GARZA
Más blanca que el blanco
estúpido del ojo,
que la blanca crueldad de la
nieve en la noche,
que la blancura ansiosa de la novia
que entra
al blanco irónico y lascivo del
lecho,
que la muerte de un niño
ligera, repentina, fugitiva,
como la aparición de un
conejillo blanco;
más blanca que el amor a los
cinco años,
que la angustia a los cien, que
el hueso a los doscientos,
en fin que la blancura: astro
lleno de flores,
eres tú, fuego abstracto de dos
llamas posado
sobre el rostro del agua que
parece pensarte
en su extasiada y fría contemplación del cielo.
Te he visto a la caída de una
tarde,
separados por el espacio del
rencor
mi amiga y yo nos desplazábamos,
pesadamente por la arena,
hacia la noche en la colina.
Las olas se rompían sin quebrar
el silencio que establece
en todo cuando el amor peligra;
algo iba a pasar, algo tenía que
pasar;
entonces te encendiste fuego
fatuo del cielo, maravilloso espectro,
sonrisa de la noche
en dirección a los cañaverales
en un vuelo más lento y fugaz
que la dicha.
Pronto no fuiste más que un
punto en el espacio,
un punto de contacto entre
nosotros, los yacentes.
Algo había pasado: una garza
luchando contra el viento marino.
(De la
Antología poética:
“Sólo sé que
seremos destruidos”,
compilada
por José Villa,
Ed. Gog y
Magog, 2019)
Enrique Lihn (Santiago de
Chile, 1929-1988)IMAGEN: Garza blanca (Imagen de archivo).
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