lunes, 5 de noviembre de 2012

UN ÉXTASIS TRANSPARENTE

















Un éxtasis transparente,
no excesivamente claro.
No demasiado acusadas
las cosas:
ni nítidas ni brillantes en el éxtasis.
Y una soledad suspendida
y translúcida,
fácil para el olvido,
que sería fácil para el olvido,
sí no amásemos estas húmedas llanuras,
estas tímidas colinas,
con su deshecha planta humana,
sí nuestra comunión excluyera esta planta,
esta dolida planta.
Los estetas dirán
que este cielo delicado
lo domina todo.
Pero el amor tiene memoria,
pero el amor tiene ojos humildes.
La memoria del amor y sus ojos
nos ponen frente
a otras criaturas
del paisaje
que las determinaciones
del cielo,
a otras criaturas ajenas
a la dicha del aire,
sin cielo en sí para mirar el otro
despojadas y humilladas,
entre el honor del aire y las colinas.
Sí, hay que buscar el cielo dentro de nosotros y para todos.
Muchas cosas deberán cambiar para que este cielo tenga una
dulce réplica
en una interior dicha ligera.
Mejor: esta dicha discreta que casi es el pensamiento
será como la irradiación de la otra que se habrá conquistado con duras manos, ay, lo sé.
Cielo en el corazón del hombre para que el otro
dé todo su valor en un paisaje
que será del hombre, por fin.
Nosotros también de las cosas
como su aspiración iluminada.

Juan L. Ortiz (Argentina, Gualeguay, Puerto Ruiz, 1896 -Paraná, 1978)






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