jueves, 29 de noviembre de 2012

NOCTURNO


A pesar de las recomendaciones

-persistir durante las mañanas

en el ejercicio de un hálito poético

a largo plazo-

escribo en la noche

cuando el silencio nombra

de corrido ligero

el perfume de las dalias

los jazmines las uvas

Labios del mundo al final del día



EN ACTO


Detrás de los párpados

verán la llegada de un día

para siempre en el corazón

Ninguna verdad

en el ojo de la tormenta

Ahora aprecien el vuelo

del ave como cría del mundo




(De No hay medida, Barco Edita, 2012)

Alejo González Prandi




Alejo González Prandi nació en Buenos Aires en 1974. Es periodista. Publicó el libro de poemas El deshoje (Último Reino, 2007). Dirige la revista El Vendedor de Tierra desde 1995 y editó los trípticos El pueblo bajo las nubes. Participó en obras de improvisación de piano y poesía. Coordina un taller de escritura poética. Es coautor de la obra de teatro El sueño de la razón produce monstruos (2008).



martes, 27 de noviembre de 2012

El camino de los sueños



Creí que la memoria era una cascada cayendo
desde un despeñadero, una corriente que me arrastraría
consigo al océano. No la insistencia del agua sobre la materia,
el goteo, el trabajo de años para dejar
una muesca insignificante sobre la piedra inerme.
Hubiera deseado conocerte antes:
dos chicas tendidas al sol de una terraza,
en la siesta de provincia, quietas y alertas a la vez,
como la vegetación del desierto,
que parece dormir o estar muerta y en cambio, cada verano
deja surgir entre las hojas algún color sorprendente.
A veces te miro distraerte de mí,
inclinada hacia el interior de tus propios recuerdos, atenta
como un animal asomando la cabeza
dentro de un pozo. Trato de descubrir en tus ojos el contorno
del objeto prodigioso que estás viendo,
y no alcanzo a distinguir de él más que su efecto:
un cambio de intensidad en tu expresión,
el temblor, la reverberación del agua
tras la caída de una piedra muy pequeña. Estamos lejos.
Hasta mí llega la imagen ya disuelta,
ya velada, en la historia que cada noche vas contándome,
hilo tras hilo del tejido recompuesto, que no puede
compararse siquiera a la espléndida trama original,
de la que estoy, aunque no quiera, ausente.


De El secreto, antología 1997-2007; 
La vista, edición corregida y aumentada, Hilos, 2012.

Claudia Masin (Argentina, Resistencia, Chaco, 1972)






domingo, 25 de noviembre de 2012

Soliloquio del Individuo

























Yo soy el Individuo. 
Primero viví en una roca 
(allí grabé algunas figuras). 
Luego busqué un lugar más apropiado. 
Yo soy el Individuo. 
Primero tuve que procurarme alimentos, 
buscar peces, pájaros, buscar leña 
(ya me preocuparía de los demás asuntos). 
Hacer una fogata, 
leña, leña, dónde encontrar un poco de leña, 
algo de leña para hacer una fogata, 
yo soy el Individuo. 
Al mismo tiempo me pregunté, 
fui a un abismo lleno de aire; 
me respondió una voz: 
yo soy el Individuo. 
Después traté de cambiarme a otra roca, 
allí también grabé figuras, 
grabé un río, búfalos, 
grabé una serpiente, 
yo soy el Individuo. 
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía, 
el fuego me molestaba, 
quería ver más, 
yo soy el Individuo. 
Bajé a un valle regado por un río, 
allí encontré lo que necesitaba, 
encontré un pueblo salvaje, 
una tribu, 
yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas, 
figuras grababan en las rocas, 
hacían fuego, ¡también hacían fuego!, 
yo soy el Individuo. 
Me preguntaron que de dónde venía. 
Contesté que sí, que no tenía planes determinados, 
contesté que no, que de ahí en adelante. 
Bien. 
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río 
y empecé a trabajar con ella, 
empecé a pulirla, 
de ella hice una parte de mi propia vida. 
Pero esto es demasiado largo. 
Corté unos árboles para navegar, 
buscaba peces, 
buscaba diferentes cosas 
(yo soy el Individuo). 
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente. 
Las tempestades aburren, 
los truenos, los relámpagos, 
yo soy el Individuo. 
Bien. Me puse a pensar un poco, 
preguntas estúpidas se me venían a la cabeza, 
falsos problemas. 
Entonces empecé a vagar por unos bosques. 
Llegué a un árbol y a otro árbol, 
llegué a una fuente, 
a una fosa en que se veían algunas ratas: 
aquí vengo yo, dije entonces, 
¿habéis visto por aquí una tribu, 
un pueblo salvaje que hace fuego? 
De este modo me desplacé hacia el oeste 
acompañado por otros seres, 
o más bien solo. 
Para ver hay que creer, me decían, 
yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad, 
nubes tal vez, 
tal vez veía nubes, veía relámpagos; 
a todo esto habían pasado ya varios días, 
yo me sentía morir; 
inventé unas máquinas, 
construí relojes, 
armas, vehículos, 
yo soy el Individuo. 
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos, 
apenas tenía tiempo para sembrar, 
yo soy el Individuo. 
Años más tarde concebí unas cosas, 
unas formas, 
crucé las fronteras 
y permanecí fijo en una especie de nicho, 
en una barca que navegó cuarenta días, 
cuarenta noches, 
yo soy el Individuo. 
Luego vinieron unas sequías, 
vinieron unas guerras, 
tipos de color entraron al valle, 
pero yo debía seguir adelante, 
debía producir. 
Produje ciencia, verdades inmutables, 
produje tanagras, 
di a luz libros de miles de páginas, 
se me hinchó la cara, 
construí un fonógrafo, 
la máquina de coser, 
empezaron a aparecer los primeros automóviles, 
yo soy el Individuo. 
Alguien segregaba planetas, 
¡árboles segregaba!, 
pero yo segregaba herramientas, 
muebles, útiles de escritorio,
yo soy el Individuo. 
Se construyeron también ciudades, 
rutas, 
instituciones religiosas pasaron de moda, 
buscaban dicha, buscaban felicidad, 
yo soy el Individuo. 
Después me dediqué mejor a viajar, 
a practicar, a practicar idiomas, 
idiomas, 
yo soy el Individuo. 
Miré por una cerradura, 
sí, miré, qué digo, miré, 
para salir de la duda miré, 
detrás de unas cortinas, 
yo soy el Individuo. 
Bien. 
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle, 
a esa roca que me sirvió de hogar, 
y empiece a grabar de nuevo, 
de atrás para adelante grabar 
el mundo al revés. 
Pero no: la vida no tiene sentido.



Nicanor Parra (Chile; San Fabián de Alico, Región del Biobío, 1914-La Reina, Santiago, 2018)



IMAGEN: Grabado en piedra de hace más de 13.000 años en el yacimiento del Molí de Salt, descubierta por el Iphes, podría ser la representación social más antigua de la humanidad.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Si se ha de escribir correctamente poesía...











Si se ha de escribir correctamente poesía
no basta con sentirse desfallecer en el jardín
bajo el peso concertado del alma o lo que fuere
y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
El corazón es pobre de vocabulario.
Su laberinto: un juego para atrasados mentales
en que da risa verlo moverse como un buey
un lector integral de novelas por entrega.
Desde el momento en que coge el violín
ni siquiera el Vals triste de Sibelius
permanece en la sala que se llena de tango.

Salvo las honrosas excepciones las poetisas uruguayas
todavía confunden la poesía con el baile
en una mórbida quinta de recreo,
o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte.

Si se ha de escribir correctamente poesía
en cualquier caso hay que tomarlo con calma.
Lo primero de todo: sentarse y madurar.
El odio prematuro a la literatura
puede ser de utilidad para no pasar en el ejército
por maricón, pero el mismo Rimbaud
que probó que la odiaba fue un ratón de biblioteca,
y esa náusea gloriosa le vino de roerla.

Se juega al ajedrez
con las palabras hasta para aullar.
Equilibrio inestable de la tinta y la sangre
que debes mantener de un verso a otro
so pena de romperte los papeles del alma.
Muerte, locura y sueño son otras tantas piezas
de marfil y de cuerno o lo que fuere;
lo importante es moverlas en el jardín a cuadros
de manera que el peón que baila con la reina
no le perdone el menor paso en falso.

Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus
nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.
Discursos, oraciones, juegos de sobremesa,
todas estas cositas por las que vamos tirando.

Si se ha de escribir correctamente poesía
no estaría de más bajar un poco el tono
sin adoptar por ello un silencio monolítico
ni decidirse por la murmuración.
Es un pez o algo así lo que esperamos pescar,
algo de vida, rápido, que se confunde con la sombra
y no la sombra misma ni el Leviatán entero.
Es algo que merezca recordarse
por alguna razón parecida a la nada
pero que no es la nada ni el Leviatán entero,
ni exactamente un zapato ni una dentadura postiza.





Enrique Lihn (Chile, Santiago, 1929- 1988)






miércoles, 21 de noviembre de 2012

LOS CABALLOS DE ISABEL














Los cubiertos quedan en la mesa
Rendidos reflejos de la noche en las botellas vacías
Restos de frutas y pan desmigado en los manteles
Los amigos se han dormido 
como muñecos hundidos en la noche 
Vos estas más viva que nunca con un vestido amarillo 
orlado por una brisa nueva
Es el 17 de enero de un año que se quedara anclado entre 
soledades afiladas
Cuchillos extraños que tiemblan en la ausencia de toda  
certeza sobre nosotros.
Como aprendiste a odiarme mujer, 
a dejarte recorrer por la muerte en tu vestido amarillo,
en tu garganta hacia atrás 
en tu pelo tocando el césped 
en tus brazos transpirados y lentos, 
arrojados a la nada 
en tus piernas sobre la mesa 
golosamente recorridas 
por moscas brillantes, nerviosas. 




El verano invita, 
estamos sentados en las galerías  
Pediste cerveza negra y para mi un te helado
Isabel  juega en el brocal de la fuente descubriendo 
reinos imaginarios
Espejos donde las princesas esperan ser rescatadas
Enredaderas de luz que cubren  el agua
Anillos que sirven para ser invisibles
Caballos alados.
Tapitas de gaseosa, 
las ramas caídas por la tormenta, 
espejitos olvidados con marcos de plástico
perros de dudosa procedencia.




Isabel despierta de la siesta
entra con cinco caballos en las manos
Cinco caballitos de un solo ojo 
Cíclopes en la belleza de un trazo débil
Son frágiles y gastan llanuras blancas
Renglones almibarados por combinación de crayones
Pasturas sicodélicas, soledades de papel 
Despezada el atado de cigarrillos y recorta coronas
Unge príncipe al mas triste 
El pajarito sobre su hombro asiente 
Todo es solemne en la cocina
Los acompaño en silencio. 



Marcelo Dughetti





Marcelo Dughetti nació en Villa María, Córdoba, en 1970. Es maestro de enseñanza primaria. Ha publicado tres libros de poesía: La joroba de Bronce (2003), Donde cayó esta muerta (Premio provincial de Letras-2003), El monte de los árboles sogueros (2007); y en narrativa, perteneciente a la colección Proyecto para un diluvio, el libro La bicicleta roja (2007). Actualmente compila para la Universidad Nacional de Villa Maria una antología de escritores del sur cordobés de pronta aparición. Fue fundador de las revistas literarias La araña de Carbón y Arena.

lunes, 19 de noviembre de 2012

No porque no pueda salir de mi casa


















hundirme dócil en la vida diaria
al fin y al cabo es vida conocida.
No porque más allá del umbral
no encuentre el mar azul
sino mareas de herrumbre
o porque no quiera abandonar mi depósito de libros
este mundo de objetos entrañables
crecidos entre mis papeles y yo:
fotografías, cajitas de hojalata:
esa de pastillas
"Violet" de Flavigny
o la de té:
"Alice's adventures in wonderland", según Tenniel
en las caras laterales;
o la caja de cartón acanalado donde guardo pétalos
y hojas de roble y otros árboles
que enrojecen los otoños.
Por ninguno de esos motivos
es que no me ausento de mi casa
ni siquiera
por las páginas que leo
Celan y Chéjov
poemas y cuentos:
"Vania", por ejemplo.
No por tan antiguo vasallaje
sostengo mi domesticidad,
no salgo por otra razón; 
afuera está oscuro 
garúa, hace frío.



GESTOS


a mi padre

Hace tiempo
(palimpsestos de óxido y musgo)
mi padre
modelaba para mí
los gestos que hoy repito

como tostar el pan
como dejar caer todo el cielo en la mirada.




Marta Ortiz (Rosario, Argentina, 1948)








sábado, 17 de noviembre de 2012

El día de la lluvia




ORACIÓN


espectro vacilante déjate ver
no sean vanos pelo y ojos
no sean vanas las palabras,
los verbos, cansancio 
de los cuerpos.

no sea vano el canto,
las guadañas,
antes del pelo,
los ojos 
y las uñas.

y no sea vano 

el salto.




ENTRE / CANTO


ebrio el canto 
arrojó lo tangible

(la mano de piedra
la uña de piedra
la llaga de piedra)

bajo sol 
de alba.



y el cuerpo fue parte del mar
perdido en lejanías.




HUECOS



llueven los días
pequeños recovecos de dolor
se recomponen ante todo
cual formas extrañas 
de lo cotidiano.

surcan. extrañan. absorben.



LENGUA HORIZONTE


en línea 
la tarde 
al fondo 
arroja 
de sí 
lo 
mutilado.

nuestros restos, 
padre.

los muertos que no.



ENTRE / CANTO 


y cuando el niño despertó
hizo un esfuerzo
por entenderlo todo

pero

la lluvia.




Andrés Alvarado




Andrés Alvarado nació en Buenos Aires el 15 de mayo de 1982. Es guionista en radio y televisión (Secretos ArgentinosAmores de HistoriaEl Pueblo del Pomelo Rosado), y docente en la misma disciplina en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) y en el Instituto Superior Crónica. Editó en 2012 su primer libro de poemas El día de la lluvia, que se integra a la actividad que realiza en sus blogs Corazón Trilciano http://corazontrilciano.blogspot.com y La Morada de  la araña http://aracnidaescritura.blogspot.com.ar/, dedicados a la escritura literaria y ensayística. 





jueves, 15 de noviembre de 2012

Diría



Diría que hay casi una voz.
Diría que hay casi el susurro
de una voz. Diría que hay
una pequeña figura que se mueve
entre el susurro y la voz. Diría
una mente que late en estado
de sospecha. Diría que no se oye
lo que no se podría soportar.




Jorge García Sabal (Argentina, Balcarce, 1948-Buenos Aires, 1996)






martes, 13 de noviembre de 2012

UN GRILLO HACE LA NOCHE





















“Un grillo hace la noche”, me dijiste.
Tu risa abrió el asombro y el cortejo,
la niebla, la noche campesina,
infinitas luciérnagas tus ojos.

Vos conducías, atento a las señales
del camino y del viaje,
aquel que muy pronto, lo sabíamos,
culminaba al filo de la sombra.

Sonreí también, los dos callamos.
Cantaba la eternidad en ese grillo.
Cruel destino fugaz de la aventura,
tácita despedida en la alborada.

“Un grillo hace la noche”, me dijiste,
Sólo pude murmurar viejas plegarias.




Daniel González Rebolledo




Daniel González Rebolledo nació en Galarza, Entre Ríos, Argentina, en 1952. Vive en Gualeguay. Es escritor, dramaturgo,  actor y director de teatro. Ha publicado: Sobre el amor y otras yerbas, Treintaicuatro y Volatinero (Poesía); Entre San Juan y los Ángeles (Cuento); La yegua blanca y Ángeles jubilados (Teatro, Premio Fray Mocho y selección Instituto Nacional de Teatro, respectivamente), Los Kennedy del Sur (novela, Premio U.N.E.R.)  y La novia del Clé (Novela, Editorial Simurg, Bs.As., 2011).





domingo, 11 de noviembre de 2012

pertenencias
















la poesía no es de los poetas


por ejemplo
la noche
en que tu cuerpo tragaba la luz del rayo
y mi cuerpo
repetía la lluvia
sobre tus caderas

o el rastro incandescente que dejaban tus besos
sobre mi dolor oscuro

o el viento impecable de tu voz
sobre los techos vecinos

o quizá
la tarde en que escuchabas el granizo
sobre buenos aires
con una lumbre infantil entre los ojos

la piedra en pleno yocavil
que sabe de nosotros
el agua que besó nuestros pies

estas cosas
y otras tantas

de quién son

/sin ir más lejos…
el fuego apagado de mi ausencia
el ritmo quebrado de tu silencio
el fantasma roído que vuela sobre mi cama
los pasos asimétricos de nuestro olvido

el cuarzo de tus ojos bellos
el tabaco nuevo de tu voz
el carnaval que golpea mi caja
con un nuevo amor
la chaya escondida de febrero

de quién son…

definitivamente
la poesía no es de los poetas/





TENER POETAS

claro que tengo amigos poetas
sara por ejemplo
/pasea su cuerpo desnudo
/los domingos
por los techos de su barrio
/y dice que los templos de dios
están llenos de lujuria/

roberto rosales               /es veterinario
y les puso nombres a sus pájaros
y besa a los gatos
y habla con las plantas    /que están locas
dice/

araceli biñón se ríe todo el día
hasta de la muerte/dice que así debe ser
/que la muerte no comprende
ciertos lenguajes del cuerpo       /y huye/

claro que tengo amigos poetas
/haberse visto a luis
ahuyentando caballos escapados
por la avenida belgrano
/porque son bestias
que acarrean el dolor              /supone
y eso también es la poesía
/y suponer cosas extrañas      /hallar la viceversa
y a veces hasta estar seguros...
sería interminable 
enumerar a los poetas que conozco
/por no rerferirme
sólo a ramón      /a oscar     /a daniel
/que escriben poemas    /como yo
y se valen de la eternidad y montan el futuro
y fastidian a la muerte
                        /con una lapicera/


Pablo Dumit




Pablo Jerónimo Dumit. Nace en San Miguel de Tucumán en 1969. Desde 1987 participó en diversos recitales y tertulias literarias. Integró los grupos Joetuc y Poesía Norte hasta 1989. Desde 1990 formó parte de los Miércoles Literarios del Teatro El Galpón. Entre 1992 y 2008 fijó residencia en Buenos Aires. Publicó poemas para andar despiertos en 1991, poemas para quitarse la muerte en 1996, el sol sobre las cosas perdidas en 2003 y tu cuerpo echa una sombra que cura la mirada en 2011. Algunas de sus obras fueron musicalizada por diferentes compositores de nuestro medio como Topo Encinar, Lucho Hoyos y grabadas por intérpretes como Mercedes Sosa, Chany Suarez, Teresa Parodi, Georgina Hassan...

Actualmente coordina en su espacio cultural (casa dumit, en San Miguel de Tucumán) , el ciclo literario "letras del desmayo"



viernes, 9 de noviembre de 2012

adeene






una niña 

una niña
abrazada a mí
va huyendo 
de mi sangre, 

dice y calla 
arbitrariedades
en una secuencia 
peligrosa,

desde el fondo 
de una pausa,
sus ojos apenas 
me perciben

un raspaje lento
remueve la herrumbre
en mi lengua,

se presume
alguna esquirla
desgajada
en el curso
y la piedad
de un noble perro,

nada más,,,


(Inédito)





adeene 

revisa el historial,

la esperma 
trasegada
en estirpe ajena,

oye el miedo,
su tintineo horadando
las sienes,

el eco 
le estruja el adeene,

(dónde te olvido
abuela 
-que no hubiste
de moño rosa
la puerta
ni cuna-
en qué batalla
te quito los besos,
devuelvo tus cuentos,
gateo hasta
la saqueada noche
y, sin disgregarme,
regreso)

revisa
el historial,
caleidoscopio
de otro cielo,

ronda de
sombras
en una tiniebla 
lejos,
otros árboles
guardan la infancia,
ella no está ahí,
no juega,
no se salva,,,





Alicia Pastore (Argentina, Buenos Aires, 1949)