martes, 29 de septiembre de 2020

LA DESAPARICIÓN DE UNA FAMILIA (poema)



1.  Antes que su hija de 5 años
se extraviara entre el comedor y la cocina,
él le había advertido: “-Esta casa no es grande ni pequeña,
pero al menor descuido se borrarán las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

2.  Antes que su hijo de 10 años se extraviara
entre la sala de baño y el cuarto de los juguetes,
él le había advertido: “-Esta, la casa en que vives,
no es ancha ni delgada: sólo delgada como un cabello
y ancha tal vez como la aurora,
pero al menor descuido olvidarás las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

3.  Antes que “Musch” y “Gurba”, los gatos de la casa,
desaparecieran en el living
entre unos almohadones y un Buddha de porcelana,
él les había advertido:
“-Esta casa que hemos compartido durante tantos años
es bajita como el suelo y tan alta o más que el cielo,
pero, estad vigilantes
porque al menor descuido confundiréis las señales de ruta
y de esta vida al fin, habréis perdido toda esperanza”.

4.  Antes que “Sogol”, su pequeño fox-terrier, desapareciera
en el séptimo peldaño de la escalera hacia el 2º piso,
él le había dicho: “-Cuidado viejo camarada mío,
por las ventanas de esta casa entra el tiempo,
por las puertas sale el espacio;
al menor descuido ya no escucharás las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

5.  Ese último día, antes que él mismo se extraviara
entre el desayuno y la hora del té,
advirtió para sus adentros:
“-Ahora que el tiempo se ha muerto
y el espacio agoniza en la cama de mi mujer,
desearía decir a los próximos que vienen,
que en esta casa miserable
nunca hubo ruta ni señal alguna
y de esta vida al fin, he perdido toda esperanza”.

(Tomado de la página 
Buenos Aires poetry. Com; 
13 Poetas Chilenos Contemporáneos  
por Rodrigo Arriagada Zubieta)

Juan Luis Martínez




Juan Luis Martínez Holger (Chile, Valparaíso -1942 -Villa Alemana 1993). Poeta vanguardista y artista visual chileno. Considerado como uno de los poetas más lúcidos de su generación por su autoría literaria, su erudición y por su ingeniosidad como artista visual, fue hijo de Luis Martinez, quien fuera Gerente General de la Compañía Sud Americana de Vapores y de una madre de origen nórdico que pertenecia a una familia muy conservadora. Su vida transcurrió fundamentalmente, entre las ciudades de Valparaíso, Viña del Mar y Villa Alemana, donde realizó su obra, que parte de un cuestionamiento a la creación literaria y artística tradicional. Durante su período creativo de juventud mantiene una estrecha relación con poetas y escritores tales como Nicanor Parra y Enrique Lihn, entre otros. Juan Luis Martínez abandonó el colegio, recién iniciados los estudios secundarios, y entre los quince y los veinte años vive intensamente una vida bohemia en Valparaíso, mezclado en la miscelánea popular y pintoresca que tenía esa ciudad a fines de los años cincuenta. Martínez será considerado un muchacho rebelde, tanto por su familia como por la gente que lo identifica por su larga cabellera,un rasgo inusual en ese período histórico de Chile. Nunca más regresará a un aula estudiantil, pero por las influencias culturales que lo rodean, comenzará una larga etapa de lecturas y aprendizaje autodidacta. El traslado de su familia de Valparaíso a Viña del Mar, lo inquieta y le desagrada, debido al cariz de emergencia burguesa que representa la urbe balnearia; por eso mantendrá una relación profunda y sentimental con su ciudad de origen, con la bohemia porteña, que se reúne en los bares: Roland, Yako, Inglés, Alemán, Pajarito, incluso en el agonizante y clásico Siete espejos. Es tal vez su cosmopolitismo simétrico lo que determinará que Juan Luis Martínez, durante su vida, opte por mantener una severa distancia de los círculos de poder, sean estos académicos u orgánicos, para desarrollar sus postulados artísticos y estéticos. En su obra visual construyó una ceñida analogía entre el objeto artístico y el discurso o entre la visualidad y la palabra. Ha publicado: Poesía chilena. 1978. La Nuva novela, 1985. Poemas del otro: poemas y diálogos dispersos. Santiago de Chile: 2003.

Juan Luis Martínez sostenía que no era dueño del lenguaje con el que escribía y por eso tachaba su nombre. Decía: ‘no soy yo el autor de nada, el lenguaje le pertenece a todo el mundo, yo sólo lo ordené de una manera, pero esto lo podría haber hecho cualquiera’. Martínez escribe su propio nombre, pero luego lo tacha, lo elimina, lo borra: el sujeto desaparece, el ego no tiene cabida posible. 








domingo, 27 de septiembre de 2020

CUADRO DE UNA CAZUELA


























Una pechuga pelada sobresale del plato hondo con bordes azules. Su carne 

rosada permite ver los restos de sangre que no alcanzaron a cocinarse. El poroto verde suave y brillante, flota por sobre el arroz blanco esparcido por todas partes. El orégano se hunde. Bolitas de pimienta chocan con las papas hervidas y cortadas en cubos. Se deshacen blandas ahogándose en el caldo dorado, como montes de arena azotados por olas saladas. Las zanahorias finas descansan sobre la  pechuga, la tiñen mientras sudan sus jugos rojos, se resbalan lento y flotan. Las ramas de tomillo intentan incrustarse en el pedazo colorín de zapallo, rompiendo su carne alguna vez tan dura y ahora tan frágil. Al contacto con la cuchara las hilachas del zapallo ceden y no dejan de absorber agua y gotear hasta convertirse en un puré dulce colmado de partes más blandas y otras más duras. El vapor empana los vidrios de la cocina que dejan entrever las gotas inmisericordes de la lluvia.

         Afuera los perros se pelean la cabeza de una gallina embarrada.








EN LA TETERA CHINA NO CABEN MÁS QUE

tres puñados diminutos de té
los flores azules de porcelana y el fondo blanco
hacen que la casa desentone

                     las hojas secas de bergamota  
                     se resisten a caer
                     en el orificio minúsculo de las flores
se desperdigan por la mesita
                         tan limpia tan brillante
las recoges con la punta del dedo
untado con azúcar
sólo podré servirte dos tazas de té
verte botar la leche en el plato
que termines el trabajo temprano  esperar a
escucharte decir                               para
frente a una nueva taza de té
que sobre nuestro amor
has cambiado de parecer


(Tomado de: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)

Analaura Núñez



Analaura Núñez (Santiago, 1994)- Licenciada en Literatura y profesora de Lenguaje (udp). En el año 2016 viajó a Dartmouth, Massachusetts, para especializar sus investigaciones literarias sobre trauma, memoria e identidad. Fue becaria de la Fundación Pablo Neruda (2017) y ha participado en algunas antologías poéticas como Parias, poetas y borrachos (2016, Agua Maldita). Publicó la plaquette: El Sonido de las Liebres (2018, Ex Nudo De Globo).





viernes, 25 de septiembre de 2020

A LOS OCHO AÑOS TE REGALARON





















una cocina de juguete

prendía luces en los quemadores
y salía agua de la llave del lavaplatos

la comida de plástico
se guardaba en la estantería
los utensilios de plástico
se colgaban en ganchos
los platos de plástico
se apilaban en un cajón

dejaste de llenar la bomba del agua
y de cambiarle las pilas cuando notaste
que los efectos especiales
la hacían
demasiado real.



ANOTÁS EN UN CUADERNO

la infancia es un lugar resbaladizo

como la superficie del lavamanos
                  que acumula jabón
                  y pasta de dientes
tachas el verso
y vas a limpiar el baño

la hija del vecino
cumple cinco años

le cantan mientras lavas
la loza acumulada

platos con restos de kétchup
fideos cocinados en el microondas

tú también cumples años en verano
la fecha te punza
como la herida que te haces
al pasar la esponja
por el filo de un cuchillo.

(Tomado del libro: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)

Catalina Ríos



Catalina Ríos Muñoz (Santiago, 1995). Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas. Poemas suyos aparecieron en la antología Halo [19 poetas chilenos nacidos en los noventa] (J. C. Sáez Editor, 2014) y publicó el fanzine las aguas (Nudo de Globo, 2016). Fue becaria de la Fundación Pablo Neruda (2016) y participó de la primera residencia artística del Festival internacional de Poesía de Rosario (2017).






miércoles, 23 de septiembre de 2020

POESÍA CHILENA




















Decimos poesía chilena para no decir territorio.
Decimos territorio para no decir pueblo o comunidad.
Decimos pueblo o comunidad para no decir fundo.
Decimos fundo para no decir esclavitud
o sequía, para evitar conversaciones en la mesa
para olvidar que la cosecha se ha perdido.




Mi abuelo perdió la memoria
como yo he perdido sus recuerdos
entre películas y series extranjeras.

He inventado una historia junto a él
nuestra cercanía no existió
sólo estuvimos juntos cuando comenzó a enfermar
y debimos turnarnos para cuidar que no escapara
pero en ese entonces ya no era mi abuelo
era un cuerpo que se movía lentamente
sin entender qué hacía entre nosotros.

Mi abuelo cuidaba las parcelas de los latifundistas
como yo cuido estos documentos
estos libros, estos documentales extranjeros
que vienen a mostrar nuestra miseria.

Hemos sido cuidadores de objetos ajenos
como mi madre que cuidó a niños españoles
dejándonos por tres años
para darnos de comer.

(De: "Relave"; tomado de: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)

Diego Zamora Estay




Diego Zamora Estay (Valle de La Ligua, 1989). Estudiante de pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación (uahc). Participó en diversos talleres literarios, entre ellos: Moda & Pueblo, Al pulso de la letra y La Sebastiana. Obtuvo el tercer lugar en el Concurso de Poesía Joven Pablo Neruda (2014) y mención honrosa en Valparaíso en 100palabras (2014). Publicó el libro: Música Hardcore y el texto colectivo: Letras que sanan. Relatos autobiográficos de jóvenes viviendo con vm (2018). Actualmente realiza talleres de escritura y es activista en la ong Red Oss.





lunes, 21 de septiembre de 2020

NADA ES HOMBRE, NADA ES TIERRA





















Estoy piel a piel conmigo, trato de tantear las partes e imagino la
historia de una chica que toca su cuerpo, acaricia sus piernas, juega dedo a
dedo con su pezón. Estoy piel a piel conmigo hasta que pronto, en medio de
la noche, la chica que toca su cuerpo adquiere un nombre, un olor, un rostro,
imagen sucia,
ha sido contaminada
por una y cada una de esas caras
de esas historias


y odio
porque ya no es la imagen en sí, sino la idea de alguien en un día concreto, con
un beso concreto, con un tacto concreto.
                    y dejas de ver el gesto como gesto,
                    la respiración como respiración
                    y es la respiración tuya con la respiración de alguien.


                    Pienso en volver (o no) a masturbarme. Y no puedo porque hay una
bomba de gente en mi cabeza
y no quiero masturbarme pensando en alguien, quiero masturbarme pensando
en algo.
                   Tiro atrás el cubrecama, las frazadas, la sábana y espero que llegue
el frío, levanto la polera del pijama hasta el cuello para ver si logro sentir
rápidamente alguna brisa, muevo los dedos de los pies


                 y algo cala,

en ese tirón imagino que de un árbol se ha zafado una rama que cae de
lo alto sobre otra rama,
                y se me eriza la piel porque lindo,
                los colores, el sonido,
                el destello sobre el mutismo,
                esa comunicación como si llegase de la nada
                y es el árbol que avisa que de él se ha zafado una rama, la acusa,
                nos cuenta,
                y brotan en mi cabeza millones de hojas color ocre,
                amarillo, crujiente, todo quebrajoso y justo
                llega a la imagen un brazo
                 al que pronto le daré un cuello, un torso, un gesto,
                 y vendrá de reglón el nombre, el día, la hora, el momento, el dolor
                 y veré nuevamente cómo se aleja de mí esa imagen,
                 veré nuevamente la imposibilidad de apoyar mi cara en la mano que
parte en ese brazo
                 y esa sensación vendrá
                 repetidas veces con repetidos nombres
                 y en cada nombre me detendré para dejarme en claro, que cada uno fue
distinto al otro, peor que el otro,
                y desearé de nuevo no desear ese deseo
                lo alojaré en ese espacio pequeño como el de las capillas, donde hay
hostia, vela y vino, saldré y martillaré tablones en las puertas de la capilla, en las
ventanas de la capilla, cerraré el jardín, cruzare la plaza, la ciudad y los cerros
                y cuando el tiempo haya pasado, cuando ya tenga construida una
pequeña casa,
                 cuando haya hecho fuego y haya matado unas cuantas vacas,
                 cuando haya tallado una cuchara y confeccionado una flecha,
                 cuando esté sentada al lado de un arroyo escuchando el trinar de un
mirlo
                me diré que puedo observar las cosas
                sin vaciarme en ellas.


               Después de tanto hacer,
               podré sentarme a escuchar el viento, a escuchar las hojas,
               hasta que de un árbol se zafe una rama que cae de lo alto sobre otra
rama.
               Se secará el río, se destruirá cuchara y flecha, revivirá la vaca, se apagará
el fuego, caerá la casa y volvera ciudad, plaza y jardín,
               los clavos saltarán de los tablones, la capilla se desatará de toda amarra
y en el pequeño espacio con vino, vela y hostia, estara el brazo al que pronto le
daré un cuello, un torso, un gesto,
               le daré un nombre
               y después vendrán todos los nombres.

  
(Tomado de: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019

Emiliana Pereira



Emiliana Pereira Zalazar (Santiago de Chile, 1990). Publicó: Nada es hombre nada es tierra (Overol, 2017).





sábado, 19 de septiembre de 2020

(ABRAZADOS AL FERRARI ROJO)














Entre las arengas e himnos de los electrodomésticos
nos abrimos paso, cruzamos el barrio hecho de carbohidratos
en el que por tantos años nos vimos sin salida.
Luego atravesamos el centro
sitio en el que las articulaciones exigen mercancías.
El retail sudor.
Los semáforos sangre.
Los pastores redención.
Las bocas mc combos.
Los bolsillos manos.

                                                       Los oídos bocinas.
                                                       Los paraderos tiempo.
Los ojos... los ojos como salchichas gigantes se abalanzan unos contra otros
estallando en dinero y plástico fundido,
era ese el epicentro de la universalización.

                            No había duda.Pero nosotros ambos como Odiseo al mástil
estábamos definitivamente atados al Ferrari rojo.
                            Ahora vamos bordeando una costa financiera
en donde las palmeras son holográficas
las olas son de jugo en polvo
y Google se alza como la única bestia del tamaño del mundo.




(EL MUNDO ENTERO COMO UN LUGAR EXTRAÑO)

Suena como croquetas la realidad detrás del Ferrari
Suena y se pierde fundamento luego de sentir el viento que producimos al
desplazarnos.
Bloqueador solar para el sol desde ahora,
Que nosotros los del flamante descapotable rojo
Vamos haciendo unos trucos que brillan
con una potencia que ni en prosa podrían
describirse en toda su insolencia.

  
(Tomado de: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)

Felipe Rodríquez


Felipe Rodríguez Cerda (Chillán, 1995). Se inició en la escritura como letrista de bandas punks. Obtuvo el premio Oscar Castro (2017). Publicó la plaquette: ¡Agárrate Aguirre! Fragmentos de una ópera powerviolence (edición de autor, 2014), y el libro: Estela de Cóndores Fosforescentes (edición de autor, 2017). Reside actualmente en la ciudad del Valdivia, donde cursa estudios de antropología y urbanismo.







jueves, 17 de septiembre de 2020

CORDEROS NACEN EN LA NIEVE












Las piezas de un rostro se clavan
en mis circunvoluciones
como espejo advenedizo.
La importancia de las cosas
radica solamente en el espacio de una orilla
golpeada con marítima violencia
bajo la bruma perturbando luces empapadas.

La persistencia del almácigo
se ve en la noche interminable
donde nada salva el frío
y los seres están hechos a la suerte de su piel.

En todo amanecer de invierno
el sol se asoma sobre el monte
corderos nacen en la nieve
mientras lloramos las mil pérdidas que vamos a tener
corderos nacen en la nieve
a pesar de las esquirlas que atraviesan mi cabeza
y el sol vuelve a salir cada mañana
y vuelve a derretir la escarcha amenazante
y cada uno sale en busca de su muerte.




PARA EL QUE GUARDA SILENCIO A LA SOMBRA DEL MANZANO

No invoco las monedas de la lluvia
para imitar el sendero de los trenes
ni para repetir el vacío que solo se remedia
en la existencia de las aves
que salen del estómago de un muerto.
Encima del cadáver también crece la yerba
la sal de una lágrima
el metal de una sangre
también pueden crujir en un lugar
si se miran en la sombra del manzano.
El horror puede ser bello en la vitrina
porque no ha tocado un cuerpo
que no corra a esconderse en el primer olor a pólvora.
Conozco tu silencio,
te he visto caminando por un pueblo fantasma
y usábamos los mismos zapatos y los mismos trajes
teníamos el mismo sabor de los planetas en la lengua
la transparencia del cristal con que tropieza el pensamiento.
La soledad de una locura hambrienta
que tirita en el centro del bosque.


(Tomado del llibro: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)
 Isidora Vicencio



Isidora Vicencio (Puerto Cisnes , 1992). Creció en la Patagonia chilena. Actualmente reside en Valdivia y cursa el 5° año de Bioquímica en la Universidad Austral de Chile. Además de estudiar ciencias duras, Isidora se dedica a la escritura poética y algunos de sus trabajos han sido publicados en antologías como Red de Talleres Literarios (2008) y Contramarea (2012). Publicó la plaquette: Primeras casas; Caletita Monterrey (2016) y el poemario, Casas enterradas (Lar, 2018).





martes, 15 de septiembre de 2020

UN MANTRA
















es un ronroneo
vibración de cuerdas
de un sitar en la
concha del oído

un mantra: apretar
la misma tecla hasta
que suene —escribe,
escribe, que algo queda—
el mundo se hace mundo
por efecto de repetición
y persistencia: imagen
fija de sonido claro
una vibración de luz
en el tajo del ojo: un
mantra que baja por
el tobogán del oído.



NO HAY QUE PERDER DE VISTA

el rumor del bosque
jamás será superado
por la grabación del
rumor del bosque:
mucho más cercano
está el río de imitar
el paso del viento
entre las frondas de
los árboles que su
codificación en cintas
magnéticas o archivos
digitales: mucho más
cercano está el sonido
de una bolsa de basura
que se arrastra          el
primer suspiro de la
mañana o el agotador
sonido de las olas:
el rumor del mundo
jamás será superado
por la grabación del
rumor del mundo y
sin embargo ninguno
de los dos sobrevivirá.

(Tomado del libro: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)

Jonnathan Opazo Hernández




 (San Javier, Chile, 1990). Co-autor junto a Rodrigo Figueroa del libro Junkopia (Bifurcaciones, 2016) y Cangrejos , 2018). Premio Roberto Bolaño 2016 en la categoría cuento. Becario del Fondo del Libro 2016 en poesía. Ha escrito crónicas, reseñas y columnas en medios digitales y escritos como Pániko, The Clinic, Medio Rural, Altaïr Magazine y Lo Que Leímos.