1.
Antes que su hija de 5 años
se
extraviara entre el comedor y la cocina,
él
le había advertido: “-Esta casa no es grande ni pequeña,
pero
al menor descuido se borrarán las señales de ruta
y
de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.
2.
Antes que su hijo de 10 años se extraviara
entre
la sala de baño y el cuarto de los juguetes,
él
le había advertido: “-Esta, la casa en que vives,
no
es ancha ni delgada: sólo delgada como un cabello
y
ancha tal vez como la aurora,
pero
al menor descuido olvidarás las señales de ruta
y
de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.
3.
Antes que “Musch” y “Gurba”, los gatos de la casa,
desaparecieran
en el living
entre
unos almohadones y un Buddha de porcelana,
él
les había advertido:
“-Esta
casa que hemos compartido durante tantos años
es
bajita como el suelo y tan alta o más que el cielo,
pero,
estad vigilantes
porque
al menor descuido confundiréis las señales de ruta
y
de esta vida al fin, habréis perdido toda esperanza”.
4.
Antes que “Sogol”, su pequeño fox-terrier, desapareciera
en
el séptimo peldaño de la escalera hacia el 2º piso,
él
le había dicho: “-Cuidado viejo camarada mío,
por
las ventanas de esta casa entra el tiempo,
por
las puertas sale el espacio;
al
menor descuido ya no escucharás las señales de ruta
y
de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.
5.
Ese último día, antes que él mismo se extraviara
entre
el desayuno y la hora del té,
advirtió
para sus adentros:
“-Ahora
que el tiempo se ha muerto
y
el espacio agoniza en la cama de mi mujer,
desearía
decir a los próximos que vienen,
que
en esta casa miserable
nunca
hubo ruta ni señal alguna
y
de esta vida al fin, he perdido toda esperanza”.
(Tomado
de la página
Buenos Aires poetry. Com;
13 Poetas Chilenos Contemporáneos
por
Rodrigo Arriagada Zubieta)
Juan Luis Martínez Holger (Chile, Valparaíso -1942 -Villa
Alemana 1993). Poeta vanguardista y artista visual chileno. Considerado como
uno de los poetas más lúcidos de su generación por su autoría literaria, su
erudición y por su ingeniosidad como artista visual, fue hijo de Luis Martinez,
quien fuera Gerente General de la Compañía Sud Americana de Vapores y de una
madre de origen nórdico que pertenecia a una familia muy conservadora. Su vida
transcurrió fundamentalmente, entre las ciudades de Valparaíso, Viña del Mar y
Villa Alemana, donde realizó su obra, que parte de un cuestionamiento a la
creación literaria y artística tradicional. Durante su período creativo de
juventud mantiene una estrecha relación con poetas y escritores tales como
Nicanor Parra y Enrique Lihn, entre otros. Juan Luis Martínez abandonó el
colegio, recién iniciados los estudios secundarios, y entre los quince y los
veinte años vive intensamente una vida bohemia en Valparaíso, mezclado en la
miscelánea popular y pintoresca que tenía esa ciudad a fines de los años
cincuenta. Martínez será considerado un muchacho rebelde, tanto por su familia
como por la gente que lo identifica por su larga cabellera,un rasgo inusual en
ese período histórico de Chile. Nunca más regresará a un aula estudiantil, pero
por las influencias culturales que lo rodean, comenzará una larga etapa de
lecturas y aprendizaje autodidacta. El traslado de su familia de Valparaíso a
Viña del Mar, lo inquieta y le desagrada, debido al cariz de emergencia
burguesa que representa la urbe balnearia; por eso mantendrá una relación
profunda y sentimental con su ciudad de origen, con la bohemia porteña, que se
reúne en los bares: Roland, Yako, Inglés, Alemán, Pajarito, incluso en el
agonizante y clásico Siete espejos. Es tal vez su cosmopolitismo simétrico lo
que determinará que Juan Luis Martínez, durante su vida, opte por mantener una
severa distancia de los círculos de poder, sean estos académicos u orgánicos,
para desarrollar sus postulados artísticos y estéticos. En su obra visual
construyó una ceñida analogía entre el objeto artístico y el discurso o entre
la visualidad y la palabra. Ha publicado: Poesía chilena. 1978. La Nuva novela,
1985. Poemas del otro: poemas y diálogos dispersos. Santiago de Chile: 2003.
Juan Luis Martínez sostenía que no era dueño del lenguaje con
el que escribía y por eso tachaba su nombre. Decía: ‘no soy yo el autor de
nada, el lenguaje le pertenece a todo el mundo, yo sólo lo ordené de una
manera, pero esto lo podría haber hecho cualquiera’. Martínez escribe su propio
nombre, pero luego lo tacha, lo elimina, lo borra: el sujeto desaparece, el ego
no tiene cabida posible.
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