronco gemido de su corazón, cuando la cuerda se mueve entre los dedos apretados que la impulsan.
Sobre mi mesa de noche quedó, con su redondez tantas veces recorrida por mi mirada. Hasta enloquecerse.
Como un juguete nuevo, lo miraba a cada instante.
Y lo volvía a mirar.
Pero en cuanto comenzó el tiempo a atormentarme con su lentitud, aquellas agujas me producían una reconocida sensación de desesperación.
Tantas veces miré hacia él en la creencia de que habían pasado largas horas... Y veía sólo el implacable minuto transcurrido.
Después de tanto conocer su longitud, sabía lo que me ocurriría. Pero volvía a mirar hacia él. A cada momento. Tantas veces al día que ya mi mirada se nublaba y no veía.
Solamente adivinaba...
Y si alguien me hubiera preguntado qué hora había visto en él, no hubiera sabido contestarle.
Sólo existía para mí el pequeño recorrido que cabía entre las dos líneas del minuto.
Sólo hubiera podido decir: un minuto más... casi dos... Aún no ha transcurrido la mitad de otro...
Cuando de noche me despertaba y, casi en sueños aún, mi mirada iba hacia allí, sabía de su existencia antes de darme plena cuenta de la mía.
Mi reflexión instantánea: ¡qué poco tiempo ha pasado en este sueño... !
Y volvía a dormirme con este último pensamiento enredado en mis pupilas : de que, al volver a despertar, las vueltas de las agujas hubieran sido tantas que hubiera podido destruir la marcada longitud de los minutos.
Acabé por creer que ese pequeño ser trataba de atormentarme.
Que en su malignidad pretendía acallar mi latido y mis voces de adentro para que sólo pudiera escuchar su rumor.
Que quería imponerme una gigantesca desazón haciendo que el tiempo fuera cada vez más y más lento...
Dejé de darle cuerda.
Durante muchos días, el silencio se ahuecó.
No se escuchaba ya su vocecita penetrante.
El ángulo de las agujas permaneció inmóvil y constante. Pero con un algo que me inquietaba. Así como si fuera un ave que hubiera detenido el movimiento de sus alas extendidas sobre la abertura de un abismo. Y allí estuviera detenida.
Sin caer.
Pero como todas las razones dicen que debería caer, el temor constante de que ocurra nos mantiene atentos a ellas.
Sufriendo una tortura.
Queriendo hacer el gesto para ayudarla a reiniciar su vuelo.

A pesar del silencio y la inmovilidad, mi mirada, como antes, se detenía a cada momento en él.
Le faltaba algo al recorrido, tantas veces conocido, de los ruidos que me rodeaban.
La minúscula sílaba de su repetida palabra era extrañada por la dimensión de la habitación, por el claro vidrio de la ventana, por las rosas del florero de arcilla, por los libros que sobre la mesa oscura cuchicheaban sus mejores frases.
Comprendí que era absurdo que aquella pequeñez llegara a perturbarme de esa manera y, llamando a la mucama, le pedí que se lo llevara.
Volvía desde ese momento la calma al pequeño mundo de mi habitación.

(del libro"Mi hogar de niebla",
Eduner, 2017)


Ana Teresa Fabani



Ana Teresa Fabani (Concepción del Uruguay,  1922 - Buenos Aires,  1949) fue una escritora y poeta argentina, reconocida como una de las figuras más notables en la literatura entrerriana de la década de 1940.  Cursó su educación básica en su ciudad natal y más adelante se graduó como docente en 1939 en la Escuela Normal Mariano Moreno.2​ Ese mismo año empezó a experimentar diversos quebrantos de salud ocasionados por una temprana tuberculosis y debió mudarse a la ciudad de Córdoba para iniciar un tratamiento en el sanatorio de Ascochinga. En 1946 se estableció en Buenos Aires, desde donde realizaba viajes a su ciudad de nacimiento y a Córdoba.​ Inspirada en la obra literaria de Rainer Maria Rilke, de Lope de Vega y de Garcilaso de la Vega, en 1943 realizó su primera publicación de poesía en la sección de literatura del diario La calle de Concepción del Uruguay. Esa misma década logró publicar su obra en diarios de prestigio como Clarín y La Nación. Su último libro en vida fue la colección de poemas Nada tiene nombre, publicado poco antes de su fallecimiento en enero de 1949. A modo póstumo, fue publicada su novela Mi hogar de niebla, una obra autobiográfica la cual no tuvo oportunidad de editar, pues falleció de tuberculosis a los 27 años. La novela se imprimió en Buenos Aires en 1950, con un prólogo escrito por el escritor y dramaturgo Ulyses Petit de Murat​ e ilustraciones del artista Juan Carlos Castagnino.​


 PUEDEN leer sus poemas en el sitio Autores de ConcordiaAna Teresa Fabani

jueves, 1 de junio de 2023

CACERÍAS



Cuál es el borde del tiempo 
pienso
si la hoja que cae de panza a ser tierra
si la mano del niño que toca
por primera vez el pecho de su madre
si el poema escalando la fina voz de la letra
si un cuerpo en el cuerpo de otro
si un río queriendo secarse
grieta sobre grieta
si la vejez levantada de pronto
erguida en el umbral de la casa
si la infancia adormecida en el hambre
en el llanto
cuál es
decía
el borde
que es un cauce también y un cerco 
cerrado o abierto 
donde sucede casi todo.



Mi primera sangre a los diez años.
Una guirnalda de fuego en medio de la niñez 
corona chiquita como mi nombre 
en el borde opaco del invierno.
Fue una celebración para mi madre y mi padre 
me regalaron flores 
una luz intermitente 
de alegría 
de dolor
el tallo reverdecido de mi género.
Mi primera sangre
en una tela con puntilla y dibujos de colores.
En la tele, María Soledad Morales 
y yo sin entender
que las correspondencias entrampan
que crecemos el cuerpo es como saltar las vallas
sabiendo que hay que caer
y que a veces,
sólo a veces,
hay flores dei otro lado.



Carla Olivera (Gualeguaychú, Entre Ríos, Argentina, 1985)



PUEDEN leer la biografía y más poemas en entrada anterior de la autora.


 

martes, 30 de mayo de 2023

LA CHISPA DE LAS COSAS



Marcel Duchamp inventò
un prototipo de museo portátil
para trasladar sus obras
eran todos iguales excepto
por una pintura original y única
que el autor introducía en cada ejemplar
y esas piezas insólitas imitaban
otras invisibles y remotas
escondidas en santuarios
repletos de flores
y regados por lágrimas.



LAS AGUJAS QUIETAS DE UN RELOJ


Las agujas quietas de un reloj
Una lata marrón oxidada
un vaso de acero
una botella cubierta de mimbre
y otra botella color caramelo
en el fondo dos budineras herrumbradas
más arriba, recipientes de cerámica
una lámpara pequeña y un reloj despertador.
Me pregunto qué hace el tiempo
deteniendo esa dañada línea de producción
justo en el vaivén de la mirada.


Mariana Robles


Mariana Robles nació en Buenos Aires, en 1980. Desde 1997 reside en Córdoba, donde estudió Bellas Artes en la Escuela Figueroa Alcorta y Filosofía en la Universidad de Córdoba.   Publicó, entre otros, los libros: Constelación escarlata turquesa (Eloísa Caartonera, 2013), Los niños de Renoir )Nudista 2016); Ensayos sobre arte y literatura (Los ríos, 2018); Melancolía (Borde perdido (2019) y El Aburrimiento (Edit.Maravilla, 2020. Trabaja en el Museo Caraffa y como docente en la Escuela de Bellas Artes.




domingo, 28 de mayo de 2023

viernes, 26 de mayo de 2023

QUERRÍA MORIR ANTES QUE TÚ


de Se le cose stanno così, 2015


Querría morir antes que tú
porque, lo sabes, no soportaría
la idea de quedarme solo
para ocuparme de tus agaves
y poner la mesa a la noche
para mí solamente

Corramos la carrera
de quién muere primero.
Yo podría contar las ovejitas
hasta el día
del sueño eterno,
o bien podría morir
una tarde de lluvia
como esta
o ahogado en un charco
o en un vaso de agua
en momentos difíciles.

Tú quizá
no estarías en paz,
me buscarías entre las sábanas
de nuestra cama desecha,
o detrás de las cortinas
de ciudades remotas...

Entonces no,
sigamos así,
viendo el noticiero de las ocho,
preguntándonos cuándo vendrá el calor,
mirándonos a través del vidrio
de los vasos
durante los aperitivos
y en los días más tristes
tengamos una cita.

de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Piergiorgio Viti (Sulmona, 1978)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino

Vorrei morire prima di te
perché, lo sai, non sopporterei
l’idea di restare da solo
a occuparmi delle tue agavi
e la sera apparecchiare
per me soltanto.

Facciamo a gara
a chi muore per primo allora.
Io potrei contare le pecore
fino al giorno
del sonno eterno,
oppure potrei morire
in un pomeriggio di pioggia
come questo
affogando in una pozzanghera,
o nei momenti difficili
dentro un bicchiere d’acqua.

Tu forse
non ti daresti pace,
mi cercheresti tra le lenzuola
del nostro letto sfatto,
oppure al di là delle cortine
di città remote...

Allora no,
continuiamo pure
a guardare il tiggì delle venti,
a domandarci il caldo quando arriva,
a guardarci oltre i vetri
dei bicchieri
durante gli aperitivi
e anche nei giorni più tristi
diamoci un appuntamento.



miércoles, 24 de mayo de 2023

ALGO QUE NO SÉ DECIR



de Genealogia imperfetta, 2014


Escucha, yo también te hablo de los objetos
te cuento que en esta pieza había una cama
donde ahora hay una pared blanca desnuda
donde mañana -o algún otro día- colgará la foto
enmarcada en plata que nos sacaremos juntos
cuando vengas, cuando la madera seca de mi puerta
se despinte de a poco al toque de tu mano que golpea
lento

Mira, yo también pruebo hablar de la escalera
que no subí nunca saltando sus últimos escalones
y de la silla mórbida roja que gira fija
junto al borde tenso de mi escritorio y luego, sí,
de la ventana donde te querría encontrar reflejado
de lejos, una silueta apenas, no vos
-por la avenida a pasos rápidos- sino el rostro desnudo
de la ausencia
que se confunde en la espera con el tuyo

(y no te quiero a vos en esa foto
no sos el que se sienta en mi silla y escribo
y no sos el que salta el último escalón
hacia la puerta cerrada y la cama, la cama
se la llevó otro hombre
y queda -una palabra- el sueño denso de la infancia
que astilla de improviso los ojos en la oscuridad)

Escucha, yo también (no) duermo
como algo que no sé decir
como un objeto olvidado roto -en pedazos, muchos

ayúdame a contarlos, en voz baja, uno por uno

de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Silvia Rosa (Turín, 1976)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino

Una cosa che non so dire

Ascolta, ecco, anch'io ti parlo degli oggetti
ti racconto che in questa stanza c'era un letto
dove ora c'è una parete bianca spoglia
dove domani - o un altro giorno - appenderò la foto
incorniciata argento che scatteremo insieme
quando verrai, quando il legno secco della mia porta
scolorirà piano piano al tocco della tua mano lento
nel bussare

Vedi, ecco, anch'io ci provo a dire della scala
che non ho mai saltato i suoi gradini in cima
e della sedia morbida di rosso che gira fissa
al bordo teso della mia scrivania e poi, sì,
della finestra che ti vorrei incontrare di lontano
riflesso, una sagoma appena, non tu
- nel viale a passi svelti - ma il volto nudo dell'assenza
che si confonde nell'attesa al tuo

(e non sei tu che voglio in quella foto
e non sei tu che siedi la mia sedia e scrivo
e non sei tu che sali l'ultimo gradino
fino alla porta chiusa e al letto, il letto
un altro uomo se l'è portato via
e resta - una parola - il sonno denso dell'infanzia
che schiaccia all'improvviso gli occhi al buio)

Guarda, ecco, anch'io (non) dormo
come una cosa che non so dire
come un oggetto dimenticato rotto - in pezzi, quanti -

e tu aiutami a contarli, sottovoce, ad uno ad uno


 

lunes, 22 de mayo de 2023

STEVENS

 



de La pura superficie, 2017

Te gusta estar bajo los árboles en otoño. Todo está medio muerto.
El viento mutilado pasa entre las hojas,
repite palabras sin sentido.

Del mismo modo eras feliz en primavera
entre los medios colores de las medias cosas,
el cielo un poco más luminoso, las nubes que se deshacían,
el pájaro solo, la luna oscura

que iluminaba un mundo oscuro
de cosas que nunca serían del todo expresas,
donde vos mismo no eras nunca vos mismo por entero,
no querías y no debías

deseando la euforia de los cambios,
el motivo por la metáfora, escapando al peso
del mediodía primario, el ABC del ser,

el humor bermejo, el martillo del rojo y del azul, el sonido duro,
acero contra alusiones, el relámpago agudo,
la vital, arrogante, fatal, dominante X.

de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Guido Mazzoni (Florencia, 1967)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino

Stevens

Ti piace sotto gli alberi in autunno. Tutto è mezzo morto.
Il vento mutilato passa tra le foglie,
ripete parole senza senso.

Allo stesso modo eri felice in primavera
tra i mezzi colori delle mezze cose,
il cielo un po’più luminoso, le nuvole che si sciolgono,
l’uccello solo, la luna oscura

che illuminava un mondo oscuro
di cose che non sarebbero mai state espresse abbastanza,
dove tu stesso non eri mai te stesso per intero,
non volevi e non dovevi

desiderando l’euforia dei cambiamenti,
il motivo per la metafora, fuggendo il peso
del mezzogiorno primario, l’ABC dell’essere,

l’umore vermiglio, il martello del rosso e del blu, il suono duro,
acciaio contro accenni, il lampo acuto,
la vitale, arrogante, fatale, dominante X.


deseando la euforia de los cambios,
el motivo por la metáfora, escapando al peso
del mediodía primario, el ABC del ser,

el humor bermejo, el martillo del rojo y del azul, el sonido duro,
acero contra alusiones, el relámpago agudo,
la vital, arrogante, fatal, dominante X.


sábado, 20 de mayo de 2023

MEMORIA


de Idillio con cagnolino, 2013


Quién sabe si mis gestos en la casa
-abrir la puerta de baño para tirar
tu ropa en el cesto, encender la luz
de la cocina y apagarla de nuevo
después de haber regado las flores en el balcón

quién sabe si esto que escuchás antes de dormir
será un día tu memoria fabulosa
como lo es para mí el correr del agua
en la cocina fría al alba -cuando mi padre
se levantaba para ir a trabajar- y aquellas voces
que muy bajas se articulaban en el silencio.

de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Alba Donati (Lucca, 1961)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino


Memoria

Chissà se i miei gesti nella casa
- aprire la porta del bagno per buttare
i tuoi vestiti nella cesta, riaccendere la luce
della cucina e poi spegnerla di nuovo
dopo aver innaffiato i fiori sul balcone -

chissà se questo che tu ascolti prima di dormire
sarà un giorno la tua memoria favolosa
come lo è per me lo scorrere dell'acqua
nella cucina fredda all'alba - quando mio padre
si alzava per andare a lavorare e quelle voci
che pianissimo si articolavano nel silenzio.



 

jueves, 18 de mayo de 2023

UNA NOCHE DE INVIERNO EN LA CIUDAD

de Il catalogo della gioia, 2003


Ahora ha dejado de llover. Desde la ventana el mundo es en gotas:
un rostro sin nariz, ojos, labios. Sólo esas diminutas lágrimas
sobre las casas y los árboles. Una en particular destella
donde alguien llora en su sillón,
circunspecto, firme solo incierto si la casa se parece
a aquellas que habitó en el pasado y confunde.

No es de nostalgia que llora, sino por el peso entero
de la lluvia, como si él fuese el techo
que aguanta y se descascara.
Como si el edificio entero, hinchado de agua y piedra,
revelara una ofensa.

Una criatura puede afligirse por esto, pasar la noche en vela
o repetir en el sueño la desolación. Ser en un despeñadero.
Permanecer allí en la tierra, bajo la lluvia que llega.

de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Antonella Anedda (Roma, 1958)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino


Una sera d'inverno in città

Ora ha smesso di piovere. Dalla finestra il mondo è a gocce:
un viso senza naso, occhi, labbra. Solo queste minute lacrime
sugli alberi e le case. Una in particolare si rischiara
dove qualcuno piange sulla sua poltrona
composto, fermo solo incerto se la casa somigli
a quelle che abitò in passato e che confonde.

Non è di nostalgia che piange, ma per il peso intero
della pioggia, come se lui fosse il tetto
che sopporta e si scrosta.
Come se l’intero palazzo, gonfio di acqua e pietra
rivelasse un’offesa.

Una creatura può crucciarsi per questo, passare sveglia la notte
o replicare nel sogno la desolazione. Essere in un burrone.
Stare lì tra la terra, nella pioggia che viene.



martes, 16 de mayo de 2023

A AQUELLOS QUE VERÁN



de Pietra sangue, 1999

Entonces, ustedes, que volverán
la vista hacia nosotros desde las cumbres
de sus templos espléndidos, como quien escruta un valle
que ni siquiera recuerda haber recorrido:
no nos verán, detrás de la pantalla de nieblas.
Pero estábamos aquí, custodiando la voz.
No cada día y cada hora del día;
algunas veces, solamente,
cuando parecía posible
juntar un poco de fuerza.
Cerrábamos la puerta
a nuestras espaldas, abandonando
nuestras casas suntuosas,
y retomábamos el camino, sin meta.



Breve homenaje a Plutón, II

Por qué la lluvia, el viento y las llanuras
nocturnas, la hierba amarilla, el aliento. El agua
que diluvia en esos los callejones, y los prados. Por qué
no hay tregua, o mañana. Solo
los barrotes, la jaula de un yo.
El infierno es no ser los otros,
mirarlos pasar y desaparecer en la nada:
un estacionamiento que se vacía de a poco,
la obra en construcción del viento.


de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Fabio Pusterla (Mendrisio, 1957)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino

A quelli che verrano

Allora voi, che volgerete
lo sguardo verso di noi dalle vette
dei vostri tempi splendidi, come chi scruta una valle
che non ricorda neppure di avere percorsa;
non ci vedrete, dietro lo schermo di nebbie.
Ma eravamo qui, a custodire la voce.
Non ogni giorno e non in ogni ora
del giorno; qualche volta, soltanto,
quando sembrava possibile
racoggliere un po'di forza.
Ci chiudevamo la porta
dientro le spalle, abbandonando
la nostre case suntuose
e riprendevamo il cammino, senza meta.


Breve omaggio a Plutone, II

Perché la pioggia, perché il vento e le pianure
notturne, l'erba gialla, il respiro. Quell'acqua
che scroscia nei vicoli, e i prati. Perché
non c'è tregua, o domani. Soltanto
le sbarre, la gabbia di un io.
L'inferno è non essere gli altri,
guardarli passare e sparire nel niente:
un posteggio che piano si svuota,
il cantiere del vento.




domingo, 14 de mayo de 2023

Si para llamarte...


de Nature e venature, 1987

Si para llamarte debo marcar un número,
te transformas en número,
dispones los rasgos
en la combinación a la que respondes.
El tres que se repite,
el nueve en tercer lugar,
indican algo de tu rostro,
Cuando te llamo
debo dibujar tu figura,
debo hacer nacer las siete cifras
análogas a tu nombre
hasta que se entreabre la caja
fuerte de la viva voz.
De golpe, mientras estoy hablando,
la interferencia altera el diálogo,
lo multiplica, abre una perspectiva
dentro del espacio oscuro
del oído.
Me veo vertical, sonámbulo,
en equilibrio sobre una fuga de voces
gemelas, enlazadas una a la otra,
sorprendidas en su contacto.
Oigo la lengua de la bestia ctonia,
la hórrida trenza de palabras, frases, el monstruo
policéfalo y deforme que me llama
desde la profundidad.

de: "El segundo novecento"- Poesía italiana 
contemporánea, Ed. en Danza,2020. 

Valerio Magrelli (Roma, 1957)

Selecciones y versiones: Jorge Aulicino

Se per chiamarti devo fare un numero
tu ti transformi in numero,
disponi i lineamenti
nella combinazione a cui rispondi.
Il tre che si ripete,
il nove al terzo posto,
indicano qualcosa del tuo volto.
Quando ti cerco
devo disegnare la tua figura,
devo fare nascere le sette cifre
analoghe al tuo nome
finché non si dischiuda la cassa.
forte della viva voce.
Di colpo, mentre sto telefonando,
l'interferenza altera il dialogo,
lo moltiplica, apre una prospet
tiva
dentro lo spazio buio
dell'udito.
Mi vedo verticale, sonnambolico,
in bilico su una fuga di voci
gemelle, allacciate una all'altra,
sorprese nel contatto.
Sento la lingua della bestia ctònia,
l'orrida treccia di parole, frasi, il mostro
policefalo e difforme che chiama me
dalle profondità.


Pueden LEER la biografía en una entrada anterior del autor (N.del A.)