viernes, 11 de septiembre de 2020

ABUSAR DEL VIBRATO




















Mientras encuentres el sonido que necesitas
no le des un nombre a tu técnica.
Esa lección te fue útil para sobrevivir un tiempo
hasta que paró de llover sobre tu calma de zinc.
Pero de qué nos sirven esas variantes
fuera de la página y el pentagrama,
es una buena pregunta
pero nos la hemos hecho pocas veces,
o al menos no las suficientes.
Las lecciones aprendidas
con el cuerpo, parecen ser las únicas
que inhiben a esta glándula
que solo secreta veneno.
Por eso desenredas estos sonidos
con un bálsamo cargado
de energías opuestas y enemigas,
lentamente, sintiendo cada vibración.
Y aunque resulte inútil ahora
hacer un buen sumario, el momento
permanece inexacto, única escena
que vale la pena retratar de toda esa época
en la que el mundo se tambaleaba
cada dos o tres horas
hasta que pusiste una cuña de papel
bajo la mesa coja de la realidad.
Y entonces fue como si me sacaran
unos audífonos invisibles
y en lugar del ruido del ambiente
se escuchara puro viento
haciéndole el amor a todos.
Había poco o nada que interpretar allí.
No son muchas las palabras
que una persona puede llevar a cuestas,
por eso permanecimos cantando hasta las tantas
para que los nombres silbaran en nuestros oídos
algo ligeramente familiar
y el presente desnudo nos mirara un ratito.


(Tomado del libro: Panorama de
Poesía chilena joven, Maraña, Alquimia
Ediciones, 2019)

Vicente Oyarzún




Vicente Oyarzún Cartagena (Punta Arenas, 1992)- Becario de la Fundación Pablo Neruda (2015). Fue incluido en la antología SCL: La Nueva Extremadura (Alquimia, 2018). Publicó la plaquette: El neón de la mañana (Hojas Rudas, 2017) y el libro: Estación Adversa (Das Kapital, 2019).




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