sábado, 5 de septiembre de 2020

POETAS, VOLADORES DE LUCES

























GARZA

Más blanca que el blanco estúpido del ojo,
que la blanca crueldad de la nieve en la noche,
que la blancura ansiosa de la novia que entra
al blanco irónico y lascivo del lecho,
que la muerte de un niño
ligera, repentina, fugitiva,
como la aparición de un conejillo blanco;
más blanca que el amor a los cinco años,
que la angustia a los cien, que el hueso a los doscientos,
en fin que la blancura: astro lleno de flores,
eres tú, fuego abstracto de dos llamas posado
sobre el rostro del agua que parece pensarte
en su extasiada y fría contemplación del cielo.

Te he visto a la caída de una tarde,
separados por el espacio del rencor
mi amiga y yo nos desplazábamos, pesadamente por la arena,
               hacia la noche en la colina.
Las olas se rompían sin quebrar el silencio que establece
               en todo cuando el amor peligra;
algo iba a pasar, algo tenía que pasar;
entonces te encendiste fuego fatuo del cielo, maravilloso espectro,
                 sonrisa de la noche
en dirección a los cañaverales
en un vuelo más lento y fugaz que la dicha.
Pronto no fuiste más que un punto en el espacio,
                un punto de contacto entre nosotros, los yacentes.
Algo había pasado: una garza luchando contra el viento marino.

(De la Antología poética:
“Sólo sé que seremos destruidos”,
compilada por José Villa,

Ed. Gog y Magog, 2019)
Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988)



IMAGEN: Garza blanca (Imagen de archivo).





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